UN CURSO DE MILAGROS - FRASES DEL DÍA

 

OCTUBRE

1 DE OCTUBRE

V. El Cristo en ti

1. El Cristo en ti está muy quedo. 2Contempla lo que ama y lo reconoce como Su Propio Ser. 3Y así, se regocija con lo que ve, pues sabe que ello es uno con Él y con Su Padre. 4El especialismo también se regocija con lo que ve, aunque lo que ve no es verdad. 5Aun así, lo que buscas es una fuente de gozo tal como lo concibes. 6Lo que deseas es verdad para ti. 7Pues es imposible desear algo y no tener fe de que ello es real. 8Desear otorga realidad tan irreme­diablemente como ejercer la voluntad crea. 9El poder de un deseo apoya a las ilusiones tan fuertemente como el amor se extiende a sí mismo. 10Excepto que uno de ellos engaña y el otro sana.

2. No hay ningún sueño de querer ser especial que no suponga tu propia condenación, por muy oculta o disfrazada que se encuen­tre la forma en que éste se manifiesta, por muy hermoso que pueda parecer o por muy delicadamente que ofrezca la esperanza de paz y la escapatoria del dolor. 2En los sueños, causa y efecto se intercambian, pues en ellos el hacedor del sueño cree que lo que hizo le está sucediendo a él. 3No se da cuenta de que tomó una hebra de aquí, un retazo de allá y tejió un cuadro de la nada. 4Mas las partes no casan, y el todo no les aporta nada que haga que tengan sentido.

3. ¿De dónde podría proceder tu paz sino del perdón? 2El Cristo en ti contempla solamente la verdad y no ve ninguna condenación que pudiese necesitar perdón. 3Él está en paz porque no ve pecado alguno. 4Identifícate con Él, ¿y qué puede tener Él que tú no ten­gas? 5Cristo es tus ojos, tus oídos, tus manos, tus pies. 6¡Qué afa­bles son los panoramas que contempla, los sonidos que oye! 7¡Qué hermosa la mano de Cristo, que sostiene a la de Su hermano! a¡Y con cuánto amor camina junto a él, mostrándole lo que se puede ver y oír, e indicándole también dónde no podrá ver nada y dónde no hay ningún sonido que se pueda oír!

4. Mas deja que tu deseo de ser especial dirija su camino, y tú lo recorrerás con él. 2Y ambos caminaréis en peligro, intentando con­ducir al otro a un precipicio execrable y arrojarlo por él, mientras os movéis por el sombrío bosque de los invidentes, sin otra luz que la de los breves y oscilantes destellos de las luciérnagas del pecado, que titilan por un momento para luego apagarse. 3Pues, ¿en qué puede deleitarse el deseo de ser especial, sino en matar? 4¿Qué busca sino ver la muerte? 5¿Adónde conduce, sino a la destrucción? 6Mas no creas que fue a tu hermano a quien contem­pló primero, ni al que aborreció antes de aborrecerte a ti. 7El pecado que sus ojos ven en él y en lo que se deleitan, lo vio en ti y todavía lo sigue contemplando con deleite. 8Sin embargo, ¿qué deleite te puede dar contemplar la putrefacción y la demencia, y creer que esa cosa que está a punto de desintegrarse, con la carne desprendiéndose ya de los huesos y con cuencas vacías por ojos es como tú?

5. Regocíjate de no tener ojos con los que ver, ni oídos con los que oír, ni manos con las que sujetar nada, ni pies a los que guiar. 2Alégrate de que el único que pueda prestarte los Suyos sea Cristo, mientras tengas necesidad de ellos. 3Los Suyos son ilusio­nes también, lo mismo que los tuyos. 4Sin embargo, debido a que sirven a un propósito diferente, disponen de la fuerza de éste. 5Y derraman luz sobre todo lo que ven, oyen, sujetan o guían, a fin de que tú puedas guiar tal como fuiste guiado.

6. El Cristo en ti está muy quedo. 2Él sabe adónde te diriges y te conduce allí dulcemente, bendiciéndote a lo largo de todo el tra­yecto. 3Su Amor por Dios reemplaza todo el miedo que creíste ver dentro de ti. 4Su santidad hace que Él se vea a Sí Mismo en aquel cuya mano tú sujetas, y a quien conduces hasta Él. 5Y lo que ves es igual a ti. 6Pues, ¿a quién sino a Cristo se puede ver, oír, amar y seguir a casa? 7Él te contempló primero, pero recono­ció que no estabas completo. 8De modo que buscó lo que te completa en cada cosa viviente que Él contempla y ama. 9Y aún lo sigue buscando, para que cada una pueda ofrecerte el Amor de Dios.

7. Aun así, Él permanece muy quedo, pues sabe que el amor está en ti ahora, asido con firmeza por la misma mano que sujeta a la de tu hermano. 2La mano de Cristo sujeta a todos sus hermanos en Sí Mismo. 3Él les concede visión a sus ojos invidentes y les canta himnos celestiales para que sus oídos dejen de oír el estruendo de las batallas y de la muerte. 4Él se extiende hasta otros a través de ellos, y les ofrece Su mano para que puedan bendecir toda cosa viviente y ver su santidad. 5Él se regocija de que éstos sean los panoramas que ves, y de que los contemples con Él y compartas Su dicha. 6Él está libre de todo deseo de ser especial y eso es lo que te ofrece, a fin de que puedas salvar de la muerte a toda cosa viviente y recibir de cada una el don de vida que tu perdón le ofrece a tu Ser. 7La visión de Cristo es lo único que se puede ver. 8El canto de Cristo es lo único que se puede oír. 9La mano de Cristo es lo único que se puede asir. 10No hay otra jornada, salvo caminar con Él.

8. Tú que te contentarías con ser especial y que buscarías la salva­ción luchando contra el amor, considera esto: el santo Señor del Cielo ha descendido hasta ti para ofrecerte tu compleción. 2Lo que es de Él es tuyo porque en tu compleción reside la Suya. 3Él, que no dispuso estar sin Su Hijo, jamás habría podido disponer que tú estuvieses sin tus hermanos. 4¿Y te habría dado Él un hermano que no fuese tan perfecto como tú y tan semejante a Él en santidad como tú no puedes sino serlo también?

9. Antes de que pueda haber conflicto tiene que haber duda. 2Y toda duda tiene que ser acerca de ti mismo. 3Cristo no tiene nin­guna duda y Su serenidad procede de Su certeza. 4Él intercam­biará todas tus dudas por Su certeza, si aceptas que Él es uno contigo y que esa unidad es interminable, intemporal y que está a tu alcance porque tus manos son las Suyas. 5Él está en ti, sin embargo, camina a tu lado y delante de ti, mostrándote el camino que Él debe seguir para encontrar Su Propia compleción. 6Su quietud se convierte en tu certeza. 7¿Y dónde está la duda una vez que la certeza ha llegado?

 

LECCIÓN 275

 

La sanadora Voz de Dios protege hoy todas las cosas.

 

1. Escuchemos hoy a la Voz que habla por Dios, la cual nos habla de una lección ancestral que es tan cierta hoy como siempre lo fue. 2Sin embargo, este día ha sido seleccionado como aquel en el que hemos de buscar y oír, aprender y entender. 3Escuchemos juntos, 4pues lo que nos dice la Voz que habla por Dios no lo podemos entender por nuestra cuenta, ni aprenderlo estando separados. 5En esto reside la protección de todas las cosas. 6Y en esto se encuentra la curación que brinda la Voz que habla por Dios.

2. Tu sanadora Voz protege hoy todas las cosas, por lo tanto, dejo todo en Tus Manos. 2No tengo que estar ansioso por nada. 3Pues Tu Voz me indicará lo que tengo que hacer y adónde debo ir, con quién debo hablar y qué debo decirle, qué pensamientos debo albergar y qué palabras trans­mitirIe al mundo. 4La seguridad que ofrezco me es dada a mí. 5Padre, Tu Voz protege todas las cosas a través de mí.

 

2 DE OCTUBRE

VI. Cómo escaparse del miedo

1. El mundo se aquieta ante la santidad de tu hermano, y la paz desciende sobre él dulcemente y con una bendición tan completa que desaparece todo vestigio de conflicto que pudiese acecharte en la oscuridad de la noche. 2Él es quien te salva de tus sueños de terror. 3Él sana tu sensación de sacrificio y tu temor de que el viento disperse lo que tienes y lo convierta en polvo. 4En él des­cansa tu certeza de que Dios está aquí y de que está contigo ahora. 5Mientras él sea lo que es, puedes estar seguro de que es posible conocer a Dios y de que lo conocerás. 6Pues Él nunca podría abandonar a Su Propia creación. 7Y la señal de que esto es así reside en tu hermano, que se te da para que todas tus dudas acerca de ti mismo puedan desaparecer ante su santidad. 8Ve en él la creación de Dios, 9pues en él su Padre aguarda tu reconoci­miento de que Él te creó como parte de Sí Mismo.

2. Sin ti, a Dios le faltaría algo, el Cielo estaría incompleto y habría un Hijo sin Padre. 2No habría universo ni realidad. 3Pues lo que Dios dispone es íntegro y forma parte de Él porque Su Voluntad es una. 4No hay cosa viviente que no forme parte de Él ni nada que no viva en Él. 5La santidad de tu hermano te muestra que Dios es uno con él y contigo, y que lo que tu hermano tiene es tuyo porque tú no estás separado de él ni de su Padre.

3. No hay nada en todo el universo que no te pertenezca. 2No hay nada que Dios haya creado que Él no haya puesto amorosamente ante ti para que sea tuyo para siempre. 3Y ningún Pensamiento que se encuentre en Su Mente puede estar ausente de la tuya. 4Su Voluntad es que compartas con Él Su Amor por ti y que te con­temples a ti mismo tan amorosamente como Él te concibió antes de que este mundo diera comienzo, y como todavía te conoce. 5Dios no cambia de parecer con respecto a Su Hijo por razón de circunstancias pasajeras que no tienen ningún significado en la eternidad en la que Él mora y en la que tú moras con Él. 6Tu hermano es exactamente tal como Él lo creó. 7Y esto es lo que te salva de un mundo que Él no creó.

4. No olvides que el único propósito de este mundo es sanar al Hijo de Dios. 2Ese es el único propósito que el Espíritu Santo ve en él, y, por lo tanto, es el único que tiene. 3Hasta que no veas la curación del Hijo como lo único que deseas que tanto este mundo como el tiempo y todas las apariencias lleven a cabo, no conoce­rás al Padre, ni te conocerás a ti mismo. 4Pues usarás al mundo para un propósito distinto del que tiene, y no te podrás librar de sus leyes de violencia y de muerte. 5Sin embargo, se te ha conce­dido estar más allá de sus leyes desde cualquier punto de vista, en todo sentido y, en toda circunstancia, en toda tentación de per­cibir lo que no está ahí y en toda creencia de que el Hijo de Dios puede experimentar dolor por verse a sí mismo como no es.

5. Mira a tu hermano y ve en él lo opuesto a las leyes que parecen regir este mundo. 2Ve en su libertad la tuya propia, pues así es. 3No dejes que su deseo de ser especial nuble la verdad que mora en él, pues no te podrás escapar de ninguna ley de muerte a la que lo condenes. 4Y un solo pecado que veas en él será suficiente para manteneros a ambos en el infierno. 5Mas su perfecta impe­cabilidad* os liberará a ambos, pues la santidad es totalmente imparcial y sólo emite un juicio con respecto a todo lo que con­templa. 6Y ese juicio no lo emite sola, sino a través de la Voz que habla por Dios en todo aquello que vive y que comparte Su Ser.

6. Su impecabilidad es lo que los ojos que ven pueden contemplar. 2Su hermosura, lo que ven en todo. 3Y es a Él a Quien buscan por todas partes, y no hay panorama, tiempo o lugar donde Él no esté. 4En la santidad de tu hermano -el marco perfecto para tu salva­ción y para la salvación del mundo- se encuentra el radiante recuerdo de Aquel en Quien tu hermano vive y en Quien tú vives junto con él. 5No te dejes cegar por el velo del deseo de ser espe­cial que oculta la faz de Cristo de los ojos de tu hermano, así como de los tuyos. 6No permitas tampoco que el temor a Dios te siga privando de la visión que Dios dispuso que tuvieses. 7El cuerpo de tu hermano no te muestra a Cristo. 8A Él sólo se le puede ver dentro del marco de su santidad.

7. Elige, pues, lo que deseas ver: su cuerpo o su santidad; y lo que elijas será lo que contemplarás. 2Y serán muchas las ocasiones en las que tendrás que elegir, a lo largo de un tiempo que no parece tener fin, hasta que te decidas en favor de la verdad. 3Pues la eternidad no se puede recuperar negando una vez más al Cristo en tu hermano. 4¿Y dónde se encontraría tu salvación si él sólo fuese un cuerpo? 5¿Dónde se encuentra tu paz, sino en su santi­dad? 6¿Y dónde está Dios Mismo, sino en aquella parte de Sí que Él ubicó para siempre en la santidad de tu hermano, a fin de que tú pudieras ver la verdad acerca de ti mismo, expuesta por fin en términos que puedes reconocer y comprender?

8. La santidad de tu hermano es sacramento y bendición para ti. 2Sus errores no pueden privarlo de la bendición de Dios, ni tam­poco a ti que lo ves correctamente. 3Sus errores pueden causar demora, de la cual se te ha encomendado que lo libres para que ambos podáis completar una jornada que jamás comenzó y que no es necesario finalizar. 4Lo que nunca existió no es parte de ti. 5No obstante, pensarás que lo es hasta que te des cuenta de que ello no es parte de aquel que está a tu lado. 6Él es el reflejo de ti mismo, donde ves el juicio que has emitido de los dos. 7El Cristo en ti contempla su santidad. 8Tu deseo de ser especial percibe su cuerpo y no lo ve a él.

9. Contémplalo tal como es, a fin de que tu liberación no se demore en llegar. 2Lo único que te ofrece la otra opción es vagar sin rumbo, sin propósito y sin haber logrado nada en absoluto. 3Y mientras tu hermano siga dormido y no se haya liberado del pasado, te atormentará una sensación de futilidad por no haber llevado a cabo la función que se te encomendó. 4Se te ha encomen­dado salvar de la condenación a aquel que se condenó a sí mismo, y a ti junto con él, para que así tanto tú como él os podáis salvar. 5Y ambos veréis la gloria de Dios en Su Hijo, a quien tomasteis por carne y a quien sometisteis a leyes que no tienen poder alguno sobre él.

10. ¿No te alegraría descubrir que no estás sujeto a esas leyes? 2No lo veas a él, entonces, como prisionero de ellas. 3No es posible que lo que gobierna a una parte de Dios no gobierne al resto. 4Te sometes a ti mismo a las leyes que consideras que rigen a tu her­mano. 5Piensa, entonces, cuán grande tiene que ser el Amor de Dios por ti, para que Él te haya dado una parte de Sí Mismo a fin de evitarte dolor y brindarte dicha. 6Y nunca dudes de que tu deseo de ser especial desaparecerá ante la Voluntad de Dios, que ama y cuida cada aspecto de Sí Mismo por igual. 7El Cristo en ti puede ver a tu hermano correctamente. 8¿Te opondrías entonces a la santidad que Él ve?

11. Ser especial es la función que tú te asignaste a ti mismo. 2Te representa exclusivamente a ti, como un ser que se creó a sí mismo, auto-suficiente, sin necesidad de nada y separado de todo lo que se encuentra más allá de su cuerpo. 3Ante los ojos del espe­cialismo tú eres un universo separado, capaz de mantenerse com­pleto en sí mismo, con todas las puertas aseguradas contra cual­quier intromisión y todas las ventanas cerradas herméticamente para no dejar pasar la luz. 4Y al estar siempre furioso por el cons­tante ataque al que siempre crees estar sometido y al sentir que tu ira está plenamente justificada, te has empeñado en lograr este objetivo con un ahínco del cual jamás pensaste desistir y con un esfuerzo que nunca pensaste abandonar. 5Y toda esa feroz deter­minación fue para esto: querías que ser especial fuese la verdad.

12. Ahora simplemente se te pide que persigas otra meta que requiere mucha menos vigilancia, muy poco esfuerzo y muy poco tiempo, y que está apoyada por el poder de Dios que garantiza tu éxito. 2Sin embargo, de las dos metas, ésta es la que te resulta más difícil. 3Entiendes el "sacrificio" de tu ser que la otra supone, aun­que no consideras que ello sea un costo excesivo. 4Pero tener un poco de buena voluntad, darle una señal de asentimiento a Dios, o darle la bienvenida al Cristo en ti, te parece una carga agotadora y tediosa, demasiado pesada para ti. 5Sin embargo, la dedicación a la verdad tal como Dios la estableció no entraña sacrificios ni con­lleva esfuerzo alguno, y todo el poder del Cielo y la fuerza de la verdad misma se te dan a fin de proveerte los medios y garantizar la consecución de la meta.

13. Tú que crees que es más fácil ver el cuerpo de tu hermano que su santidad, asegúrate de que entiendes lo que dio lugar a ese juicio. 2Ahí es donde se oye claramente la voz del deseo de ser especial juzgando contra Cristo y estableciendo el objetivo que puedes alcanzar y lo que no puedes hacer. 3No olvides que ese juicio debe aplicarse igualmente a lo que haces con él en cuanto que aliado tuyo. 4Pero lo que haces a través de Cristo él no lo sabe. 5Para Cristo dicho juicio no tiene ningún sentido, pues sólo lo que la Voluntad de Su Padre dispone es posible y no hay ninguna otra alternativa que Él pueda ver. 6Y de Su absoluta falta de conflicto procede tu paz. 7Y de Su propósito, los medios para lograr fácilmente tu objetivo y hallar descanso.

 

LECCIÓN 276

 

Se me ha dado la Palabra de Dios para que la comparta.

 

1. ¿Qué dice la Palabra de Dios? 2"Mi Hijo es tan puro y santo como Yo Mismo." 3Así fue como Dios se convirtió en el Padre del Hijo que Él ama, pues así fue como lo creó. 4Ésta es la Palabra que el Hijo no creó con el Padre, pues nació como resultado de ella. 5Aceptemos Su Paternidad, y todo se nos dará. 6Mas si negamos que fuimos creados en Su Amor, estaremos negando nuestro Ser, y así, no tendremos certeza acerca de quiénes somos, Quién es nuestro Padre y cuál es nuestro propósito aquí. 7No obstante, sólo con que reconozcamos a Aquel que nos dio Su Palabra en nuestra creación, Su recuerdo aflorará de nuevo en nuestras mentes y así podremos recordar a nuestro Ser.

2. Padre, he hecho mía Tu Palabra. ?Y es ésta la que les quiero compartir a todos mis hermanos, quienes me fueron confiados para que los amara como si fuesen míos, tal como yo soy amado, bendecido y salvado por Ti.

 

3 DE OCTUBRE

VII. El punto de encuentro

1. ¡Cuán tenazmente defiende su especialismo -deseando que sea verdad- todo aquel que se encuentra encadenado a este mundo!  2Su deseo es ley para él, y él lo obedece. 3Todo lo que su deseo de ser especial exige, él se lo concede. 4Nada que este amado deseo necesite, él se lo niega. 5Y mientras este deseo lo llame, él no oirá otra Voz. 6Ningún esfuerzo es demasiado grande, ningún costo excesivo ni ningún precio prohibitivo a la hora de salvar su deseo de ser especial del más leve desaire, del más mínimo ataque, de la menor duda, del menor indicio de amenaza, o de lo que sea, excepto de la reverencia más absoluta. 7Éste es tu hijo, amado por ti como tú lo eres por tu Padre. 8Él es quien ocupa el lugar de tus creaciones, que sí son tu hijo, y que se te dieron para que compartieses la Paternidad de Dios, no para que se la arrebatases. 9¿Quién es este hijo que has hecho para que sea tu fortaleza? 10¿Qué criatura de la tierra es ésta sobre la que se vuelca tanto amor? 11¿Qué parodia de la creación de Dios es ésta que ocupa el lugar de tus creaciones? 12¿Y dónde se encuentran éstas, ahora que el anfitrión de Dios ha encontrado otro hijo al que prefiere en lugar de ellas?

2. El recuerdo de Dios no brilla a solas. 2Lo que se encuentra en tu hermano todavía contiene dentro de sí toda la creación, todo lo creado y todo lo que crea, todo lo nacido o por nacer; lo que todavía está en el futuro y lo que aparentemente ya pasó. 3Lo que se encuentra en él es inmutable, y cuando reconozcas esto, reco­nocerás también tu propia inmutabilidad. 4La santidad que mora en ti le pertenece a tu hermano. 5Y al verla en él, regresa a ti. 6Todo tributo que le hayas prestado a tu especialismo le corres­ponde a él, y de esta manera regresa a ti. 7Todo el amor y cuidado que le profesas a tu especialismo, la absoluta protección que le ofreces, tu constante desvelo por él día y noche, tu profunda preo­cupación, así como la firme convicción de que eso es lo que eres, le corresponden a tu hermano. 8Todo lo que le has dado a tu especialismo le corresponde a él. 9Y todo lo que le corresponde a él te corresponde a ti.

3. ¿Cómo ibas a poder reconocer tu valía mientras te domine el deseo de ser especial? 2¿Cómo no ibas a poder reconocerla en su santidad? 3No trates de convertir tu especialismo en la verdad, pues si lo fuese estarías ciertamente perdido. 4En lugar de ello, siéntete agradecido de que se te haya concedido ver la santidad de tu hermano debido a que es la verdad. 5Y lo que es verdad con respecto a él tiene que ser igualmente verdad con respecto a ti.

4. Hazte a ti mismo esta pregunta: ¿Puedes proteger la mente? 2El cuerpo sí, un poco, mas no del tiempo, sino temporalmente. 3Y mucho de lo que crees que lo protege, en realidad le hace daño. 4¿Para qué quieres proteger el cuerpo? 5Pues en esa elección radica tanto su salud como su destrucción. 6Si lo proteges para exhibirlo o como carnada para pescar otro pez, o bien para alber­gar más elegantemente tu especialismo o para tejer un marco de hermosura alrededor de tu odio, lo estás condenando a la putre­facción y a la muerte. 7Y si ves ese mismo propósito en el cuerpo de tu hermano, tal es la condena del tuyo. 8Teje, en cambio, un marco de santidad alrededor de tu hermano, de modo que la verdad pueda brillar sobre él y salvarte a ti de la putrefacción.

5. El Padre mantiene a salvo todo lo que creó, 2lo cual no se ve afectado por las falsas ideas que has inventado, debido a que tú no fuiste su creador. 3No permitas que tus absurdas fantasías te atemoricen. 4Lo que es inmortal no puede ser atacado y lo que es sólo temporal no tiene efectos. 5Únicamente el propósito que ves en ello tiene significado, y si éste es verdad, su seguridad está garantizada. 6Si no es verdad, no tiene propósito alguno, ni sirve como medio para nada. 7Cualquier cosa que se perciba como medio para la verdad comparte la santidad de ésta y descansa en una luz tan segura como la verdad misma. 8Esa luz no desaparecerá cuando ello se haya desvanecido. 9Su santo propósito le con­firió inmortalidad, encendiendo otra luz en el Cielo, que tus creaciones reconocen como un regalo procedente de ti: como una señal de que no te has olvidado de ellas.

6. La prueba a la que puedes someter todas las cosas en esta tie­rra es simplemente esta: ¿"Para qué es"? 2La contestación a esta pregunta es lo que le confiere el significado que ello tiene para ti. 3De por sí, no tiene ninguno, sin embargo, tú le puedes otorgar realidad, según el propósito al que sirvas. 4En esto no eres más que un medio, al igual que ello. 5Dios es a la vez Medio y Fin. 6En el Cielo, los medios y el fin son uno y lo mismo, y son uno con Él. 9Éste es el estado de verdadera creación, el cual no se encuentra en el tiempo, sino en la eternidad. 8Es algo indescriptible para cualquiera aquí. 9No hay modo de aprender lo que ese estado significa. 10No se comprenderá hasta que vayas más allá de lo Dado y vuelvas a construir un santo hogar para tus creaciones.

7. Un co-creador con el Padre tiene que tener un Hijo. 2Sin embargo, este Hijo tiene que haber sido creado a semejanza de Sí Mismo: como un ser perfecto, que todo lo abarca y es abarcado por todo, al que no hay nada que añadir ni nada que restar; un ser que no tiene tamaño, que no ha nacido en ningún lugar o tiempo ni está sujeto a límites o incertidumbres de ninguna clase. 3Ahí los medios y el fin se vuelven uno, y esta unidad no tiene fin. 4Todo esto es verdad, y, sin embargo, no significa nada para quien todavía retiene en su memoria una sola lección que aún no haya aprendido, un solo pensamiento cuyo propósito sea aún incierto o un solo deseo con dos objetivos.  

8. Este curso no pretende enseñar lo que no se puede aprender fácilmente. 2Su alcance no excede el tuyo, excepto para señalar que lo que es tuyo te llegará cuando estés listo. 3Aquí los medios y el propósito están separados porque así fueron concebidos y así se perciben. 4Por lo tanto, los tratamos como si lo estuviesen. 5Es esencial tener presente que toda percepción seguirá estando invertida hasta que se haya comprendido su propósito. 6La percepción no parece ser un medio. 7Y es esto lo que hace que sea tan difícil entender hasta qué punto depende del propósito que tú le asignas. 8Parece que es la percepción la que te enseña lo que ves. 9Sin embargo, lo único que hace es dar testimonio de lo que tú enseñaste. 10Es el cuadro externo de un deseo: la imagen de lo que tú querías que fuese verdad.

9. Contémplate a ti mismo y verás un cuerpo. 2Contempla este cuerpo bajo otra luz y se verá diferente. 3Y sin ninguna luz pare­cerá haber desaparecido. 4Sin embargo, estás convencido de que está ahí porque aún puedes sentirlo con tus manos y oír sus movi­mientos. 5He aquí la imagen que quieres tener de ti mismo; 6el medio para hacer que tu deseo se cumpla. 7Te proporciona los ojos con los que lo contemplas, las manos con las que lo sientes y los oídos con los que escuchas los sonidos que emite. 8De este modo te demuestra su realidad.

10. Así es como el cuerpo se convierte en una teoría de ti mismo, sin proveerte de nada que pueda probar que hay algo más allá de él, ni de ninguna posibilidad de escape a la vista. 2Cuando se contempla a través de sus propios ojos, su curso es inescapable. 3El cuerpo crece y se marchita, florece y muere. 4Y tú no puedes concebirte a ti mismo aparte de él. 5Lo tildas de pecaminoso y odias sus acciones, tachándolo de malvado. 6No obstante, tu deseo de ser especial susurra: "He aquí a mi amado hijo, en quien me complazco". 7Así es como el "hijo" se convierte en el medio para apoyar el propósito de su "padre". 8No es idéntico, ni siquiera parecido, aunque aún es el medio de ofrecer al "padre" lo que él quiere. 9Tal es la parodia que se hace de la creación de Dios. 10Pues de la misma manera en que haber creado a Su Hijo hizo feliz al Padre -además de dar testimonio de Su Amor y de com­partir Su propósito- así el cuerpo da testimonio de la idea que lo concibió, y habla en favor de la realidad y verdad de ésta.

11. De esta manera se concibieron dos hijos, y ambos parecen cami­nar por esta tierra sin un lugar donde poderse reunir y sin un punto de encuentro. 2A uno de ellos -tu amado hijo- lo percibes como externo a ti. 3El otro -el Hijo de su Padre- descansa en el interior de tu hermano tal como descansa en el tuyo. 4La diferen­cia entre ellos no estriba en sus apariencias, ni en el lugar hacia donde se dirigen y ni siquiera en lo que hacen. 5Tienen distintos propósitos. 6Eso es lo que los une a los que son semejantes a ellos y lo que los separa de todo lo que tiene un propósito diferente. 7El Hijo de Dios conserva aún la Voluntad de su Padre. 8El hijo del hombre percibe una voluntad ajena y desea que sea verdad. 9Y así, su percepción apoya su deseo, haciendo que parezca verdad. 10La percepción, sin embargo, puede servir para otro propósito. 11No está sujeta al deseo de ser especial, excepto si así lo decides. 12Y se te ha concedido poder tomar otra decisión y usar la percepción para un propósito diferente. 13Y lo que veas servirá debidamente para ese propósito y te demostrará su realidad.

 

LECCIÓN 277

 

No dejes que aprisione a Tu Hijo con leyes que yo mismo inventé.

 

1. Tu Hijo es libre, Padre mío. 2No dejes que me imagine que lo he apri­sionado con las leyes que yo mismo inventé para que gobernasen el cuerpo. 3Él no está sujeto a ninguna de las leyes que promulgué para ofrecerle más seguridad al cuerpo. 4Lo que cambia no puede alterarlo a él en absoluto. 5Él no es esclavo de ninguna de las leyes del tiempo. 6Él es tal como Tú lo creaste porque no conoce otra ley que la del amor.

2. No adoremos ídolos ni creamos en ninguna ley que la idolatría quiera maquinar para ocultar la libertad de que goza el Hijo de Dios. 2El Hijo de Dios no está encadenado por nada excepto por sus propias creencias. 3Mas lo que él es, está mucho más allá de su fe en la esclavitud o en la libertad. 4Es libre por razón de Quién es su Padre. 5Y nada puede aprisionarlo a menos que la verdad de Dios pueda mentir y Dios pueda disponer engañarse a Sí Mismo.

 

LECCIÓN 278

 

Si estoy aprisionado, mi Padre no es libre.

 

1. Si acepto que estoy aprisionado dentro de un cuerpo, en un mundo en el que todo lo que aparentemente vive parece morir, entonces mi Padre está aprisionado al igual que yo. 2Y esto es lo que creo cuando afirmo que tengo que obedecer las leyes que el mundo obedece, y que las flaquezas y los pecados que percibo son reales e ineludibles. 3Si de algún modo estoy aprisionado, ello sig­nifica que no conozco ni a mi Padre ni a mi Ser. 4Y significa asi­mismo que no formo parte de la realidad en absoluto, 5pues la verdad es libre, y lo que está aprisionado no forma parte de la verdad.

2. Padre, lo único que pido es la verdad. 2He tenido muchos pensamien­tos descabellados acerca de mí mismo y de mi creación, y he introducido en mi mente un sueño de miedo. 3Hoy no quiero soñar. 4Elijo el camino que conduce a Ti en lugar de la locura y el miedo. 5Pues la verdad está a salvo, y sólo el amor es seguro.

 

LECCIÓN 279

 

La libertad de la creación garantiza la mía.

 

1. Se me ha prometido el fin de los sueños porque el Amor de Dios no abandonó a Su Hijo. 2Únicamente en sueños parece él estar aprisionado, en espera de una libertad futura, si es que ésta ha de llegan 3Pero en realidad sus sueños ya se acabaron, y la verdad ocupa su lugar. 4Ahora él es libre. 5¿Por qué he de seguir esperando mi libertad encadenado, cuando ya he sido liberado de mis cadenas y Dios me ofrece la libertad ahora?

2. Hoy aceptaré Tus promesas y depositaré mi fe en ellas. 2Mi Padre ama a aquel a quien creó como Su Hijo. 3¿Me negarías, entonces, los regalos que me hiciste?

 

6 DE OCTUBRE

Capítulo 25

LA JUSTICIA DE DIOS

 

Introducción

1. El Cristo en ti no habita en un cuerpo. 2Sin embargo, está en ti. 3De ello se deduce, por lo tanto, que no estás dentro de un cuerpo. 4Lo que se encuentra dentro de ti no puede estar afuera. 5Y es cierto que no puedes estar aparte de lo que constituye el centro mismo de tu vida. 6Lo que te da vida no puede estar alojado en la muerte, 7de la misma manera en que tú tampoco puedes estarlo. 8Cristo se encuentra dentro de un marco de santidad cuyo único propósito es permitir que Él se pueda poner de manifiesto ante aquellos que no le conocen y así llamarlos a que vengan a Él y lo vean allí donde antes creían estaban sus cuerpos. 9Sus cuerpos entonces desaparecerán, de modo que Su santidad pase a ser su marco.

2. Nadie que lleve a Cristo dentro de sí puede dejar de recono­cerlo en ninguna parte. 2Excepto en cuerpos. 3Pero mientras alguien crea estar en un cuerpo, Cristo no podrá estar donde él cree estar. 4Y así, lo llevará consigo sin darse cuenta, pero no lo pondrá de manifiesto. 5Y de este modo no reconocerá dónde se encuentra. 6El hijo del hombre no es el Cristo resucitado. 7El Hijo de Dios, no obstante, mora exactamente donde el hijo del hombre está, y camina con él dentro de su santidad, la cual es tan fácil de ver como lo es la manifestación de su deseo de ser especial en su cuerpo.

3. El cuerpo no tiene necesidad de curación. 2Pero la mente que cree ser un cuerpo, ciertamente está enferma. 3Y aquí es donde Cristo suministra el remedio. 4Su propósito envuelve al cuerpo en Su luz y lo llena con la santidad que irradia desde Él. 5Y nada que el cuerpo diga o haga deja de ponerlo a Él de manifiesto. 6De este modo, el cuerpo lleva a Cristo, dulce y amorosamente, ante aquellos que no lo conocen, para así sanar sus mentes. 7Tal es la misión que tu hermano tiene con respecto a ti. 8Y tu misión con respecto a él no puede sino ser la misma.

 

I. El vínculo con la verdad

1. No puede ser difícil llevar a cabo la tarea que Cristo te enco­mendó, pues es Él quien la desempeña. 2Y a medida que la llevas a cabo, aprendes que el cuerpo sólo aparenta ser el medio para ejecutarla. 3Pues la Mente es Suya. 4Por lo tanto, tiene que ser tuya. 5Su santidad dirige al cuerpo a través de la mente que es una con Él. 6Y tú te pones de manifiesto ante tu santo hermano, tal como él lo hace ante ti. 7He aquí el encuentro del santo Cristo Consigo Mismo, donde no se percibe ninguna diferencia que se interponga entre ninguno de los aspectos de Su santidad, los cua­les se encuentran, se funden y elevan a Cristo hasta Su Padre, íntegro, puro y digno de Su Amor eterno.

2. ¿De qué otra manera podrías poner de manifiesto al Cristo en ti, sino contemplando la santidad y viéndolo a Él en ella? 2La percepción te dice que tú te pones de manifiesto en lo que ves. 3Si contemplas el cuerpo, creerás que ahí es donde te encuentras tú. 4Y todo cuerpo que veas te recordará a ti mismo: tu pecaminosi­dad, tu maldad, pero sobre todo, tu muerte. 5¿No aborrecerías e incluso intentarías matar a quien te dijese algo así? 6El mensaje y el mensajero son uno. 7Y no puedes sino ver a tu hermano como te ves a ti mismo. 8Enmarcado en su cuerpo verás su pecaminosi­dad, en la que tú te alzas condenado. 9En su santidad, el Cristo en él se proclama a Sí Mismo como lo que eres tú.

3. La percepción es la elección de lo que quieres ser, del mundo en el que quieres vivir y del estado en el que crees que tu mente se encontrará contenta y satisfecha. 2La percepción elige donde crees que reside tu seguridad, de acuerdo con tu decisión. 3Te revela lo que eres tal como tú quieres ser. 4Y es siempre fiel a tu propósito, del que nunca se aparta, y no da el más mínimo testi­monio de nada que no esté de acuerdo con el propósito de tu mente. 5Lo que percibes es parte de lo que tienes como propósito contemplar, pues los medios y el fin no están nunca separados. 6Y así aprendes que lo que parece tener una vida aparte en realidad no tiene vida en absoluto.

4. Tú eres el medio para llegar a Dios; no estás separado ni tienes una vida aparte de la Suya. 2Su Vida se pone de manifiesto en ti que eres Su Hijo. 3Cada uno de Sus aspectos está enmarcado en santidad y pureza perfectas, y en un amor celestial tan absoluto que sólo anhela liberar todo lo que contempla para que se una a él. 4Su resplandor brilla a través de cada cuerpo que contempla, y lleva toda la oscuridad de éstos ante la luz al mirar simplemente más allá de ella hacia la luz. 5El velo se descorre mediante su ternura y nada oculta la faz de Cristo de los que la contemplan. 6Tu hermano y tú os encontráis ante Él ahora, para dejar que Él descorra el velo que parece manteneros separados y aparte.

5. Puesto que crees estar separado, el Cielo se presenta ante ti como algo separado también. 2No es que lo esté realmente, sino que se presenta así a fin de que el vínculo que se te ha dado para que te unas a la verdad pueda llegar hasta ti a través de lo que entiendes. 3El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son Uno, de la misma manera en que todos tus hermanos están unidos en la verdad cual uno. 4Cristo y Su Padre jamás han estado separados, y Cristo mora en tu entendimiento, en aquella parte de ti que comparte la Voluntad de Su Padre. 5El Espíritu Santo es el vín­culo entre la otra parte -el demente y absurdo deseo de estar separado, de ser diferente y especial- y el Cristo, para hacer que la unicidad* le resulte clara a lo que es realmente uno. 6En este mundo esto no se entiende, pero se puede enseñar.

6. El Espíritu Santo apoya el propósito de Cristo en tu mente, de forma que tu deseo de ser especial pueda ser corregido allí donde se encuentra el error. 2Debido a que Su propósito sigue siendo el mismo que el del Padre y el del Hijo, Él conoce la Voluntad de Dios, así como lo que tú realmente quieres. 3Pero esto sólo lo puede comprender la mente que se percibe a sí misma como una, y que, consciente de que es una, lo experi­menta así. 4La función del Espíritu Santo es enseñarte cómo expe­rimentar esta unicidad, qué tienes que hacer para experimentarla y adónde debes dirigirte para lograrlo.

7. De acuerdo con esto, se considera al tiempo y al espacio como si fueran distintos, pues mientras pienses que una parte de ti está separada, el concepto de una unicidad unida cual una sola no tendrá sentido. 2Es obvio que una mente así de dividida jamás podría ser el maestro de la Unicidad que une a todas las cosas dentro de Sí. 3Y, por lo tanto, lo que está dentro de esta mente, y en efecto une a todas las cosas, no puede sino ser su Maestro. 4Él necesita, no obstante, utilizar el idioma que dicha mente entiende, debido a la condición en que esta mente cree encontrarse. 5Y tiene que valerse de todo lo que ella ha aprendido para transformar las ilusiones en verdad y eliminar todas tus falsas ideas acerca de lo que eres, a fin de conducirte allende la verdad que se encuentra más allá de ellas. 6Todo lo cual puede resumirse muy simple­mente de la siguiente manera:

 

7Lo que es lo mismo no puede ser diferente, y lo que es uno no puede tener partes separadas.

 

LECCIÓN 280

 

¿Qué límites podría imponerle yo al Hijo de Dios?

 

1. Aquel que Dios creó ilimitado es libre. 2Puedo inventar una prisión para él, mas sólo en ilusiones, no en la realidad. 3Níngún Pensamiento de Dios ha abandonado la Mente de su Padre; 4ningún Pensamiento de Dios está limitado en modo alguno; 5ningún Pensamiento de Dios puede dejar de ser eternamente puro. 6¿Puedo acaso imponerle límites al Hijo de Dios, cuando su Padre dispuso que fuese ilimitado y semejante a Él en libertad y amor?

2. Hoy quiero rendir honor a Tu Hijo, pues sólo así puedo encontrar el camino que me conduce hasta Ti. 2Padre, no le impondré límite alguno al Hijo que Tú amas y que creaste ilimitado. 3El honor que le rindo a él Te lo rindo a Ti, y lo que es para Ti es también para mí.

 

7 DE OCTUBRE

II. El que te salva de las tinieblas

1. ¿No es evidente que lo que perciben los ojos del cuerpo te infunde miedo? 2Tal vez pienses que aún puedes encontrar en ello alguna esperanza de satisfacción. 3Tal vez tengas fantasías de poder alcanzar cierta paz y satisfacción en el mundo tal como lo percibes. 4Mas ya tiene que ser evidente para ti que el desenlace es siempre el mismo. 5A pesar de tus esperanzas y fantasías, el resultado final es siempre la desesperación. 6Y en esto no hay excepciones ni nunca las habrá. 7Lo único de valor que el pasado te puede ofrecer es que aprendas que jamás te dio ninguna recompensa que quisieses conservar. 8Pues sólo así estarás dis­puesto a renunciar a él y a que desaparezca para siempre.

2. ¿No es extraño que aún abrigues esperanzas de hallar satisfac­ción en el mundo que ves? 2Pues se mire como se mire, tu recom­pensa, en todo momento y situación, no ha sido sino miedo y culpabilidad. 3¿Cuánto tiempo necesitas para darte cuenta de que la posibilidad de que esto cambie no justifica el que sigas pospo­niendo el cambio que puede dar lugar a algo mejor? 4Pues una cosa es segura: la manera en que ves y has estado viendo por largo tiempo, no te ofrece nada en que basar tus esperanzas acerca del futuro ni indicación alguna de que vayas a tener éxito. 5Poner tus esperanzas en algo que no te ofrece ninguna espe­ranza no puede sino hacerte sentir desesperanzado. 6No obstan­te, esta desesperanza es tu elección, y persistirá mientras sigas buscando esperanzas allí donde jamás puede haber ninguna.

3. Mas ¿no es cierto también que aparte de esto has encontrado alguna esperanza, un cierto vislumbre -inconstante y variable, aunque levemente visible- de que está justificado tener esperan­zas basándote en razones que no son de este mundo? 2Sin embargo, tu esperanza de todavía poder encontrar esperanzas en este mundo te impide abandonar la infructuosa e imposible tarea que te impusiste a ti mismo. 3¿Cómo iba a tener sentido albergar la creencia fija de que hay razón para seguir buscando lo que nunca dio resultado, basándose en la idea de que de repente ten­drá éxito y te proporcionará lo que nunca antes te había propor­cionado?

4. En el pasado siempre fracasó. 2Alégrate de que haya desapare­cido de tu mente y de que ya no nuble lo que se encuentra allí. 3No confundas la forma con el contenido, pues la forma no es más que un medio para el contenido. 4Y el marco no es sino un medio para sostener el cuadro de manera que éste se pueda ver. 5Pero el marco que oculta al cuadro no sirve para nada. 6No puede ser un marco si eso es lo que ves. 7Sin el cuadro, el marco no tiene sen­tido, 8pues el propósito de éste es realzar el cuadro, no a sí mismo.

5. ¿Quién colgaría un marco vacío en la pared y se pararía delante de él contemplándolo con la más profunda reverencia, como si de una obra maestra se tratase? 2Mas si ves a tu hermano como un cuerpo, eso es lo que estás haciendo. 3La obra maestra que Dios ha situado dentro de este marco es lo único que se puede ver. 4El cuerpo la contiene por un tiempo, pero no la empaña en absoluto. 5Mas lo que Dios ha creado no necesita marco, pues lo que Él ha creado, Él lo apoya y lo enmarca dentro de Sí Mismo. 6Él te ofrece Su obra maestra para que la veas. 7¿Pre­ferirías ver el marco en su lugar y no ver el cuadro?

6. El Espíritu Santo es el marco que Dios ha puesto alrededor de aquella parte de Él que tú quisieras ver como algo separado. 2Ese marco, no obstante, está unido a su Creador y es uno con Él y con Su obra maestra. 3Ése es su propósito, y tú no puedes convertir el marco en el cuadro sólo porque elijas ver el marco en su lugar. 4El marco que Dios le ha proporcionado apoya únicamente Su pro­pósito, no el tuyo separado del Suyo. 5Es ese otro propósito que tienes lo que empaña el cuadro, y lo que, en lugar de éste, tiene al marco en gran estima. 6Mas Dios ha ubicado Su obra maestra en un marco que durará para siempre, después de que el tuyo se haya desmoronado y convertido en polvo. 7No creas, no obs­tante, que el cuadro será destruido en modo alguno. 8Lo que Dios crea está a salvo de toda corrupción y permanece inmutable y perfecto en la eternidad.

7. Acepta el marco de Dios en vez del tuyo y verás la obra maes­tra. 2Contempla su belleza, y entiende la Mente que la concibió, no en carne y hueso, sino en un marco tan bello como Ella Misma. 3Su santidad ilumina la impecabilidad* que el marco de las tinieblas oculta, y arroja un velo de luz sobre la faz del cuadro que no hace sino reflejar la luz que desde ella se irradia hacia su Creador. 4No creas que por haberla visto en un marco de muerte esta faz estuvo jamás nublada. 5Dios la mantuvo a salvo para que pudieses contemplarla y ver la santidad que Él le otorgó.

8. Vislumbra dentro de la oscuridad al que te salva de las tinie­blas, y entiende a tu hermano tal como te lo muestra la Mente de tu Padre. 2Al contemplarlo él emergerá de las tinieblas y ya nunca más verás la oscuridad. 3Las tinieblas no lo afectaron, como tam­poco te afectaron a ti que lo extrajiste de ellas para poderlo con­templar. 4Su impecabilidad no hace sino reflejar la tuya. 5Su mansedumbre se vuelve tu fortaleza, y ambos miraréis en vuestro interior gustosamente y veréis la santidad que debe estar ahí por razón de lo que viste en él. 6Él es el marco en el que está montada tu santidad, y lo que Dios le dio tuvo que habérsete dado a ti. 7Por mucho que él pase por alto la obra maestra en sí mismo y vea sólo un marco de tinieblas, tu única función sigue siendo ver en él lo que él no ve. 8Y al hacer esto, compartes la visión que contempla a Cristo en lugar de a la muerte.

9. ¿Cómo no iba a complacer al Señor de los Cielos que aprecies Su obra maestra? 2¿Qué otra cosa podría hacer sino darte las gra­cias a ti que amas a Su Hijo como Él lo ama? 3¿No te daría a conocer Su Amor, sólo con que te unieses a Él para alabar lo que Él ama? 4Dios ama la creación como el perfecto Padre que es. 5Y de esta manera, Su alegría es total cuando cualquier parte de Él se une a Sus alabanzas y comparte Su alegría. 6Este hermano es el perfecto regalo que Él te hace. 7Y Dios se siente feliz y agradecido cuando le das las gracias a Su perfecto Hijo por razón de lo que es. 8Y todo Su agradecimiento y felicidad refulgen sobre ti que haces que Su alegría sea total, junto con Él. 9Y así, tu alegría se vuelve total. 10Aquellos cuya voluntad es que la felicidad del Padre sea total, y la suya junto con la de Él, no pueden ver ni un solo rayo de oscuridad. 11Dios Mismo ofrece Su gratitud libre­mente a todo aquel que comparte Su propósito. 12Su Voluntad no es estar solo. 13Ni la tuya tampoco.

10. Perdona a tu hermano, y no podrás separarte de él ni de su Padre. 2No necesitas perdón, pues los que son totalmente puros jamás han pecado. 3Da, entonces, lo que Él te ha dado, para que puedas ver que Su Hijo es uno, y dale gracias a su Padre como Él te las da a ti. 4No creas que Sus alabanzas no son para ti también. 5Pues lo que tú das es Suyo, y al darlo, comienzas a entender el don que Él te ha dado. 6Dale al Espíritu Santo lo que Él le ofrece al Padre y al Hijo por igual. 7Nada tiene poder sobre ti excepto Su Voluntad y la tuya, la cual no hace sino extender la Suya. 8Para eso fuiste creado, al igual que tu hermano, quien es uno contigo.

11. Sois lo mismo, tal como Dios Mismo es Uno, al no estar Su Voluntad dividida. 2Y no podéis sino tener un solo propósito, puesto que Él os dio el mismo propósito a ambos. 3Su Voluntad se unifica a medida que unes tu voluntad a la de tu hermano, a fin de que se restaure tu plenitud al ofrecerle a él la suya. 4No veas en él la pecaminosidad que él ve, antes bien, hónrale para que puedas apreciarte a ti mismo así como a él. 5Se os ha otor­gado a cada uno de vosotros el poder de salvar, para que escapar de las tinieblas a la luz sea algo que podáis compartir, y para que podáis ver como uno solo lo que nunca ha estado separado ni excluido de todo el Amor de Dios, el cual Él da a todos por igual.

 

7. ¿Qué es el Espíritu Santo?

 

1. El Espíritu Santo es el mediador entre las ilusiones y la verdad. 2Puesto que tiene que salvar la brecha entre la realidad y los sue­Ã±os, la percepción conduce al conocimiento a través de la gracia que Dios le ha dado para que sea el regalo que le hace a todo aquel que acude a Él en busca de la verdad. 3A través del puente que Él tiende se llevan todos los sueños ante la verdad para que la luz del conocimiento los disipe. 4Allí los sonidos y las imáge­nes se descartan para siempre. 5Y donde antes se percibían, el perdón ha hecho posible el tranquilo final de la percepción.

2. El objetivo de las enseñanzas del Espíritu Santo es precisa­mente acabar con los sueños. 2Pues todo sonido e imagen tiene que transformarse de testigo del miedo en testigo del amor. 3Y cuando esto se logre, el aprendizaje habrá alcanzado el único obje­tivo que jamás tuvo realmente. 4Pues el aprendizaje, tal como el Espíritu Santo lo utiliza a fin de alcanzar el resultado que Él per­cibe para él, se convierte en el medio que se transciende a sí mismo, de manera que pueda ser reemplazado por la Verdad Eterna.

3. Si supieses cuánto anhela tu Padre que reconozcas tu impeca­bilidad, no dejarías que Su Voz te lo pidiese en vano, ni le darías la espalda a lo que Él te ofrece para reemplazar a todas las imágenes y sueños atemorizantes que tú has forjado. 2El Espíritu Santo entiende los medios que fabricaste para alcanzar lo que por siem­pre ha de ser inalcanzable. 3Mas si se los ofreces a Él, Él se valdrá de esos medios que inventaste a fin de exiliarte para llevar a tu mente allí donde verdaderamente se encuentra en su hogar.

4. Desde el conocimiento, donde Dios lo ubicó, el Espíritu Santo te exhorta a dejar que el perdón repose sobre tus sueños para que puedas recobrar la cordura y la paz interior. 2Sin el perdón, tus sueños seguirán aterrorizándote. 3Y el recuerdo de todo el Amor de tu Padre no podrá retornar a tu mente para proclamar que a los sueños les ha llegado su fin.

5. Acepta el regalo que Tu Padre te hace. 2Es un llamamiento que el Amor le hace al Amor para que tan sólo sea lo que es. 3El Espíritu Santo es el regalo de Dios mediante el cual se le restituye la quietud del Cielo al bienamado Hijo de Dios. 4¿Te negarías a asumir la función de completar a Dios, cuando todo lo que Su Voluntad dispone es que tú estés completo?

 

LECCIÓN 281

 

Nada, excepto mis propios pensamientos, me puede hacer daño.

 

1. Padre, Tu Hijo es perfecto. 2Cuando pienso que algo o alguien me ha hecho daño, es porque me he olvidado de quién soy y de que soy tal como Tú me creaste. 3Tus Pensamientos sólo pueden proporcionarme felici­dad. 4Si me siento triste, herido o enfermo, es porque he olvidado lo que Tú piensas, y he implantado mis absurdas ideas en el lugar donde a Tus Pensamientos les corresponde estar, y donde están. 5Nada, excepto mis propios pensamientos, me puede hacer daño. 6Los Pensamientos que pienso Contigo sólo pueden bendecir, 7y sólo ellos son verdad.

2. Hoy no me haré daño a mí mismo. 2Pues me encuentro mucho más allá de cualquier dolor. 3Mi Padre me puso a salvo en el Cielo y vela por mí. 4Y yo no quiero atacar al Hijo que Él ama porque lo que Él ama es también objeto de mi amor.

 

8 DE OCTUBRE

III. Percepción y elección

1. En la medida en que atribuyas valor a la culpabilidad, en esa misma medida percibirás un mundo en el que el ataque está justi­ficado. 2En la medida en que reconozcas que la culpabilidad no tiene sentido, en esa misma medida percibirás que el ataque no puede estar justificado. 3Esto concuerda con la ley fundamental de la percepción: ves lo que crees que está ahí, y crees que está ahí porque quieres que lo esté. 4La percepción no está regida por ninguna otra ley que ésa. 5Todo lo demás se deriva de ella, para sustentarla y darle apoyo. 6Ésta es la forma que, ajustada a este mundo, adopta la percepción de la ley más básica de Dios: que el amor crea amor y nada más que amor.

2. Las leyes de Dios no pueden gobernar directamente en un mundo regido por la percepción, pues un mundo así no pudo haber sido creado por la Mente para la cual la percepción no tiene sentido. 2Sus leyes, no obstante, se ven reflejadas por todas partes. 3No es que el mundo donde se ven reflejadas sea real en absoluto. 4Es real sólo porque Su Hijo cree que lo es, y Dios no pudo permitirse a Sí Mismo separarse completamente de lo que Su Hijo cree. 5Él no pudo unirse a la demencia de Su Hijo, pero sí pudo asegurarse de que Su cordura lo acompañase siempre, para que no se pudiese perder eternamente en la locura de su deseo.

3. La percepción se basa en elegir, pero el conocimiento no. 2El conocimiento está regido por una sola ley porque sólo tiene un Creador. 3Pero este mundo fue construido por dos hacedores que no lo ven de la misma manera. 4Para cada uno de ellos el mundo tiene un propósito diferente, y es el medio perfecto para apoyar el objetivo para el que se percibe. 5Para aquel que desea ser espe­cial, es el marco perfecto en el que manifestar su deseo: el campo de batalla perfecto para librar sus guerras y el refugio perfecto para las ilusiones que quiere hacer reales. 6No hay ninguna ilu­sión que en su percepción no sea válida ni ninguna que no esté plenamente justificada.

4. El mundo tiene otro Hacedor, el Corrector simultáneo de la creencia desquiciada de que es posible establecer y mantener algo sin un vínculo que lo mantenga dentro de las leyes de Dios, no como la ley en sí conserva al universo tal como Dios lo creó, sino en una forma que se adapte a las necesidades que el Hijo de Dios cree tener. 2No obstante, error corregido es error eliminado. 3Y de este modo, Dios ha seguido protegiendo a Su Hijo, incluso en su error.

5. En el mundo al que el error dio lugar existe otro propósito por­que el mundo tiene otro Hacedor que puede reconciliar el objetivo del mundo con el propósito de Su Creador. 2En Su percepción del mundo, no hay que nada que no justifique el perdón y la visión de la perfecta impecabilidad; 3nada que pueda ocurrir que no encuentre perdón instantáneo y total, 4ni nada que pueda perma­necer un solo instante para empañar la impecabilidad que brilla inmutable más allá de los fútiles intentos del especialismo* de expulsarla de la mente -donde no puede sino estar- e iluminar al cuerpo en su lugar. 5Los luceros del Cielo no son para que tu mente elija donde los quiere ver. 6Si elige verlos en otra parte que no sea su hogar, como si estuviesen arrojando su luz sobre un lugar donde jamás podrían estar, entonces el Hacedor del mundo tiene que corregir tu error, pues de otro modo te quedarías en las tinieblas, donde no hay luceros.

6. Todo aquel que se encuentra aquí ha venido a las tinieblas, pero nadie ha venido sólo 2ni necesita quedarse más de un ins­tante. 3Pues cada uno ha traído la Ayuda del Cielo consigo, lista para liberarlo de las tinieblas y llevarlo a la luz en cualquier momento. 4Esto puede ocurrir en cualquier momento que él decida, pues la ayuda está aquí, esperando tan sólo su decisión. 5Y cuando decida hacer uso de lo que se le dio, verá entonces que todas las situaciones que antes consideraba como medios para justificar su ira se han convertido en eventos que justifican su amor. 6Oirá claramente que las llamadas a la guerra que antes oía son realmente llamamientos a la paz. 7Percibirá que lo que antes atacó no es sino otro altar en el que puede, con la misma facilidad y con mayor dicha, conceder perdón. 8Y reinterpretará cualquier tentación simplemente como otra oportunidad más de ser feliz.

7. ¿Cómo podría ser que una percepción errónea fuese un pecado? 2Deja que todos los errores de tus hermanos sean para ti únicamente una oportunidad más de ver las obras del Ayudante que se te dio para que vieses el mundo que Él construyó en vez del tuyo. 3¿Qué puede estar entonces justificado? 4¿Qué es lo que quieres? 5Pues estas dos preguntas son lo mismo. 6Y cuando hayas visto que son lo mismo, habrás tomado una decisión. 7Pues ver ambas preguntas como una sola es lo que te libera de la creencia de que hay dos maneras de ver. 8Este mundo tiene mucho que ofrecerle a tu paz y son muchas las oportunidades que te brinda para extender tu perdón. 9Tal es el propósito que encierra para aquellos que desean ver la paz y el perdón descen­der sobre ellos y ofrecerles la luz.

8. El Hacedor del mundo de la mansedumbre tiene absoluto poder para contrarrestar el mundo de la violencia y del odio que parece interponerse entre Su mansedumbre y tú. 2Dicho mundo no existe ante Sus ojos perdonadores. 3Y por lo tanto, no tiene por qué existir ante los tuyos. 4El pecado es la creencia fija de que lo que se percibe no puede cambiar. 5Lo que ha sido condenado está condenado para siempre, al ser eternamente imperdonable. 6Si entonces se perdona, ello quiere decir que haberse percibido como un pecado tuvo que haber sido un error. 7Y es esto lo que hace que el cambio sea posible. 8El Espíritu Santo, asimismo, sabe que lo que Él ve se encuentra mucho más allá de cualquier posibilidad de cambio. 9Pero el pecado no puede inmiscuirse en Su visión, pues ha quedado corregido gracias a ella. 10Por lo tanto, tuvo que haber sido un error, no un pecado. 11Pues lo que el pecado afir­maba que nunca podría ocurrir, ha ocurrido. 12El pecado se ataca con castigos, y de esta manera se perpetúa. 13Mas perdonarlo es cambiar su estado, de manera que de ser un error pase a ser la verdad.

9. El Hijo de Dios no puede pecar, pero puede desear lo que le haría daño. 2Y tiene el poder de creer que puede ser herido. 3¿Qué podría ser todo esto, sino una percepción falsa de sí mismo? 4¿Y es esto acaso un pecado o simplemente un error? 5¿Es perdonable? 6¿Necesita él ayuda o condenación? 7¿Es tu propósito que él se salve o que sea condenado? 8No olvides que lo que decidas que él es para ti, determinará tu futuro. 9Pues estás construyendo tu futuro ahora: el instante en el que todo el tiempo se convierte en un medio para alcanzar cualquier objetivo. 10Elige, pues, pero reconoce que mediante esa elección se elige el propósito del mundo que ves, el cual se justificará.

 

LECCIÓN 282

 

Hoy no tendré miedo del amor.

 

1. Sólo conque pudiese comprender esto hoy, el mundo entero se salvaría. 2Pues es la decisión de abandonar la locura y de acep­tarme tal como Dios Mismo, mi Padre y mi Fuente, me creó. 3Es la resolución de no seguir dormido en sueños de muerte, mientras la verdad sigue viviendo eternamente en el júbilo del amor. 4Y es asimismo la resolución de reconocer al Ser que Dios creó como el Hijo que Él ama, el Cual sigue siendo mi única Identidad.

2. Padre, Tu Nombre, al igual que el mío, es Amor. 2Ésa es la verdad. 3¿Y es posible acaso cambiar la verdad dándole simplemente otro nom­bre? 4El nombre del miedo es simplemente  un error. 5Que hoy tenga miedo de la verdad.

 

9 DE OCTUBRE

IV. La luz que traes contigo

1. Las mentes que están unidas, y que reconocen que lo están, no pueden sentir culpabilidad. 2Pues no pueden atacar, y se regoci­jan de que así sea, al ver que su seguridad reside en ese hecho feliz. 3Su alegría radica en la inocencia que ven. 4Y por eso la buscan, puesto que su propósito es contemplarla y regocijarse. 5Todo el mundo anda en pos de lo que le proporcionaría alegría, según cada uno la define. 6No es el objetivo en sí lo que varía. 7Sin embargo, la manera en que se ve el objetivo es lo que deter­mina la elección de los medios, y lo que hace que éstos no pue­dan cambiar a no ser que se cambie el objetivo. 8Si éste cambia, se escogen otros medios, ya que lo que ha de proporcionar felicidad se define de otra manera y se busca de forma distinta.

2. Podría afirmarse, por lo tanto, que la ley básica de la percep­ción es: "Te regocijarás con lo que veas, pues lo ves para regoci­jarte". 2Y mientras creas que el sufrimiento y el pecado te pueden proporcionar alegría, seguirán estando ahí para que los veas. 3 Nada es de por sí perjudicial o beneficioso a menos que así lo desees. 4Tu deseo es lo que determina los efectos que ha de tener en ti porque lo elegiste como un medio para obtener esos efectos, creyendo que eran los portadores del regocijo y de la felicidad. 6 Esta ley rige incluso en el Cielo. 7El Hijo de Dios crea para ser feliz, puesto que comparte con su Padre el propósito que Éste tuvo al crearlo a fin de que su alegría fuese cada vez mayor y la de Dios junto con la suya.

3. Tú que eres el hacedor de un mundo que no es cierto, descansa y halla solaz en otro mundo donde mora la paz. 2Ése es el mundo que le llevas a todos los ojos fatigados y a todos los corazones desfallecidos que contemplan el pecado y entonan su triste estri­billo. 3De ti puede proceder su descanso. 4De ti puede surgir un mundo cuya contemplación los hará felices y donde sus corazo­nes estarán rebosantes de dicha. 5De ti procede una visión que se extiende hasta todos ellos, y los envuelve con dulzura y luz. 6Y en este creciente mundo de luz, las tinieblas que ellos pensaban que estaban ahí se desplazan hasta convertirse en sombras lejanas y distantes, que no se recordarán por mucho tiempo una vez que el sol las haya desvanecido. 7Y todos sus pensamientos "malvados" y todas sus esperanzas "pecaminosas", sus sueños de culpabili­dad y venganza despiadada, y todo deseo de herir, matar y morir, desaparecerán ante el sol que tú traes contigo.

4. ¿No desearías hacer esto por el Amor de Dios? 2¿Y por ti? 3Piensa en lo que ello representaría para ti. 4Pues los pensamien­tos "malvados" que ahora te atormentan te parecerán cada vez más remotos y alejados de ti. 5Y esto es así porque el sol que mora en ti ha despuntado para desvanecerlos con su luz. 6Persisten por un corto tiempo en formas enrevesadas, demasiado distantes como para que se puedan reconocer, y luego desaparecen para siempre. 7Y en la luz del sol te alzarás sereno, lleno de inocencia y sin temor alguno. 8Y desde ti, el descanso que encontraste se extenderá para que tu paz jamás pueda abandonarte y dejarte desamparado. 9Aquellos que ofrecen paz a todo el mundo han encontrado un hogar en el Cielo que el mundo no puede destruir. 10Pues es lo suficientemente grande como para contener al mundo entero dentro de su paz.

5. En ti reside el Cielo en su totalidad. 2A cada hoja seca que cae se le confiere vida en ti. 3Cada pájaro que jamás cantó cantará de nuevo en ti. 4Y cada flor que jamás floreció ha conservado su perfume y hermosura para ti. 5¿Qué objetivo puede suplantar a la Voluntad de Dios y a la de Su Hijo de que el Cielo le sea resti­tuido a aquel para quien fue creado como su único hogar? 6No ha habido nada ni antes ni después. 7No ha habido ningún otro lugar, ningún otro estado ni ningún otro tiempo. 8Nada que esté más allá o más acá. 9Nada más. 10En ninguna forma. 11Esto se lo puedes brindar al mundo entero y a todos los pensamientos erró­neos que se adentraron en él y permanecieron allí por un tiempo. 12¿De qué mejor manera se podrían llevar tus propios errores ante la verdad, que estando dispuesto a llevar la luz del Cielo contigo, según te diriges más allá del mundo de las tinieblas hacia la luz?

 

V. El estado de impecabilidad

1. El estado de impecabilidad es simplemente esto: todo deseo de atacar ha desaparecido, de modo que no hay razón para percibir al Hijo de Dios de ninguna otra forma excepto como es. 2La nece­sidad de que haya culpabilidad ha desaparecido porque ya no tiene propósito, y sin el objetivo de pecado no tiene sentido. 3El ataque y el pecado son una misma ilusión, pues cada uno es la causa, el objetivo y la justificación del otro. 4Por su cuenta nin­guno de los dos tiene sentido, si bien parece derivar sentido del otro. 5Cada uno depende del otro para conferirle el significado que parece tener. 6Y nadie podría creer en uno de ellos a menos que el otro fuese verdad, pues cada uno de ellos da fe de que el otro tiene que ser cierto.

2. El ataque convierte a Cristo en tu enemigo y a Dios junto con Él. 2¿Cómo no ibas a estar atemorizado con semejantes "enemi­gos"? 3¿Y cómo no ibas a tener miedo de ti mismo? 4Pues te has hecho daño, y has hecho de tu Ser tu "enemigo". 5Y ahora no puedes sino creer que tú no eres tú, sino algo ajeno a ti mismo, "algo distinto", "algo" que hay que temer en vez de amar. 6¿Quién atacaría lo que percibe como completamente inocente? 7¿Y quién que desease atacar, podría dejar de sentirse culpable por abrigar ese deseo, aunque anhelase la inocencia? 8Pues, ¿quién podría considerar al Hijo de Dios inocente y al mismo tiempo desear su muerte? 9Cada vez que contemplas a tu hermano, Cristo se halla ante ti. 10Él no se ha marchado porque tus ojos estén cerrados. 11Mas ¿qué podrías ver si buscas a tu Salvador y lo contemplas con ojos que no ven?

3. No es a Cristo a quien contemplas cuando miras de esa manera. 2A quien ves es al "enemigo", a quien confundes con Cristo. 3Y lo odias porque no puedes ver en él pecado alguno. 4Tampoco oyes su llamada suplicante, cuyo contenido no cambia sea cual sea la forma en que la llamada se haga, rogándote que te unas a él en inocencia y en paz. 5Sin embargo, tras los insensatos alaridos del ego, tal es la llamada que Dios le ha encomendado que te haga, a fin de que puedas oír en él Su Llamada a ti, y la contestes devol­viéndole a Dios lo que es Suyo.

4. El Hijo de Dios sólo te pide esto: que le devuelvas lo que es suyo, para que así puedas participar de ello con él. 2Por separado ni tú ni él lo tenéis. 3Y así, no os sirve de nada a ninguno de los dos. 4Pero si disponéis de ello juntos, os proporcionará a cada uno de vosotros la misma fuerza para salvar al otro y para salvarse a sí mismo junto con él. 5Si lo perdonas, tu salvador te ofrece salva­ción. 6Si lo condenas, te ofrece la muerte. 7Lo único que ves en cada hermano es el reflejo de lo que elegiste que él fuese para ti. 8Si decides contra su verdadera función -la única que tiene en realidad- lo estás privando de toda la alegría que habría encon­trado de haber podido desempeñar el papel que Dios le encomendó. 9Pero no pienses que sólo él pierde el Cielo. 10Y éste no se puede recuperar a menos que le muestres el camino a través de ti, para que así tú puedas encontrarlo, caminando con él.

5. Su salvación no supone ningún sacrificio para ti, pues me­diante su libertad tú obtienes la tuya. 2Permitir que su función se realice es lo que permite que se realice la tuya. 3Y así, caminas en dirección al Cielo o al infierno, pero no solo. 4¡Cuán bella será su impecabilidad cuando la percibas! 5¡Y cuán grande tu alegría cuando él sea libre para ofrecerte el don de la visión que Dios le dio para ti! 6Él no tiene otra necesidad que ésta: que le permitas completar la tarea que Dios le encomendó. 7Recuerda única­mente esto: que lo que él hace tú lo haces junto con él. 8Y tal como lo consideres, así definirás su función con respecto a ti hasta que lo veas de otra manera y dejes que él sea para ti lo que Dios dispuso que fuese.

6. Frente al odio que el Hijo de Dios pueda tener contra sí mismo, se encuentra la creencia de que Dios es impotente para salvar lo que Él creó del dolor del infierno. 2Pero en el amor que él se muestra a sí mismo, Dios es liberado para que se haga Su Volun­tad. 3Ves en tu hermano la imagen de lo que crees es la Voluntad de Dios para ti. 4Al perdonar entenderás cuánto te ama Dios, pero si atacas creerás que te odia, al pensar que el Cielo es el infierno. 5Mira a tu hermano otra vez, pero con el entendimiento de que él es el camino al Cielo o al infierno, según lo percibas. 6Y no te olvides de esto: el papel que le adjudiques se te adjudicará a ti, y por el camino que le señales caminarás tú también porque ése es tu juicio acerca de ti mismo.

 

LECCIÓN 283

 

Mi verdadera Identidad reside en Ti.

 

1. Padre, forjé una imagen de mí mismo, y a eso es a lo que llamo el Hijo de Dios. 2Mas la creación sigue siendo como siempre fue, pues Tu crea­ción es inmutable. 3No quiero rendirle culto a ningún ídolo. 4Yo soy aquel que mi Padre ama. 5Mi santidad sigue siendo la luz del Cielo y el Amor de Dios. 6¿Cómo no va a estar a salvo lo que Tú amas? 7¿No es acaso infinita la luz del Cielo? 8¿No es Tu Hijo mi verdadera Identidad, toda vez que Tú creaste todo cuanto existe?

2. Ahora todos somos uno en la Identidad que compartimos, ya que Dios nuestro Padre es nuestra única Fuente, y todo lo creado forma parte de nosotros. 2Y así, le ofrecemos nuestra bendición a todas las cosas y nos unimos amorosamente al mundo, el cual nuestro perdón ha hecho que sea uno con nosotros.

 

10 DE OCTUBRE

VI. Tu función especial

1. La gracia de Dios descansa dulcemente sobre los ojos que per­donan, y todo lo que éstos contemplan le habla de Dios al especta­dor. 2Él no ve maldad, ni nada que temer en el mundo o nadie que sea diferente de él. 3Y de la misma manera en que ama a otros con amor y con dulzura, así se contempla a sí mismo. 4Él no se condenaría a sí mismo por sus propios errores tal como tam­poco condenaría a otro. 5No es un árbitro de venganzas ni un castigador de pecadores. 6La dulzura de su mirada descansa sobre sí mismo con toda la ternura que les ofrece a los demás. 7Pues sólo quiere curar y bendecir. 8Y puesto que actúa en armo­nía con la Voluntad de Dios, tiene el poder de curar y bendecir a todos los que contempla con la gracia de Dios en su mirada.

2. Los ojos se acostumbran a la oscuridad, y la luz de un día soleado les resulta dolorosa a los ojos aclimatados desde hace mucho a la tenue penumbra que se percibe durante el crepús­culo. 2Dichos ojos esquivan la luz del sol y la claridad que ésta le brinda a todo lo que contemplan. 3La penumbra parece mejor: más fácil de ver y de reconocer. 4De alguna manera lo vago y lo sombrío parece ser más fácil de contemplar y menos doloroso para los ojos que lo que es completamente claro e inequívoco. 5Éste, no obstante, no es el propósito de los ojos, y ¿quién puede decir que prefiere la oscuridad y al mismo tiempo afirmar que desea ver?

3. Tu deseo de ver hace que la gracia de Dios descienda sobre tus ojos, trayendo consigo el regalo de luz que hace que la visión sea posible. 2¿Quieres realmente contemplar a tu hermano? 3A Dios le complacería que lo hicieses. 4No es Su Voluntad que no reco­nozcas a tu salvador. 5Tampoco es Su Voluntad que tu salvador no desempeñe la función que Él le encomendó. 6No dejes que se siga sintiendo solo por más tiempo, pues los que se sienten solos son aquellos que no ven ninguna función en el mundo que ellos puedan desempeñar, ningún lugar en el que se les necesite, ni ningún objetivo que sólo ellos puedan alcanzar perfectamente.

4. Ésta es la percepción benévola que el Espíritu Santo tiene del deseo de ser especial: valerse de lo que tú hiciste para sanar en vez de para hacer daño. 2A cada cual Él le asigna una función especial en la salvación que sólo él puede desempeñar, un papel exclusivamente para él. 3Y el plan no se habrá llevado a término hasta que cada cual descubra su función especial y desempeñe el papel que se le asignó para completarse a sí mismo en un mundo donde rige la incompleción.

5. Aquí, donde las leyes de Dios no rigen de forma perfecta, él todavía puede hacer una cosa perfectamente y llevar a cabo una elección perfecta. 2Y por este acto de lealtad especial hacia uno que percibe como diferente de sí mismo, se da cuenta de que el regalo se le otorgó a él mismo y, por lo tanto, de que ambos tienen que ser necesariamente uno. 3El perdón es la única función que tiene sentido en el tiempo. 4Es el medio del que el Espíritu Santo se vale para transformar el especialismo de modo que de pecado pase a ser salvación. 5El perdón es para todos. 6Mas sólo es com­pleto cuando descansa sobre todos, y toda función que este mundo tenga se completa con él. 7Entonces el tiempo cesa. 8No obstante, mientras se esté en el tiempo, es mucho lo que todavía queda por hacer. 9Y cada uno tiene que hacer lo que se le asignó, pues todo el plan depende de su papel. 10Cada uno tiene un papel especial en el tiempo, pues eso fue lo que eligió, y, al elegirlo, hizo que fuese así para él. 11No se le negó su deseo, sino que se modi­ficó la forma del mismo, de manera que redundase en beneficio de su hermano y de él, y se convirtiese de ese modo en un medio para salvar en vez de para llevar a la perdición.

6. La salvación no es más que un recordatorio de que este mundo no es tu hogar. 2No se te imponen sus leyes, ni sus valores son los tuyos. 3Y nada de lo que crees ver en él se encuentra realmente ahí. 4Esto se ve y se entiende a medida que cada cual desempeña su papel en el des-hacimiento del mundo, tal como desempeñó un papel en su fabricación. 5Cada cual dispone de los medios para ambas posibilidades, tal como siempre dispuso de ellos. 6Dios dispuso que el especialismo que Su Hijo eligió para hacerse daño a sí mismo fuese igualmente el medio para su salvación desde el preciso instante en que tomó esa decisión. 7Su pecado especial pasó a ser su gracia especial. 8Su odio especial se convir­tió en su amor especial.

7. El Espíritu Santo necesita que desempeñes tu función especial, de modo que la Suya pueda consumarse. 2No pienses que no tienes un valor especial aquí. 3Tú lo quisiste, y se te concedió. 4Todo lo que has hecho se puede utilizar, fácil y provechosa­mente, a favor de la salvación. 5El Hijo de Dios no puede tomar ninguna decisión que el Espíritu Santo no pueda emplear a su favor, en vez de contra él. 6Sólo en la oscuridad parece ser un ataque tu deseo de ser especial. 7En la luz, lo ves como la función especial que te corresponde desempeñar en el plan para salvar al Hijo de Dios de todo ataque y hacerle entender que está a salvo, tal como siempre lo estuvo y lo seguirá estando, tanto en el tiempo como en la eternidad. 8Ésta es la función que se te enco­mendó con respecto a tu hermano. 9Acéptala dulcemente de la mano de tu hermano, y deja que la salvación se consume perfec­tamente en ti. 10Haz sólo esto y todo se te dará.

 

LECCIÓN 284

 

Puedo elegir cambiar todos los pensamientos que me causan dolor.

 

1. Las pérdidas no son pérdidas cuando se perciben correcta­mente., 2El dolor es imposible. 3No hay pesar que tenga causa  alguna. 4Y cualquier clase de sufrimiento no es más que un sueño.

5Ésta es la verdad, que al principio sólo se dice de boca, y luego, después de repetirse muchas veces, se acepta en parte como cierta, pero con muchas reservas. 6Más tarde se considera seria­mente cada vez más y finalmente se acepta como la verdad. 7Puedo elegir cambiar todos los pensamientos que me causan dolor. 8Y hoy deseo ir más allá de las palabras y de todas mis reservas, y aceptar plenamente la verdad que reside en ellas.

2. Padre, lo que Tú me has dado no puede hacerme daño, por lo tanto, el sufrimiento y el dolor son imposibles. 2Que mi confianza en Ti no fla­quee hoy. 3Que acepte como Tu regalo únicamente aquello que produce felicidad y que acepte como la verdad únicamente aquello que me hace  feliz.

 

LECCIÓN 285

 

Hoy mi santidad brilla clara y radiante.

 

1. Hoy me despierto lleno de júbilo, sabiendo que sólo han de acontecerme cosas buenas procedentes de Dios. 2Eso es todo lo que pido, y sé que mi ruego recibirá respuesta debido a los pen­samientos a los que va dirigido. 3Y en el instante en que acepte mi santidad, lo único que pediré serán cosas dichosas. 4Pues, ¿qué utilidad tendría el dolor para mí, para qué iba a querer el sufri­miento, y de qué me servirían el pesar y la pérdida si la demencia se alejara hoy de mí y en su lugar aceptara mi santidad?

2.Padre, mi santidad es la Tuya. 2Permítaseme regocijarme en ella y recobrar la cordura mediante el perdón. 3Tu Hijo sigue siendo tal como Tú lo creaste. 4Mi santidad es parte de mí y también de Ti. 5Pues, ¿qué podría alterar a la Santidad Misma?

 

LECCIÓN 286

 

La quietud del Cielo envuelve hoy mi corazón.

 

1. Padre, ¡qué día tan sereno el de hoy! 2¡Cuán armoniosamente cae todo en su sitio! 3Éste es el día señalado para que llegue a entender la lección de que no tengo que hacer nada. 4En Ti ya se han tomado todas las decisiones. 5En Ti ya se ha resuelto todo conflicto. 6En Ti ya se han colmado todas mis esperanzas. 7La paz es mía. 8Mi corazón late tranquilo y mi mente se halla en reposo. 9Tu Amor es el Cielo y Tu Amor es mío.

2. La quietud de hoy nos dará esperanzas de que hemos encon­trado el camino y de que ya hemos recorrido un gran trecho por él hacia una meta de la que estamos completamente seguros. 2Hoy no dudaremos del final que Dios Mismo nos ha prometido. 3Con­fiamos en Él y en nuestro Ser, el cual sigue siendo uno con Él.

 

13 DE OCTUBRE

VII. La roca de la salvación

1. No obstante, si el Espíritu Santo puede convertir cada senten­cia que te impusiste a ti mismo en una bendición, entonces no pudo haber sido un pecado. 2El pecado es lo único en todo el mundo que no puede cambiar. 3Es inmutable. 4Y de su inmutabi­lidad depende el mundo. 5La magia del mundo parece ocultar de los pecadores el dolor del pecado, y engañar con falsos destellos y con ardides. 6Mas todo el mundo sabe que el costo del pecado es la muerte. 7Y ciertamente lo es. 8Pues el pecado es una petición de muerte, un deseo de hacer que los cimientos de este mundo sean tan firmes como el amor, tan dignos de confianza como el Cielo y tan fuertes como Dios Mismo. 9Todo aquel que cree que es posible pecar mantiene al mundo excluido del amor. 10Y esto no cambiará. 11Sin embargo, ¿sería posible que lo que Dios no creó compartiese los atributos de Su creación, cuando se opone a ella desde cualquier punto de vista?

2. Es imposible que el deseo de morir del "pecador" sea tan fuerte como la Voluntad de Dios por la vida. 2Tampoco es posible que los cimientos de un mundo que Él no creó fuesen tan firmes y seguros como el Cielo. 3¿Cómo iba ser posible que el Cielo y el infierno fuesen lo mismo? 4¿Y cómo podría ser que lo que Su Voluntad no dispuso no se pudiese cambiar? 5¿Qué otra cosa aparte de Su Voluntad es inmutable? 6¿Y qué puede compartir sus atributos, excepto ella misma? 7¿Qué deseo puede alzarse contra Su Voluntad, y ser inmutable? 8Si pudieses darte cuenta de que lo único que es inmutable es la Voluntad de Dios, este curso no te resultaría difícil. 9No obstante, eso es precisamente lo que no crees. 10Sin embargo, no podrías creer nada más, sólo con que vieses lo que realmente es.

3. Volvamos a lo que anteriormente dijimos, y pensemos en ello más detenidamente. 2Debe ser, o bien que Dios está loco, o bien que este mundo es un manicomio. 3Ni uno solo de los Pensamien­tos de Dios tiene sentido en este mundo. 4Y nada de lo que el mundo acepta como cierto tiene sentido alguno en Su Mente. 5Lo que no tiene sentido ni significado es demente. 6Y lo que es demente no puede ser la verdad. 7Si una sola de las creencias que en tanta estima se tienen aquí fuese cierta, entonces todo Pensa­miento que Dios jamás haya tenido sería una ilusión. 8Pero si uno solo de Sus Pensamientos es cierto, entonces todas las creencias a las que el mundo otorga significado son falsas y absurdas. 9Ésta es la decisión que tienes ante ti. 10No trates de verla de otra manera ni de hacer de ella lo que no es. 11Pues lo único que puedes hacer es tomar esta decisión. 12El resto depende de Dios, no de ti.

4. Justificar uno solo de los valores que el mundo apoya es negar la cordura de tu Padre y la tuya. 2Pues Dios y Su Hijo bienamado no piensan de manera diferente. 3Y es esta concordancia en el pensamiento lo que hace que el Hijo sea un co-creador con la Mente cuyo Pensamiento lo creó a él. 4De modo que si elige creer en un solo pensamiento que se oponga a la verdad, habrá deci­dido que él no es el Hijo de su Padre porque el Hijo está loco, y la cordura tiene que ser algo ajeno al Padre y al Hijo. 5Esto es lo que crees. 6No pienses que esta creencia depende de la forma en que se manifieste. 7El que de alguna manera crea que el mundo es cuerdo, que algunas de las cosas que piensa están justificadas o que está sustentando por algún tipo de razón, cree que eso es cierto. 8El pecado no es real porque ni el Padre ni el Hijo son dementes. 9Este mundo no tiene sentido porque se basa en el pecado. 10¿Quién podría crear lo inmutable si ello no estuviese basado en la verdad?

5. El Espíritu Santo tiene el poder de transformar todos los cimientos del mundo que ves en algo distinto: en una base que no sea demente, sobre la que se puedan sentar los cimientos de una percepción sana y desde la que se puede percibir otro mundo: 2un mundo en el que nada se opone a lo que conduciría al Hijo de Dios a la cordura y a la felicidad, 3y en el que nada da testimonio de la muerte ni de la crueldad, de la separación o de las diferen­cias. 4Pues ahí todo se percibe como uno, y nadie tiene que perder para que otro gane.

6. Pon a prueba todas tus creencias a la luz de este único requisi­to, y entiende que todo lo que satisface esta única petición es digno de tu fe. 2Nada más lo es. 3Lo que no es amor es pecado, y cada uno de ellos percibe al otro como demente y sin sentido. 4El amor es la base de un mundo que los pecadores perciben como completamente demente, ya que creen que el camino que ellos siguen es el que conduce a la cordura. 5Mas el pecado es igual­mente demente a los ojos del amor, que dulcemente prefieren mirar más allá de la locura y descansar serenamente en la ver­dad. 6Tanto el amor como el pecado ven un mundo inmutable, de acuerdo a como cada uno define la inalterable y eterna verdad de lo que eres. 7Y cada uno refleja un punto de vista de lo que el Padre y el Hijo deben ser para que ese punto de vista sea signifi­cativo y cuerdo.

7. Tu función especial es aquella forma en particular que a ti te parece más significativa y sensata para demostrar el hecho de que Dios no es demente. 2El contenido es el mismo. 3La forma se adapta a tus necesidades particulares, y al tiempo y lugar concre­tos en los que crees encontrarte, y donde puedes ser liberado de dichos conceptos, así como de todo lo que crees que te limita. 4El Hijo de Dios no puede estar limitado por el tiempo, por el espa­cio ni por ninguna cosa que la Voluntad de Dios no haya dis­puesto. 5No obstante, si se cree que lo que Su Voluntad dispone es una locura, entonces la forma de cordura que la hace más aceptable para los que son dementes requiere una decisión espe­cial. 6Esta decisión no la pueden tomar los que son dementes, cuyo problema es que sus decisiones no son libres, ni las toman guiados por la razón a la luz del sentido común.

8. Sería ciertamente una locura poner la salvación en manos de los dementes. 2Pero puesto que Dios no está loco, ha designado a Uno tan cuerdo como Él para que le presente un mundo de mayor cordura a todo aquel que eligió la demencia como su sal­vación. 3A Él le es dado elegir la forma más apropiada para ayu­dar al demente: una que no ataque el mundo que éste ve, sino que se adentre en él calladamente y le muestre que está loco. 4El Espíritu Santo no hace sino señalarle otra alternativa, otro modo de contemplar lo que antes veía, que él reconoce como el mundo en el que vive, el cual creía entender.

9. Ahora él tiene que poner todo esto en tela de juicio, pues la forma de la alternativa es una que no puede negar, pasar por alto, ni dejar de percibir completamente. 2La función especial de cada uno está diseñada de modo que se perciba como algo factible, como algo que se desea cada vez más a medida que se le demues­tra que es una alternativa que realmente desea. 3Desde esta pers­pectiva, su pecaminosidad así como todo el pecado que ve en el mundo, tienen cada vez menos que ofrecerle. 4Y por fin llega a entender que todo ello le ha costado su cordura y que se inter­pone entre él y cualquier esperanza de volver a ser cuerdo. 5Puesto que tiene un papel especial en la liberación de todos sus hermanos, no se le deja sin la posibilidad de escapar de la locura. 6Sería tan inaudito que se le excluyese y se le dejase sin una fun­ción especial en la esperanza de paz, como lo sería que el Padre ignorara a Su Hijo y lo pasase de largo sin ningún miramiento.

10. ¿En qué otra cosa se puede confiar, sino en el Amor de Dios? 2¿Y dónde mora la cordura, sino en Él? 3Aquel que habla por Dios puede mostrarte esto en la alternativa que eligió especialmente para ti. 4La Voluntad de Dios es que recuerdes esto, y que pases así del más profundo desconsuelo al júbilo perfecto. 5Acepta la función que se te ha asignado en el plan de Dios para mostrarle a Su Hijo que el infierno y el Cielo son diferentes, no lo mismo. 6Pero en el Cielo son lo mismo, pues carecen de las diferencias que habrían hecho del Cielo un infierno y del infierno un cielo, si tal demencia hubiese sido posible.

11. La creencia de que es posible perder no es sino el reflejo de la premisa subyacente de que Dios está loco. 2Pues en este mundo parece que alguien tiene que perder porque otro ganó. 3Si esto fuese cierto, entonces Dios estaría loco. 4Mas ¿qué es esa creencia, sino una forma de la premisa más básica según la cual, "El pecado es real y es lo que rige al mundo"? 5Por cada pequeña ganancia que se obtenga alguien tiene que perder, y pagar el importe exacto con sangre y sufrimiento. 6Pues, de lo contrario, el mal triunfaría y la destrucción sería el costo total de cualquier ganancia. 7Tú que crees que Dios está loco, examina esto deteni­damente y comprende que, o bien Dios es demente o bien es esto lo que lo es, pero no ambos.

12. La salvación es el renacimiento de la idea de que nadie tiene que perder para que otro gane. 2Y todo el mundo tiene que ganar, si es que uno solo ha de ganar. 3Con esto queda restaurada la cordura. 4Y sobre esta única roca de verdad la fe puede descansar con perfecta confianza y en perfecta paz en la eterna cordura de Dios. 5La razón queda satisfecha, pues con esto todas las creen­cias dementes pueden ser corregidas. 6Y si esto es verdad, el pecado no puede sino ser imposible. 7Ésta es la roca sobre la que descansa la salvación, el punto estratégico desde el que el Espí­ritu Santo le confiere significado y dirección al plan en el que tu función especial tiene un papel que jugar. 8Pues aquí tu función especial se vuelve íntegra porque comparte la función de la tota­lidad.

13. Recuerda que toda tentación no es más que esto: la creencia descabellada de que la locura de Dios te devolvería la cordura y te daría lo que quisieses, y de que o tú o Dios tenéis que perder frente a la locura porque vuestros objetivos son irreconciliables. 2La muerte exige vida, pero la vida no cuesta nada. 3Nadie tiene que sufrir para que la Voluntad de Dios se haga. 4La salvación es Su Voluntad porque tú la compartes con Él. 5No es sólo para ti, sino para el Ser que es el Hijo de Dios. 6Éste no puede perder, pues si pudiese, ello supondría una pérdida para su Padre, y para Él la pérdida es imposible. 7Y esto es cuerdo porque es la verdad.

 

LECCIÓN 287

 

Tú eres mi única meta, Padre mío, sólo Tú.

 

1. ¿Adónde querría ir sino al Cielo? 2¿Qué podría sustituir a la felicidad? 3¿Qué regalo podría preferir a la paz de Dios? 4¿Qué tesoro querría buscar, hallar y conservar que pudiera compararse con mi Identidad? 5¿Cómo iba a preferir vivir con miedo que con amor?

2. Tú eres mi meta, Padre mío.2¿Qué otra cosa aparte de Ti podría desear? 3¿Qué otro camino iba a desear recorrer sino el que conduce a Ti? 4¿Y qué otra cosa sino Tu recuerdo podría significar para mí el final de los sueños y de las sustituciones fútiles de la verdad? 5Tú eres mi única meta. 6Tu Hijo desea ser como Tú lo creaste. 7¿De qué otra manera, sino, podría esperar reconocer a mi Ser y volverme uno con mi Identidad?

 

14 DE OCTUBRE

VIII. La restitución de la justicia al amor

1. El Espíritu Santo puede usar todo lo que le ofreces para tu salvación. 2Pero no puede usar lo que te niegas a darle, ya que no puede quitártelo sin tu consentimiento. 3Pues si lo hiciera, cree­rías que te lo arrebató en contra de tu voluntad. 4Y así, no apren­derías que tu voluntad es no tenerlo. 5Él no necesita que estés completamente dispuesto a entregárselo, pues si ese fuese el caso, no tendrías ninguna necesidad de Él. 6Pero sí necesita que prefieras que Él lo tome a que tú te lo quedes sólo para ti, y que reconozcas que no sabes qué es lo que no supone una pérdida para nadie. 7Eso es lo único que se tiene que añadir a la idea de que nadie tiene que perder para que tú ganes. 8Nada más.

2. He aquí el único principio que la salvación requiere. 2No es necesario que tu fe en él sea firme e inquebrantable ni que esté libre del ataque de todas las creencias que se oponen a él. 3No tienes una lealtad fija. 4Pero recuerda que los que ya se han sal­vado no tienen necesidad de salvación. 5No se te pide que hagas lo que le resultaría imposible a alguien que todavía está dividido contra sí mismo. 6No esperes poder encontrar sabiduría en seme­jante estado mental. 7Pero siéntete agradecido de que lo único que se te pide es que tengas un poco de fe. 8¿Qué les puede que­dar a los que todavía creen en el pecado, sino un poco de fe? 9¿Qué podrían saber del Cielo y de la justicia de los que se han salvado?

3. Existe una clase de justicia en la salvación de la que el mundo no sabe nada. 2Para el mundo, la justicia y la venganza son lo mismo, pues los pecadores ven la justicia únicamente como el cas­tigo que merecen, por el que tal vez otro debe pagar, pero del que no es posible escapar. 3Las leyes del pecado exigen una víctima. 4Quién ha de ser esa víctima es irrelevante. 5Pero el costo no puede ser otro que la muerte, y tiene que pagarse. 6Esto no es justicia, sino demencia. 7Sin embargo, allí donde el amor significa odio, y la muerte se ve como la victoria y el triunfo sobre la eterni­dad, la intemporalidad y la vida, ¿cómo se podría definir la justi­cia sin que la demencia formase parte de ella?

4. Tú que no sabes lo que es la justicia puedes todavía inquirir lo que es y así aprenderlo. 2La justicia contempla a todos de la misma manera. 3No es justo que a alguien le falte lo que otro tiene. 4Pues eso es venganza, sea cual sea la forma que adopte. 5La justicia no exige ningún sacrificio, pues todo sacrificio se hace a fin de perpetuar y conservar el pecado. 6El sacrificio es el pago que se ofrece por el costo del pecado, pero no es el costo total. 7El resto se toma de otro y se deposita al lado de tu pequeño pago, para así "expiar" por todo lo que quieres conservar y no estás dispuesto a abandonar. 8De esta forma consideras que tú eres en parte la víctima, pero que alguien más lo es en mayor medida. 9Y en el costo total, cuanto más grande sea la parte que el otro pague, menor será la que pagues tú. 10Y la justicia, al ser ciega, queda satisfecha cuando recibe su pago, sin que le importe quién es el que paga.

5. ¿Cómo iba a ser eso justicia? 2Dios no sabe de eso. 3Pero sí sabe lo que es la justicia, y lo sabe muy bien. 4Pues Él es totalmente justo con todo el mundo. 5La venganza es algo ajeno a la Mente de Dios precisamente porque Él conoce la justicia. 6Ser justo es ser equitativo, no vengativo. 7Es imposible que la equidad y la ven­ganza puedan coexistir, pues cada una de ellas contradice a la otra y niega su realidad. 8No puedes compartir la justicia del Espíritu Santo mientras de alguna manera tu mente pueda conce­bir ser especial. 9Sin embargo, ¿sería Él justo si condenase a un pecador por los crímenes que éste no cometió aunque él crea que los cometió? 10¿Y adónde habría ido a parar la justicia si Él les exigiese a los que están obsesionados con la idea del castigo que, sin ninguna ayuda, la dejasen de lado y percibiesen que no es verdad?

6. A los que todavía creen que el pecado tiene sentido les resulta extremadamente difícil entender la justicia del Espíritu Santo. 2No pueden sino creer que Él comparte su confusión, y, por lo tanto, no pueden evadir la venganza que forzosamente comporta su propia creencia de lo que es la justicia. 3Y así, tienen miedo del Espíritu Santo y perciben en Él la "ira" de Dios. 4Y no pueden confiar en que no los va a aniquilar con rayos extraídos de las "llamas" del Cielo por la Propia Mano iracunda de Dios. 5Creen que el Cielo es el infierno, y tienen miedo del amor. 6Y cuando se les dice que nunca han pecado, les invade una profunda sospecha y el escalofrío del miedo. 7Su mundo depende de la estabilidad del pecado. 8Y perciben la "amenaza" de lo que Dios entiende por justicia como algo más destructivo para ellos y para su mundo que la venganza, la cual comprenden y aman.

7. Y así, piensan que perder el pecado sería una maldición. 2Y huyen del Espíritu Santo como si de un mensajero del infierno se tratase, que hubiese sido enviado desde lo alto, disfrazado de amigo y redentor, para hacer caer sobre ellos la venganza de Dios valiéndose de ardides y de engaños. 3¿Qué otra cosa podría ser Él para ellos, sino un demonio que se viste de ángel para engañar­les? 4¿Y qué escape les puede ofrecer, sino la puerta que conduce al infierno, la cual, sin embargo, parece ser la puerta al Cielo?

8. La justicia, no obstante, no puede castigar a aquellos que, aun­que claman por castigo, tienen un Juez que sabe que en realidad son completamente inocentes. 2La justicia le obliga a liberarlos y a darles todo el honor que merecen y que se han negado a sí mismos al no ser justos y no poder entender que son inocentes. 3El amor no es comprensible para los pecadores porque creen que la justicia no guarda ninguna relación con el amor y que representa algo distinto. 4Y de esta manera, se percibe al amor como algo débil, y a la venganza como muestra de fortaleza. 5Pues el amor perdió cuando el juicio se separó de su lado, y ahora es demasiado débil para poder salvar a nadie del castigo. 6Pero la venganza sin amor ha cobrado más fuerza al estar sepa­rada y aparte del amor. 7¿Y qué otra cosa sino la venganza puede ser ahora lo que ayuda y salva, mientras que el amor es un espec­tador pasivo, impotente, injusto, endeble e incapaz de salvar?

 

LECCIÓN 288

 

Que me olvide hoy del pasado de mi hermano.

 

1. Éste es el pensamiento que me conduce a Ti y me lleva a mi meta. 2No puedo llegar hasta Ti sin mi hermano. 3Y para conocer mi Fuente, tengo primero que reconocer lo que Tú creaste uno conmigo. 4La mano de mi hermano es la que me conduce a Ti. 5Sus pecados están en el pasado junto con los míos, y me he salvado porque el pasado ya pasó. 6No permitas que lo siga abrigando en mi corazón, pues me desviaría del camino que me lleva a Ti. 7Mi hermano es mi salvador. 8No dejes que ataque al salvador que Tú me has dado. 9Por el contrarío, déjame honrar a aquel que lleva tu Nombre, para así poder recordar que es el mío también.

2. Perdóname hoy. 2Y sabrás que me has perdonado si contem­plas a tu hermano en la luz de la santidad. 3Él no puede ser menos santo que yo, y tú no puedes ser más santo que él.

 

15 DE OCTUBRE

9. ¿Y qué puede pedirte el Amor a ti que piensas que todo esto es verdad? 2¿Podría Él, con justicia y con amor, creer que en tu con­fusión tienes algo que dar? 3No se te pide que tengas mucha con­fianza en Él, 4sino la misma que ves que Él te ofrece y que reconoces que no podrías tener en ti mismo. 5Él ve todo lo que tú mereces a la luz de la justicia de Dios, pero también se da cuenta de que no puedes aceptarlo. 6Su función especial consiste en ofrecerte los regalos que los inocentes merecen. 7Y cada regalo que aceptas le brinda alegría a Él y a ti. 8Él sabe que el Cielo se enri­quece con cada regalo que aceptas. 9Y Dios Se alegra cuando Su Hijo recibe lo que la amorosa justicia sabe que le corresponde. 10Pues el amor y la justicia no son diferentes. 11Precisamente por­que son lo mismo la misericordia se encuentra a la derecha de Dios, y le da al Hijo de Dios el poder de perdonarse a sí mismo sus pecados.

10. ¿Cómo se le iba a poder privar de algo a aquel que todo lo merece? 2Pues eso sería una injusticia, y ciertamente no sería justo para con toda la santidad que hay en él, por mucho que él no la reconozca. 3Dios no sabe de injusticias. 4Él no permitiría que Su Hijo fuese juzgado por aquellos que quieren destruirlo y que no pueden ver su valía en absoluto. 5¿Qué testigos fidedig­nos podrían convocar para que hablasen en su defensa? 6¿Y quién vendría a interceder en su favor, en lugar de abogar por su muerte? 7Tú no le harías justicia. 8No obstante, Dios se aseguró de que se hiciese justicia con el Hijo que Él ama, y de que ésta lo protegiese de cualquier injusticia que tratases de cometer contra él, al creer que la venganza es su merecido.

11. De la misma manera en que al especialismo no le importa quién paga el costo del pecado con tal de que se pague, al Espí­ritu Santo le es indiferente quién es el que por fin contempla la inocencia, con tal de que ésta se vea y se reconozca. 2Pues con un sólo testigo basta. 3La simple justicia no pide nada más. 4El Espí­ritu Santo le pregunta a cada uno si quiere ser ese testigo, de forma que la justicia pueda ser restituida al amor y quede allí satisfecha. 5Cada función especial que Él asigna es sólo para que cada uno aprenda que el amor y la justicia no están separados, 6y que su unión los fortalece a ambos. 7Sin amor, la justicia está llena de prejuicios y es débil. 8Y el amor sin justicia es imposible. 9Pues el amor es justo y no puede castigar sin causa. 10¿Qué causa podría haber que justificase un ataque contra los que son inocen­tes? 11El amor, entonces, corrige todos los errores con justicia, no con venganza. 12Pues eso sería injusto para con la inocencia.

12. Tú puedes ser un testigo perfecto del poder del amor y de la justicia, si comprendes que es imposible que el Hijo de Dios merezca venganza. 2No necesitas percibir que esto es verdad en toda circunstancia. 3Tampoco necesitas corroborarlo con tu expe­riencia del mundo, que no es sino una sombra de todo lo que realmente está sucediendo dentro de ti. 4El entendimiento que necesitas no procede de ti, sino de un Ser más grande, tan excelso y santo que no podría dudar de Su propia inocencia. 5Tu función especial es que lo invoques, para que te sonría a ti cuya inocencia Él comparte. 6Su entendimiento será tuyo. 7Y así, la función espe­cial del Espíritu Santo se habrá consumado. 8El Hijo de Dios ha encontrado un testigo de su inocencia y no de sus pecados. 9¡Cuán poco necesitas darle al Espíritu Santo para que simplemente se te haga justicia!

13. Sin imparcialidad no hay justicia. 2¿Cómo iba a poder ser justo el especialismo? 3No juzgues, mas no porque tú seas también un miserable pecador, sino porque no puedes. 4¿Cómo iban a poder entender los que se creen especiales que la justicia es igual para todo el mundo? 5Quitar a uno para dar a otro es una injusticia contra ambos, pues los dos son iguales ante los ojos del Espíritu Santo. 6Su Padre les dio a ambos la misma herencia. 7El que desea tener más o tener menos, no es consciente de que lo tiene todo. 8El que él se crea privado de algo no le da el derecho de ser juez de lo que le corresponde a otro. 9Pues en tal caso, no puede sino sentir envidia y tratar de apoderarse de lo que le pertenece a aquel a quien juzga. 10No es imparcial ni puede ver de manera justa los derechos de otro porque no es consciente de los suyos propios.

14. Tú tienes derecho a todo el universo, a la paz perfecta, a la completa absolución de todas las consecuencias del pecado, y a la vida eterna, gozosa y completa desde cualquier punto de vista, tal como la Voluntad de Dios dispuso que Su santo Hijo la tuviese. 2Ésta es la única justicia que el Cielo conoce y lo único que el Espíritu Santo trae a la tierra. 3Tu función especial te muestra que sólo la justicia perfecta puede prevalecer sobre ti. 4Y así, estás a salvo de cualquier forma de venganza. 5El mundo engaña, pero no puede reemplazar la justicia de Dios con su propia versión. 6Pues sólo el amor es justo y sólo él puede percibir lo que la justi­cia no puede sino concederle al Hijo de Dios. 7Deja que el amor decida, y nunca temas que, por no ser justo, te vayas a privar a ti mismo de lo que la justicia de Dios ha reservado para ti.

 

LECCIÓN 289

 

El pasado ya pasó. No me puede afectar.

 

1. A menos que el pasado se haya borrado de mi mente, no podré contemplar el mundo real. 2Pues en ese caso no estaría contem­plando nada, sino viendo lo que no esta ahí. 3¿Cómo podría entonces percibir el mundo que el perdón ofrece? 4El propósito del pasado fue precisamente ocultarlo, pues dicho mundo sólo se puede ver en el ahora. 5No tiene pasado. 6Pues, ¿a qué se le puede conceder perdón sino al pasado, el cual al ser perdonado desapa­rece?

2. Padre, no me dejes contemplar un pasado que no existe. 2Pues Tú me has ofrecido Tu Propio sustituto: un mundo presente que el pasado ha dejado intacto y libre de pecado. 3He aquí el final de la culpabilidad. 4Y aquí me preparo para Tu paso final. 5¿Cómo iba a exigirte que siguieses esperando hasta que Tu Hijo encontrase la belleza que Tu dispusiste fuese el final de todos sus sueños y todo su dolor?

 

16 DE OCTUBRE

IX. La justicia del Cielo

1. ¿Qué otra cosa sino la arrogancia podría pensar que la justicia del Cielo no puede eliminar tus insignificantes errores? 2¿Y qué podría significar eso, sino que son pecados y no errores, eterna­mente incorregibles y a los que hay que corresponder con ven­ganza y no con justicia? 3¿Estás dispuesto a que se te libere de todas las consecuencias del pecado? 4No puedes contestar esta pregunta hasta que entiendas todo lo que implica la respuesta. 5Pues si contestas "sí" significa que renuncias a todos los valores de este mundo en favor de la paz del Cielo. 6Significa también que no vas a conservar ni un solo pecado 7ni a abrigar ninguna duda de que esto es posible que le permitiese al pecado conser­var su lugar. 8Significa asimismo que ahora la verdad tiene más valor para ti que todas las ilusiones. 9Y reconoces que la verdad tiene que serte revelada, ya que no sabes lo que es.

2. Dar a regañadientes es no recibir el regalo, pues no estás dis­puesto a aceptarlo. 2Se te guarda hasta que tu renuencia a recibirlo desaparezca y estés dispuesto a que te sea dado. 3La justicia de Dios merece gratitud, no temor. 4Ni tú ni nadie puede perder nada que deis, sino que todo ello se atesora y se guarda en el Cielo, donde todos los tesoros que le han sido dados al Hijo de Dios se conservan para él y se le ofrecen a todo aquel que simplemente extiende la mano dispuesto a recibirlos. 5El tesoro no merma al ser dado. 6Cada regalo no hace sino aumentar el caudal de su riqueza, 7pues Dios es justo. 8Él no lucha contra la renuencia de Su Hijo a percibir la salvación como un regalo procedente de Él. 9Mas Su justicia no quedará satisfecha hasta que todos la reciban.

3. Puedes estar seguro de que la solución a cualquier problema que el Espíritu Santo resuelva será siempre una solución en la que nadie pierde. 2Y esto tiene que ser verdad porque Él no le exige sacrificios a nadie. 3Cualquier solución que le exija a alguien la más mínima pérdida, no habrá resuelto el problema, sino que lo habrá empeorado, haciéndolo más difícil de resolver y más injusto. 4Es imposible que el Espíritu Santo pueda ver cual­quier clase de injusticia como la solución. 5Para Él, lo que es injusto tiene que ser corregido porque es injusto. 6Y todo error es una percepción en la que, como mínimo, se ve a uno de los Hijos de Dios injustamente. 7De esta forma es como se priva de justicia al Hijo de Dios. 8Cuando se considera a alguien un perdedor, se le ha condenado. 9Y el castigo, en vez de la justicia, se convierte en su justo merecido.

4. Ver la inocencia hace que el castigo sea imposible y la justicia inevitable. 2La percepción del Espíritu Santo no da cabida al ata­que. 3Lo único que podría justificar el ataque son las pérdidas, y Él no ve pérdidas de ninguna clase. 4El mundo resuelve problemas de otra manera. 5Pues ve la solución a cualquier problema como un estado en el que se ha decidido quién ha de ganar y quién ha de perder; con cuánto se va a quedar uno de ellos y cuánto puede todavía defender el perdedor. 6Mas el problema sigue sin resol­verse, pues sólo la justicia puede establecer un estado en el que nadie pierde y en el que a nadie se le trata injustamente o se le priva de algo, lo cual le daría motivos para vengarse. 7Ningún problema se puede resolver mediante la venganza, que en el mejor de los casos no haría sino dar lugar a otro problema, en el que el asesinato no es obvio.

5. La forma en que el Espíritu Santo resuelve todo problema es la manera de solventarlo. 2El problema queda resuelto porque se ha tratado con justicia. 3Hasta que esto no se haga, seguirá repitién­dose porque aún no se habrá solventado. 4El principio según el cual la justicia significa que nadie puede perder es crucial para el objetivo de este curso. 5Pues los milagros dependen de la justicia. 6Mas no como la ve el mundo, sino como la conoce Dios y como este conocimiento se ve reflejado en la visión que ofrece el Espí­ritu Santo.

6. Nadie merece perder. 2Y es imposible que lo que supone una injusticia para alguien pueda ocurrir. 3La curación tiene que ser para todo el mundo, pues nadie merece ninguna clase de ataque. 4¿Qué orden podría haber en los milagros, si algunas personas mereciesen sufrir más y otras menos? 5¿Y sería esto justo para aquellos que son totalmente inocentes? 6Todo milagro es justo. 7No es un regalo especial que se les concede a algunos y se les niega a otros, por ser éstos menos dignos o estar más condena­dos, y hallarse, por lo tanto, excluidos de la curación. 8¿Quién puede estar excluido de la salvación, si el propósito de ésta es precisamente acabar con el especialismo? 9¿Dónde se encontraría la justicia de la salvación, si algunos errores fuesen imperdona­bles y justificasen la venganza en lugar de la curación y el retorno a la paz?

7. El propósito de la salvación no puede ser ayudar al Hijo de Dios a que sea más injusto de lo que él ya ha procurado ser. 2Si los milagros, que son el don del Espíritu Santo, se otorgasen exclusivamente a un grupo selecto y especial y se negasen a otros por ser éstos menos merecedores de ellos, entonces Él sería el aliado del especialismo. 3El Espíritu Santo no da fe de lo que no puede percibir. 4Y todos tienen el mismo derecho a Su don de curación, liberación y paz. 5Entregarle un problema al Espíritu Santo para que Él lo resuelva por ti, significa que quieres que se resuelva. 6Mas no entregárselo a fin de resolverlo por tu cuenta y sin Su ayuda, es decidir que el problema siga pendiente y sin resolver, haciendo así que pueda seguir dando lugar a más injusticias y ataques. 7Nadie puede ser injusto contigo, a menos que tú hayas decidido ser injusto primero. 8En ese caso, es inevitable que surjan problemas que sean un obstáculo en tu camino, y que la paz se vea disipada por los vientos del odio.

8. A menos que pienses que todos tus hermanos tienen el mismo derecho a los milagros que tú, no reivindicarás tu derecho a ellos, al haber sido injusto con otros que gozan de los mismos derechos que tú. 2Si tratas de negarle algo a otro, sentirás que se te ha negado a ti. 3Si tratas de privar a alguien de algo, te habrás pri­vado a ti mismo. 4Es imposible recibir un milagro que otro no pueda recibir. 5Sólo el perdón ofrece milagros. 6Y el perdón tiene que ser justo con todo el mundo.

9. Los pequeños problemas que ocultas se convierten en tus pecados secretos porque no elegiste que se te liberase de ellos. 2Y así, acumulan polvo y se vuelven cada vez más grandes hasta cubrir todo lo que percibes, impidiéndote así ser justo con nadie. 3No crees tener ni un solo derecho. 4Y la amargura, al haber justi­ficado la venganza y haber hecho que se pierda la misericordia, te condena irremisiblemente. 5Los irredentos no tienen misericordia para con nadie. 6Por eso es por lo que tu única responsabilidad es aceptar el perdón para ti mismo.

10. Das el milagro que recibes. 2Y cada uno de ellos se convierte en un ejemplo de la ley en la que se basa la salvación: que si uno solo ha de sanar, se les tiene que hacer justicia a todos. 3Nadie puede perder y todos tienen que beneficiarse. 4Cada milagro es un ejem­plo de lo que la justicia puede lograr cuando se ofrece a todos por igual, 5pues se recibe en la misma medida en que se da. 6Todo milagro es la conciencia de que dar y recibir es lo mismo. 7Puesto que no hace distinciones entre los que son iguales, no ve diferen­cias donde no las hay. 8Y así, es igual con todos porque no ve diferencia alguna entre ellos. 9Su ofrecimiento es universal y sólo enseña un mensaje:

 

10Lo que es de Dios le pertenece a todo el mundo, y es su derecho inalienable.

 

LECCIÓN 290

 

Lo único que veo es mi actual felicidad.

 

1. A menos que contemple lo que no está ahí, lo único que veo es mi actual felicidad. 2Los ojos que comienzan a abrirse por fin pue­den ver. 3Y deseo que la visión de Cristo descienda sobre mí hoy mismo. 4Pues lo que percibo a través de mi propia vista sin la Corrección que Dios me dio para ella, es atemorizante y doloroso de contemplar. 5Mas no voy a permitir que mi mente se siga enga­Ã±ando un solo instante más, creyendo que el sueño que inventé es real. 6Éste es el día en que voy en pos de mi actual felicidad y en el que no he de contemplar nada que no sea lo que busco.

2. Con esta resolución vengo a Ti, y te pido que me prestes tu fortaleza, mientras procuro únicamente hacer Tu Voluntad. 2No puedes dejar de oírme, Padre. 3Pues lo que pido ya me lo has dado. 4Y estoy seguro de que hoy veré mi felicidad.

 

17 DE OCTUBRE

Capítulo 26

LA TRANSICIÓN

 

I. El "sacrificio" de la unicidad*

1. El sacrificio es una idea clave en la "dinámica" del ataque. 2Es el eje sobre el que toda transigencia, todo desesperado intento de cerrar un trato y todo conflicto alcanza un aparente equilibrio. 3Es el símbolo del tema central según el cual alguien siempre tiene que perder. 4El hincapié que hace en el cuerpo es evidente, pues el sacrificio es siempre un intento de minimizar la pérdida. 5El cuerpo en sí es un sacrificio, una renuncia al poder a cambio de quedarte con una pequeña porción de él para ti solo. 6Ver a un hermano en otro cuerpo, separado del tuyo, es la expresión del deseo de ver únicamente una pequeña parte de él y de sacrificar el resto. 7Contempla el mundo y verás que nada está unido a nada más allá de sí mismo. 8Todas las aparentes entidades pue­den acercarse o alejarse un poco, pero no pueden unirse.

2. El mundo que ves está basado en el "sacrificio" de la unicidad. 2Es la imagen de una total desunión y de una absoluta falta de unidad. 3Alrededor de cada entidad se erige una muralla tan só­lida en apariencia, que parece como si lo que se encuentra adentro jamás pudiese salir afuera, y lo que se encuentra afuera jamás pudiese llegar hasta lo que se encuentra oculto allí. 4Cada parte tiene que sacrificar a otra para conservar su propia integridad. 5Pues si se uniesen, cada una perdería su identidad individual, y es mediante esa separación como conservan su individualidad.

3. Lo poco que el cuerpo mantiene cercado se convierte en el yo, el cual se conserva mediante el sacrificio de todo lo demás. 2Y todo lo demás no puede sino perder esta pequeña parte y perma­necer incompleto a fin de mantener intacta su propia identidad. 3En esta percepción de ti mismo la pérdida del cuerpo sería cier­tamente un sacrificio. 4Pues ver cuerpos se convierte en la señal de que el sacrificio es limitado y de que aún queda algo que es exclusivamente para ti. 5Y para que esa ínfima parte te perte­nezca, se demarcan límites en todo lo que es externo a ti, así como en lo que crees que es tuyo. 6Pues dar es lo mismo que recibir. 7Y aceptar las limitaciones de un cuerpo es imponer esas mismas limitaciones a cada hermano que ves. 8Pues sólo puedes ver a tu hermano como te ves a ti mismo.

4. El cuerpo supone una pérdida, y, por lo tanto, se puede usar para los fines del sacrificio. 2Y mientras veas a tu hermano como un cuerpo, aparte de ti y separado dentro de su celda, estarás exigiendo que tanto tú como él os sacrifiquéis. 3¿Qué mayor sacrificio puede haber que exigirle al Hijo de Dios que se perciba a sí mismo sin su Padre? 4¿O que su Padre esté sin Su Hijo? 5Sin embargo, todo sacrificio exige que estén separados, y el uno sin el otro. 6El recuerdo de Dios se niega si se le exige a alguien algún sacrificio. 7¿Qué testigo de la plenitud del Hijo de Dios puede verse en un mundo de cuerpos separados, por mucho que él dé testimonio de la verdad? 8Él es invisible en un mundo así. 9Y su himno de unión y de amor no puede oírse en absoluto. 10No obs­tante, se le ha concedido hacer que el mundo retroceda ante su himno y que su visión reemplace a los ojos del cuerpo.

5. Aquellos que quieren ver los testigos de la verdad en vez de los de la ilusión, piden simplemente poder ver en el mundo un propósito que haga que el mundo tenga sentido y significado. 2Sin tu función especial, no tiene ningún significado para ti. 3Sin embargo, se puede convertir en una mina tan rica e ilimitada como el Cielo mismo. 4No hay ni un solo instante en el que la santidad de tu hermano no se pueda ver y con ello añadir abun­dante riqueza a cada diminuto fragmento y a cada pequeña migaja de felicidad que te concedes a ti mismo.

6. Puedes perder de vista la unicidad, pero no puedes sacrificar su realidad. 2Tampoco puedes perder aquello que quieres sacrifi­car ni impedir que el Espíritu Santo lleve a cabo Su misión de mostrarte que la unicidad no se ha perdido. 3Escucha, pues, el himno que te canta tu hermano, y según dejas que el mundo retroceda, acepta el descanso que su testimonio te ofrece en nom­bre de la paz. 4Pero no lo juzgues, pues si lo haces, no oirás el himno de tu liberación ni verás lo que le es dado a él atestiguar a fin de que tú puedas verlo y regocijarte junto con él. 5No dejes que debido a tu creencia en el pecado su santidad sea sacrificada, 6pues sacrificas tu inocencia con la suya, y mueres cada vez que ves en él un pecado por el que él merece morir.

7. Sin embargo, puedes renacer en cualquier instante y recibir vida nuevamente. 2La santidad de tu hermano te da vida a ti que no puedes morir porque Dios conoce su inocencia, la cual tú no puedes sacrificar, tal como tu luz tampoco puede desaparecer porque él no la vea. 3Tú que querías hacer de la vida un sacrificio, y que tus ojos y oídos fuesen testigos de la muerte de Dios y de Su santo Hijo, no pienses que tienes el poder para hacer de Ellos lo que Dios no dispuso que fuesen. 4En el Cielo, el Hijo de Dios no está aprisionado en un cuerpo ni ha sido sacrificado al pecado en soledad. 5Y tal como él es en el Cielo, así tiene que ser eterna­mente y en todas partes. 6Es por siempre él mismo: nacido de nuevo cada instante, inmune al tiempo y mucho más allá del alcance de cualquier sacrificio de vida o de muerte. 7Pues él no creó ni una ni otra, y sólo una le fue dada por Uno que sabe que Sus dones jamás se pueden sacrificar o perder.

8. La justicia de Dios descansa amorosamente sobre Su Hijo, manteniéndolo a salvo de toda injusticia que el mundo quisiera cometer contra él. 2¿Podrías acaso hacer que sus pecados fuesen reales, y sacrificar así la Voluntad de su Padre con respecto a él? 3No lo condenes viéndolo dentro de la putrescente prisión en la que él se ve a sí mismo. 4Tu función especial es asegurarte de que la puerta se abra, de modo que él pueda salir para verter su luz sobre ti y devolverte el regalo de la libertad al recibirlo de ti. 5¿Y cuál podría ser la función especial del Espíritu Santo, sino la de liberar al santo Hijo de Dios del aprisionamiento que él concibió para negarse a sí mismo la justicia? 6¿Y podría ser tu función una tarea aparte y distinta de la Suya?

 

8. ¿Qué es el mundo real?

 

1. El mundo real es un símbolo, como todo lo demás que la per­cepción ofrece. 2No obstante, es lo opuesto a lo que tú fabricaste. 3Ves tu mundo a través de los ojos del miedo, lo cual te trae a la mente los testigos del terror. 4El mundo real sólo lo pueden perci­bir los ojos que han sido bendecidos por el perdón, los cuales, consecuentemente, ven un mundo donde el terror es imposible y donde no se puede encontrar ningún testigo del miedo.

2. El mundo real te ofrece una contrapartida para cada pensa­miento de infelicidad que se ve reflejado en tu mundo, una corrección segura para las escenas de miedo y los clamores de batalla que pueblan tu mundo. 2El mundo real muestra un mundo que se contempla de otra manera: a través de ojos serenos y de una mente en paz. 3Allí sólo hay reposo. 4No se oyen gritos de dolor o de pesar, pues allí nada está excluido del perdón. 5Y las escenas que se ven son apacibles, 6pues sólo escenas y sonidos felices pueden llegar hasta la mente que se ha perdonado a sí misma.

3. ¿Qué necesidad tiene dicha mente de pensamientos de muerte, asesinato o ataque? 2¿De qué puede sentirse rodeada sino de segu­ridad, amor y dicha? 3¿Qué podría haber que ella quisiese conde­nar? a¿Y contra qué querría juzgar? 4El mundo que ve emana de una mente que está en paz consigo misma. 5No ve peligro en nada de lo que contempla, pues es bondadosa, y lo único que ve es bondad.

4. El mundo real es el símbolo de que al sueño de pecado y cul­pabilidad le ha llegado su fin y de que el Hijo de Dios ha desper­tado. 2Y sus ojos, abiertos ahora, perciben el inequívoco reflejo del Amor de su Padre, la infalible promesa de que ha sido redi­mido. 3El mundo real representa el final del tiempo, pues cuando se percibe, el tiempo deja de tener objeto.

5. El Espíritu Santo no tiene necesidad del tiempo una vez que éste ha servido el propósito que Él le había asignado. 2Ahora espera un sólo instante más para que Dios dé el paso final y el tiempo desaparezca llevándose consigo la percepción y dejando solamente a la verdad para que sea tal como es. 3Ese instante es nuestro objetivo, pues en él yace el recuerdo de Dios. 4Y al con­templar un mundo perdonado, Él es Quien nos llama y nos viene a buscar para llevarnos a casa, recordándonos nuestra Identidad, la cual nos ha sido restituida mediante nuestro perdón.

 

LECCIÓN 291

 

Éste es un día de sosiego y de paz.

 

1. Hoy la visión de Cristo contempla todo a través de mí. 2Su vista me muestra que todas las cosas han sido perdonadas y que se encuentran en paz, y le ofrece esa misma visión al mundo. 3En su nombre acepto esta visión para mí, así como para el mundo. 4¡Cuánta hermosura contemplamos en este día! 5¡Cuánta santi­dad vemos a nuestro alrededor! 6Y se nos concede reconocer que es una santidad que compartimos, pues es la Santidad de Dios Mismo.

2. Mi mente se aquieta hoy, para recibir los Pensamientos que Tú me ofreces. 2Y acepto lo que procede de Ti, en lugar de lo que procede de mí. 3No sé cómo llegar hasta Ti. 4Mas Tú lo sabes perfectamente. 5Padre, guía a Tu Hijo por el tranquilo sendero que conduce a Ti. 6Haz que mi perdón sea total y completo y que Tu recuerdo retorne a mí.

 

LECCIÓN 292

 

Todo tendrá un desenlace feliz.

 

1. Las promesas de Dios no hacen excepciones. 2Y Él garantiza que la dicha será el desenlace final de todas las cosas. 3De nosotros depende, no obstante, cuándo habrá de lograrse eso: hasta cuándo vamos a permitir que una voluntad ajena parezca oponerse a la Suya. 4Pues mientras pensemos que esa voluntad es real, no halla­remos el final que Él ha dispuesto sea el desenlace de todos los problemas que percibimos, de todas las tribulaciones que vemos y de todas las situaciones a que nos enfrentamos. 5Mas ese final es seguro. 6Pues la Voluntad de Dios se hace en la tierra, así como en el Cielo. 7Lo buscaremos y lo hallaremos, tal como dispone Su Voluntad, la Cual garantiza que nuestra voluntad se hace.

2. Te damos gracias, Padre, por Tu garantía de que al final todo tendrá un desenlace feliz. 2Ayúdanos a no interferir y demorar así el feliz de­senlace que nos has prometido para cada problema que podamos percibir y para cada prueba por la que todavía creemos que tenemos que pasar.

 

LECCIÓN 293

 

El miedo ya se acabó y lo único que hay aquí es amor.

 

1. El miedo ya se acabó porque su fuente ha desaparecido, y con ella, todos sus pensamientos desaparecieron también. 2El amor sigue siendo el único estado presente, cuya Fuente está aquí para siempre. 3¿Cómo iba a parecerme el mundo claro y diáfano, segu­ro y acogedor; cuando todos mis errores pasados lo oprimen y me muestran manifestaciones distorsionadas de miedo? 4Mas en el presente el amor es obvio y sus efectos evidentes. 5El mundo entero resplandece en el reflejo de su santa luz, y por fin percibo un mundo perdonado.

2. Padre no permitas que Tu santo mundo me pase desapercibido hoy, 2ni que mis oídos sean sordos a todos los himnos de gratitud que el mundo entona bajo los sonidos del miedo. 3Hay un mundo real que el presente mantiene a salvo de todos los errores del pasado. 4Y éste es el único mundo que quiero tener ante mis ojos hoy.

 

20 DE OCTUBRE

II. Muchas clases de error, una sola corrección

1. Es fácil entender las razones por las que no le pides al Espíritu Santo que resuelva todos tus problemas por ti. 2Para Él no es más difícil resolver unos que otros. 3Todos los problemas son iguales para Él, puesto que cada uno se resuelve de la misma manera y con el mismo enfoque. 4Los aspectos que necesitan solución no cambian, sea cual sea la forma que el problema parezca adoptar. 5Un problema puede manifestarse de muchas maneras, y lo hará mientras el problema persista. 6De nada sirve intentar resolverlo de una manera especial. 7Se presentará una y otra vez hasta que haya sido resuelto definitivamente y ya no vuelva a surgir en ninguna forma. 8Sólo entonces te habrás liberado de él.

2. El Espíritu Santo te ofrece la liberación de todos los problemas que crees tener. 2Para Él, todos ellos son el mismo problema por­que cada uno, independientemente de la forma en que parezca manifestarse, exige que alguien pierda y sacrifique algo para que tú puedas ganar. 3Mas sólo cuando la situación se resuelve de tal manera que nadie pierde desaparece el problema, pues no era más que un error de percepción que ahora ha sido corregido. 4Para Él no es más difícil llevar un error ante la verdad que otro. 5Pues sólo hay un error: la idea de que es posible perder y de que alguien puede ganar como resultado de ello. 6Si eso fuese cierto, entonces Dios sería injusto, el pecado posible, el ataque estaría justificado y la venganza sería merecida.

3. Para este único error, en cualquiera de sus formas, sólo hay una corrección. 2Es imposible perder, y creer lo contrario es un error. 3Tú no tienes problemas, aunque pienses que los tienes. 4No podrías pensar que los tienes si los vieses desaparecer uno por uno, independientemente de la magnitud, de la complejidad, del lugar, del tiempo, o de cualquier otro atributo que percibas que haga que cada uno de ellos parezca diferente del resto. 5No pienses que las limitaciones que impones sobre todo lo que ves pueden limitar a Dios en modo alguno.

4. El milagro de la justicia puede corregir todos los errores. 2Todo problema es un error. 3Es una injusticia contra el Hijo de Dios, y, por lo tanto, no es verdad. 4El Espíritu Santo no evalúa las injusti­cias como grandes o pequeñas, mayores o menores. 5Para Él todas están desprovistas de atributos. 6Son equivocaciones por las que el Hijo de Dios está sufriendo innecesariamente. 7Y así, Él simple­mente le arranca los clavos y las espinas. 8No se detiene a juzgar si el dolor es grande o pequeño. 9Él emite un solo juicio: herir al Hijo de Dios sería una injusticia, por lo tanto, no puede ser verdad.

5. Tú que crees que entregarle al Espíritu Santo tan sólo algunos errores y quedarte con el resto te mantiene a salvo, recuerda esto: la justicia es total. 2La justicia parcial no existe. 3Si el Hijo de Dios fuese culpable, estaría condenado y no merecería la misericordia del Dios de la justicia. 4Por lo tanto, no le pidas a Dios que lo castigue porque tú lo consideres culpable y desees verlo muerto. 5Dios te ofrece los medios para que puedas ver su inocencia. 6¿Sería justo que se le castigase porque tú te niegues a ver lo que se encuentra ahí ante ti? 7Cada vez que decides resolver un pro­blema por tu cuenta, o consideras que se trata de un problema que no tiene solución, lo has exagerado y privado de toda espe­ranza de corrección. 8Y así, niegas que el milagro de la justicia pueda ser justo.

6. Si Dios es justo, no puede haber entonces ningún problema que la justicia no pueda resolver. 2Pero tú crees que algunas injusticias son buenas y justas, así como necesarias para tu propia supervi­vencia. 3Éstos son los problemas que consideras demasiado gran­des e irresolubles. 4Pues hay personas a las que les deseas que pierdan, y no hay nadie a quien desees ver completamente a salvo del sacrificio. 5Considera una vez más cuál es tu función especial. 6Se te ha dado un hermano para que veas en él su perfecta inocen­cia. 7Y no le exigirás ningún sacrificio porque no es tu voluntad que él sufra pérdida alguna. 8El milagro de justicia que invocas te envolverá tanto a ti como a él. 9Pues el Espíritu Santo no estará contento hasta que todo el mundo lo reciba, 10ya que lo que le das a Él les pertenece a todos, y por el hecho de tú darlo, Él se asegu­rará de que todos lo reciban por igual.

7. Piensa, entonces, cuán grande será tu liberación cuando estés dispuesto a dejar que todos tus problemas sean resueltos. 2No te quedarás ni con uno solo de ellos, pues no desearás ninguna clase de dolor. 3Y verás sanar cada pequeña herida ante la benévola visión del Espíritu Santo. 4Pues todas ellas son pequeñas para Él, y no merecen más que un leve suspiro de tu parte antes de que desaparezcan del todo y queden por siempre sanadas y en el olvido. 5Lo que una vez pareció ser un problema especial, un error sin solución o una aflicción incurable, ha sido transformado en una bendición universal. 6El sacrificio ha desaparecido. 7Y en su lugar se puede recordar el Amor de Dios, el cual desvanecerá con su fulgor toda memoria de sacrificio y de pérdida.

8. Es imposible recordar a Dios mientras se tenga miedo de la justicia en lugar de amarla. 2Él no puede ser injusto con nadie ni con nada porque sabe que todo lo que existe es Suyo y que será siempre tal como Él lo creó. 3Todo lo que Él ama no puede sino ser impecable* e inmune al ataque. 4Tu función especial abre de par en par la puerta tras la cual el recuerdo de Su Amor permanece perfectamente intacto e inmaculado. 5Sólo necesitas desear que se te conceda el Cielo en vez del infierno, y todos los cerrojos y barreras que parecen mantener la puerta herméticamente cerrada se desmoronarán y desaparecerán. 6Pues no es la Voluntad de tu Padre que tú ofrezcas o recibas menos de lo que Él te dio cuando te creó con perfecto amor.

 

LECCIÓN 294

 

Mi cuerpo es algo completamente neutro.

 

1. Soy un Hijo de Dios. 2¿Cómo iba a poder ser también otra cosa? 3¿Acaso creó Dios lo mortal y lo corruptible? 4¿De qué le sirve al bienamado Hijo de Dios lo que ha de morir? 5Sin embargo, lo que es neutro no puede ver la muerte, pues allí no se han depositado pensamientos de miedo, ni se ha hecho de ello una parodia del amor. 6La neutralidad del cuerpo lo protege mientras siga siendo útil. 7Una vez que no tenga ningún propósito, se dejará a un lado. 8No es que haya enfermado, esté viejo o lesionado. 9Es que simple­mente no tiene ninguna función, es innecesario, y, por consi­guiente, se le desecha. 10Haz que hoy no vea en él más que esto: algo que es útil por un tiempo y apto para servir, que se conserva mientras pueda ser de provecho, y luego es reemplazado por algo mejor.

2. Mi cuerpo, Padre, no puede ser Tu Hijo. 2Y lo que no ha sido creado no puede ser ni pecaminoso ni inocente; ni bueno ni malo. 3Déjame, pues, valerme de este sueño para poder ser de ayuda en Tu plan de que despertemos de todos los sueños que urdimos.

 

21 DE OCTUBRE

III. La zona fronteriza

1. La complejidad no forma parte de Dios. 2¿Cómo podría formar parte de Él cuando Él sólo conoce lo que es uno? 3Él solamente conoce una sola creación, una sola realidad, una sola verdad y un solo Hijo. 4Nada puede estar en conflicto con lo que es uno solo. 5¿Cómo iba a poder haber entonces complejidad en Él? 6¿Entre qué habría que decidir? 7Pues el conflicto es lo que da lugar a las alternativas. 8La verdad es simple: es una sola y no tiene opuestos. 9¿Y cómo iba a poder presentarse la discordia ante su simple pre­sencia y dar lugar a la complejidad allí donde únicamente existe la unicidad? 10La verdad no elige, pues no existen alternativas entre las que elegir. 11Y sólo si las hubiera, podría ser la elección un paso necesario en el avance hacia la unicidad. 12En lo que es todo no hay cabida para nada más. 13Sin embargo, esta inmensidad se encuentra más allá del alcance de este plan de estudios. 14No es necesario, pues, que nos detengamos en algo que no puede ser captado de inmediato.

2. Existe una zona fronteriza en el pensamiento que se encuentra entre este mundo y el Cielo. 2No es un lugar, y cuando llegas a ella, te das cuenta de que está fuera de los confines del tiempo. 3Ahí es adonde se llevan todos los pensamientos, donde se recon­cilian los valores conflictivos y donde todas las ilusiones se depo­sitan ante la verdad y se juzgan como falsas. 4Esta zona fronteriza está justo más allá de las puertas del Cielo. 5Ahí todo pensa­miento se vuelve puro y totalmente simple. 6Ahí se niega el pecado y en su lugar se recibe todo lo que simplemente es.

3. Éste es el final de la jornada. 2Nos hemos referido a ese lugar como el mundo real. 3Sin embargo, hay una contradicción en esto, en el sentido de que las palabras implican la idea de una realidad limitada, una verdad parcial, un segmento del universo hecho realidad. 4Esto se debe a que el conocimiento no ataca a la percepción. 5Ambos se llevan sencillamente el uno ante el otro, y sólo uno de ellos continúa más allá de la puerta donde se encuen­tra la Unicidad. 6La salvación es una zona fronteriza donde los conceptos de lugar y tiempo, así como el de elegir tienen aún significado, si bien se puede ver que son temporales, que están fuera de lugar y que toda elección ya se ha llevado a cabo.

4. Ninguna creencia que el Hijo de Dios albergue puede ser des­truida. 2Pero lo que es verdad para él tiene que llevarse ante la última comparación que él jamás tendrá que hacer: la última posible evaluación, el juicio final sobre este mundo. 3Se trata del juicio de la verdad con respecto a la ilusión, y el del conocimiento con respecto a la percepción: "No tiene ningún significado y no existe". 4Esto no es algo que tú decidas. 5Es la simple declaración de un simple hecho. 6Pero en este mundo no hay hechos simples porque todavía no está claro lo que es lo mismo y lo que es dife­rente. 7Esta distinción es lo único que se debe tener en cuenta a la hora de tomar cualquier decisión. 8Pues en ella radica la diferen­cia entre los dos mundos. 9En este mundo, elegir se vuelve impo­sible. 10En el mundo real, se simplifica.

5. La salvación se detiene justo antes del umbral del Cielo, pues sólo la percepción necesita salvación. 2El Cielo jamás se perdió, y, por lo tanto, no se puede salvar. 3Mas ¿quién puede elegir entre su deseo del Cielo y su deseo del infierno a menos que reconozca que no son lo mismo? 4Reconocer la diferencia es la meta de aprendizaje que este curso se ha propuesto. 5No irá más allá de este objetivo. 6Su único propósito es enseñar qué es lo mismo y qué es diferente, sentando así las bases sobre las que hacer la única elección que se puede hacer.

6. Este mundo complejo y súper-complicado no te ofrece nin­guna base sobre la que elegir. 2Pues nadie comprende lo que es lo mismo, y todo el mundo parece estar eligiendo entre alternativas que realmente no existen. 3El mundo real es la esfera de la elec­ción hecha realidad, no en el resultado final, sino en la percepción de las alternativas entre las que se puede elegir. 4La idea de que hay alternativas entre las que elegir es una ilusión. 5Aun así, dentro de esta ilusión yace el des-hacimiento de todas las ilusio­nes, incluida ella.

7. ¿No se parece esto a tu función especial, en la que la separa­ción se subsana al pasar de lo que antes era el propósito de ser especial a lo que ahora es el de estar unido? 2Todas las ilusiones son una. 3Y en el reconocimiento de este hecho radica el que pue­das abandonar todo intento de elegir entre ellas y de hacerlas diferentes. 4¡Qué fácil es elegir entre dos cosas que obviamente son distintas! 5En esto no hay conflicto. 6Abandonar una ilusión que se reconoce como tal no puede ser un sacrificio. 7Cuando se desposee de realidad a aquello que nunca fue verdad, ¿cómo iba a ser difícil renunciar a ello y elegir lo que, por ende, no puede sino ser real?

 

IV. El lugar que el pecado dejó vacante

1. En este mundo el perdón es el equivalente de lo que en el Cielo es la justicia. 2El perdón transforma el mundo del pecado en un mundo simple, en el que se puede ver el reflejo de la justicia que emana desde más allá de la puerta tras la cual reside lo que carece de todo límite. 3No hay nada en el amor ilimitado que pudiese necesitar perdón. 4Y lo que en el mundo es caridad, más allá de la puerta del Cielo pasa a ser simple justicia. 5Nadie perdona a menos que haya creído en el pecado y aún crea que hay mucho por lo que él mismo necesita ser perdonado. 6El perdón se vuelve de esta manera el medio por el que aprende que no ha hecho nada que necesite perdón. 7El perdón siempre descansa en el que lo concede, hasta que reconoce que ya no lo necesita más. 8De este modo, se le reinstaura a su verdadera función de crear, que su perdón le ofrece nuevamente.

2. El perdón convierte el mundo del pecado en un mundo de glo­ria, maravilloso de ver. 2Cada flor brilla en la luz, y en el canto de todos los pájaros se ve reflejado el júbilo del Cielo. 3No hay tris­teza ni divisiones, pues todo se ha perdonado completamente. 4Y los que han sido perdonados no pueden sino unirse, pues nada se interpone entre ellos para mantenerlos separados y aparte. 5Los que son incapaces de pecar no pueden sino percibir su unidad, pues no hay nada que se interponga entre ellos para alejar a unos de otros. 6Se funden en el espacio que el pecado dejó vacante, en jubiloso reconocimiento de que lo que es parte de ellos no se ha mantenido aparte y separado.

3. El santo lugar en el que te encuentras no es más que el espacio que el pecado dejó vacante. 2En su lugar ves alzarse ahora la faz de Cristo. 3¿Quién podría contemplar la faz de Cristo y no recor­dar a Su Padre tal como Éste realmente es? 4¿Y quién que temiese al amor, podría pisar la tierra en la que el pecado ha dejado un sitio para que se erija un altar al Cielo que se eleve muy por encima del mundo hasta llegar más allá del universo y tocar el Corazón de toda la creación? 5¿Qué es el Cielo, sino un himno de gratitud, de amor y de alabanza que todo lo creado le canta a la Fuente de su creación? 6El más santo de los altares se erige donde una vez se creyó reinaba el pecado. 7Y a él vienen todas las luces del Cielo, para ser reavivadas y para incrementar su gozo. 8Pues en este altar se les restituye lo que habían perdido y recobran todo su fulgor.

4. Los milagros que el perdón deposita ante las puertas del Cielo no son insignificantes. 2Aquí el Hijo de Dios Mismo viene a reci­bir cada uno de los regalos que lo acerca más a su hogar. 3Ni uno solo de ellos se pierde, y a ninguno se le atribuye más valor que a otro. 4Cada uno de esos regalos le recuerda el amor de su Padre en igual medida que el resto. 5Y cada uno le enseña que lo que él temía, es lo que más ama. 6¿Qué otra cosa, salvo un milagro, podría hacerle cambiar de mentalidad de modo que comprenda que el amor no puede ser temido? 7¿Qué otro milagro puede haber aparte de éste? 8¿Y qué otra cosa se podría necesitar para que el espacio entre vosotros desaparezca?

5. Donde antes se percibía el pecado se alzará un mundo que se convertirá en el altar de la verdad, y allí tú te unirás a las luces del Cielo y entonarás con ellas su himno de gratitud y alabanza. 2Y tal como ellas vienen a ti para completarse a sí mismas, así tú te dirigirás a ellas con el mismo propósito. 3Pues no hay nadie que pueda oír el himno del Cielo sin añadir el poder de su voz a él, haciéndolo así aún más dulce. 4Y todos se unirán al himno ante el altar que fue erigido en el pequeño espacio que el pecado proclamaba que era suyo. 5Y lo que entonces era minúsculo se habrá expandido hasta convertirse en un himno excelso en el que todo el universo se habrá unido cual una sola voz.

6. Esa pequeña mácula de pecado que aún se interpone entre vo­sotros está demorando el feliz momento en el que las puertas del Cielo se abrirán. 2¡Cuán pequeño es el obstáculo que te impide disponer de la riqueza del Cielo! 3¡Y cuán grande será el gozo en el Cielo cuando te unas al imponente coro en alabanza al Amor de Dios!

 

LECCIÓN 295

 

El Espíritu Santo ve hoy a través de mí.

 

1. Hoy Cristo pide valerse de mis ojos para así redimir al mundo. 2Me pide este regalo para poder ofrecerme paz mental y eliminar todo terror y pesar. 3Y a medida que se me libra de éstos, los sueños que parecían envolver al mundo desaparecen. 4La reden­ción es una. 5Al salvarme yo, el mundo se salva conmigo. 6Pues todos tenemos que ser redimidos juntos. 7El miedo se presenta en múltiples formas, pero el amor es uno.

2. Padre mío, Cristo me ha pedido un regalo, regalo éste que doy para que se me dé a mí. 2Ayúdame a usar los ojos de Cristo hoy, y permitir así que el Amor del Espíritu Santo bendiga todo cuanto contemple, de modo que la compasión de Su Amor pueda descender sobre mí.

 

22 DE OCTUBRE

V. El pequeño obstáculo

1. Un pequeño obstáculo les puede parecer muy grande a los que aún no comprenden que los milagros son todos el mismo mila­gro. 2Mas enseñar esto es la finalidad de este curso. 3Ése es su único propósito, pues es lo único que hay que aprender. 4Y lo puedes aprender de muchas maneras. 5Todo aprendizaje o bien es una ayuda para llegar a las puertas del Cielo o bien un obstá­culo. 6No hay nada entremedias. 7Hay solamente dos maestros, y cada uno de ellos señala caminos diferentes. 8Y tú seguirás el camino que te señale el maestro que hayas elegido. 9Sólo hay dos direcciones que puedes seguir, mientras perdure el tiempo y ele­gir tenga sentido. 10Pues jamás se podrá construir otro camino, salvo el que conduce al Cielo. 11Tú sólo eliges entre ir al Cielo o no ir a ninguna parte. 12No hay más alternativas que éstas.

2. Lo único que se puede perder es el tiempo, el cual, en última instancia, no tiene ningún sentido. 2Pues sólo supone un pequeño obstáculo para la eternidad y no significa nada para el verdadero Maestro del mundo. 3Sin embargo, dado que tú crees en el tiempo, ¿por qué desperdiciarlo no yendo a ninguna parte, cuando lo puedes utilizar para alcanzar la meta más elevada que se puede lograr mediante el aprendizaje? 4No pienses que el camino que te conduce a las puertas del Cielo es difícil. 5Nada que emprendas con un propósito firme, con absoluta determinación y lleno de una feliz confianza, llevando a tu hermano de la mano y en armonía con el himno del Cielo, es difícil de lograr. 6Lo que en verdad es difícil es vagar, solo y afligido, por un camino que no conduce a ninguna parte ni tiene ningún propósito.

3. Dios te dio Su Maestro para que reemplazase al que tú inven­taste, no para que estuviese en conflicto con él. 2Y lo que Él ha dispuesto reemplazar ya ha sido reemplazado. 3El tiempo tan solo duró un instante en tu mente, y no afectó a la eternidad en absoluto. 4Y así es con todo el tiempo que ha pasado; y todo per­manece exactamente como era antes de que se construyese el camino que no lleva a ninguna parte. 5El brevísimo lapso de tiempo en el que se cometió el primer error -en el que todos los demás errores están contenidos- encerraba también la Correc­ción de ese primer error y de todos los demás que partieron de él. 6Y en ese breve instante el tiempo desapareció, pues eso es lo que jamás fue. 7Aquello a lo que Dios dio respuesta ha sido resuelto y ha desaparecido.

4. A ti que aún crees vivir en el tiempo sin saber que ya desapare­ció, el Espíritu Santo te sigue guiando a través del laberinto infi­nitamente pequeño e insensato que todavía percibes en el tiempo a pesar de que ya hace mucho que desapareció. 2Tú crees estar viviendo en lo que ya pasó. 3Cada cosa que ves la viste sólo por un instante, hace mucho, antes de que su irrealidad sucumbiese ante la verdad. 4No hay ni una sola ilusión en tu mente que no haya recibido respuesta. 5La incertidumbre se llevó ante la cer­teza hace tanto tiempo que es ciertamente difícil seguir abrigán­dola en tu corazón como si aún estuviese ante ti.

5. Este ínfimo instante que deseas conservar y hacer eterno, se extinguió tan fugazmente en el Cielo que ni siquiera se notó. 2Lo que desapareció tan rápidamente que no pudo afectar el conoci­miento del Hijo de Dios, no puede estar aún ahí para que lo pue­das elegir como maestro. 3Sólo en el pasado -un pasado inmemo­rial, demasiado breve como para poder erigir un mundo en respuesta a la creación- pareció surgir este mundo. 4Ocurrió hace tanto tiempo y por un intervalo tan breve que no se perdió ni una sola nota del himno celestial. 5Sin embargo, en cada acto o pensa­miento que aún no hayas perdonado, en cada juicio y en cada creencia en el pecado, se evoca ese instante, como si se pudiese volver a reconstruir en el tiempo. 6Lo que tienes ante tus ojos es una memoria ancestral. 7Y quien vive sólo de recuerdos no puede saber dónde se encuentra.

6. El perdón es lo que nos libera totalmente del tiempo 2y lo que nos permite aprender que el pasado ya pasó. 3Ya no se oye hablar a la locura. 4Ya no hay ningún otro maestro ni ningún otro camino. 5Pues lo que ha sido erradicado ha dejado de existir. 6¿Y quién puede encontrarse en una ribera lejana, y soñar que está al otro lado del océano en un lugar y en un tiempo que hace mucho que desaparecieron? 7¿Cómo iba a poder impedir este sueño que él esté donde realmente está? 8Pues donde él está es un hecho, y sus sueños, de la clase que sean, no pueden cambiarlo. 9Con todo, puede imaginarse que está en otro lugar y en otro tiempo. 10Lo que a lo sumo puede hacer es engañarse a sí mismo creyendo que eso es verdad y convertirlo de meras imaginaciones en creencias y en locura, completamente convencido de que donde prefiere estar es donde está.

7. Mas ¿podría eso impedirle estar donde está? 2¿Es cualquier eco del pasado que él pueda oír un hecho en comparación con lo que se puede oír donde él está ahora? 3¿Y en qué medida pueden sus propias ilusiones con respecto al tiempo y al espacio cambiar el lugar donde él realmente está?

8. Lo que no se ha perdonado es una voz que llama desde un pasado que ya pasó para siempre. 2Y lo único que lo considera real es el deseo de que lo que ya pasó pueda volver a ser real y verse aquí y ahora, en lugar de lo que realmente se encuentra aquí y ahora. 3¿Supone esto acaso un obstáculo para la verdad de que el pasado ya pasó y de que no se te puede devolver? 4¿Y querrías conservar ese temible instante en el que el Cielo pareció desapa­recer y a Dios se le temió y se le convirtió en el símbolo de tu odio?

9. Olvídate de ese momento de terror que ya hace tanto tiempo que se corrigió y se des-hizo. 2¿Podría acaso el pecado resistir la Voluntad de Dios? 3¿Podría estar en tus manos poder ver el pasado y ubicarlo en el presente? 4No puedes volver a él. 5Y todo lo que señala hacia él no hace sino embarcarte en una misión cuya consecución sólo podría ser irreal. 6Tal es la justicia que tu Amoroso Padre se aseguró de que se hiciese contigo. 7Y te ha protegido de tu propia injusticia contra ti mismo. 8No puedes extraviarte porque no hay otro camino que el Suyo y no puedes ir a ninguna parte excepto hacia Él.

10. ¿Cómo iba a permitir Dios que Su Hijo se extraviase por un camino que es sólo la memoria de un instante que hace mucho que pasó? 2Este curso te enseña sólo lo que es ahora. 3Un terrible instante de un pasado lejano que ha sido completamente corregi­do no es motivo de preocupación ni tiene valor alguno. 4Deja que lo muerto y lo pasado descansen en el olvido. 5La resurrección ha venido a ocupar su lugar. 6Y ahora tú eres parte de la resurrec­ción, no de la muerte. 7Ninguna ilusión del pasado tiene el poder de retenerte en un lugar de muerte: la bóveda en la que el Hijo de Dios entró por un instante, para ser instantáneamente restaurado al perfecto Amor de su Padre. 8¿Y cómo iba a podérsele mantener encadenado cuando hace tanto tiempo que se le liberó de las cadenas, que éstas desaparecieron de su mente para siempre?

11. El Hijo que Dios creó sigue siendo tan libre como Dios lo creó. 2Renació en el mismo instante en que eligió morir en vez de vivir. 3¿Y te negarías ahora a perdonarlo porque cometió un error en un pasado que Dios ni siquiera recuerda y que no existe? 4Estás ahora oscilando entre el pasado y el presente. 5A veces el pasado te parece real, como si fuese el presente. 6Oyes voces del pasado y luego dudas de que las has oído. 7Eres como alguien que aún tiene alucinaciones, pero que no está seguro de lo que percibe. 8Ésta es la zona fronteriza entre los dos mundos, el puente entre el pasado y el presente. 9Aquí todavía ronda la sombra del pasado; sin embargo, se vislumbra ya la luz del presente. 10Una vez que esta luz se ve, es imposible olvidarse de ella. 11Y esa luz te rescatará del pasado y te conducirá al presente, donde realmente te encuentras.

12. Las sombrías voces no alteran las leyes del tiempo ni las de la eternidad. 2Proceden de lo que ya pasó y dejó de existir, y no suponen ningún obstáculo para la verdadera existencia del aquí y del ahora. 3El mundo real es la contrapartida a la alucinación de que el tiempo y la muerte son reales, y de que tienen una existen­cia que puede ser percibida. 4Esta terrible ilusión fue negada en el mismo lapso de tiempo que Dios tardó en responder a ella para siempre y en toda circunstancia. 5Y entonces desapareció y dejó de experimentarse como algo que estaba ahí.

13. Cada día, y cada minuto de cada día, y en cada instante de cada minuto, no haces sino revivir ese instante en el que la hora del terror ocupó el lugar del amor. 2Y así mueres cada día para vivir otra vez, hasta que cruces la brecha entre el pasado y el presente, la cual en realidad no existe. 3Esto es lo que es toda vida: un apa­rente intervalo entre nacimiento y muerte y de nuevo a la vida; la repetición de un instante que hace mucho que desapareció y que no puede ser revivido. 4Y el tiempo no es otra cosa que la creencia demente de que lo que ya pasó todavía está aquí y ahora.

14. Perdona el pasado y olvídate de él, pues ya pasó. 2Ya no te encuentras en el espacio que hay entre los dos mundos. 3Has seguido adelante y has llegado hasta el mundo que yace ante las puertas del Cielo. 4Nada se opone a la Voluntad de Dios ni hay necesidad de que repitas una jornada que hace mucho que con­cluyó. 5Mira a tu hermano dulcemente, y contempla el mundo donde la percepción de tu odio ha sido transformada en un mun­do de amor.

 

LECCIÓN 296

 

El Espíritu Santo habla hoy a través de mí.

 

1. El Espíritu Santo necesita hoy mi voz para que todo el mundo pueda escuchar Tu Voz y oír Tu Palabra a través de mí. 2Estoy resuelto a dejar que hables a través de mí, pues no quiero usar otras palabras que las Tuyas, ni tener pensamientos aparte de los Tuyos, pues sólo los Tuyos son verdaderos. 3Quiero ser el salvador del mundo que fabriqué. 4Pues ya que lo condené, quiero liberarlo, de manera que pueda escapar y oír la Palabra que Tu santa Voz ha de comunicarme hoy.

2. Hoy sólo enseñaremos lo que queremos aprender, y nada más. 2De este modo, nuestro objetivo de aprendizaje queda libre de conflictos, lo cual nos permite alcanzarlo con facilidad y rapidez. 3¡Cuán gustosamente viene el Espíritu Santo a rescatarnos del infierno cuando permitimos que a través de nosotros Sus ense­Ã±anzas persuadan al mundo para que busque y halle el fácil sen­dero que conduce a Dios!

 

23 DE OCTUBRE

VI. El Amigo que Dios te dio

1. Cualquier cosa en este mundo que creas que es buena o valiosa, o que vale la pena luchar por ella, te puede hacer daño y lo hará. 2No porque tenga el poder de hacerlo, sino únicamente porque has negado que no es más que una ilusión, y le has otor­gado realidad. 3Y así, es real para ti 4y no algo que no es nada. 5Y al percibirse como real se le abrieron las puertas al mundo de las ilusiones enfermizas. 6Toda creencia en el pecado, en el poder del ataque, en herir y hacer daño, en el sacrificio y en la muerte, ha llegado a ti de esa manera. 7Pues nadie puede otorgarle realidad a una sola ilusión y escaparse del resto. 8Pues ¿quién podría ele­gir quedarse sólo con aquellas ilusiones que prefiere y, al mismo tiempo, encontrar la seguridad que sólo la verdad puede confe­rir? 9¿Quién podría creer que todas las ilusiones son iguales y, al mismo tiempo, mantener que una de ellas es mejor que las demás?

2. No vivas tu mísera vida en soledad, con una ilusión como tu único amigo. 2Ésa no es una amistad digna del Hijo de Dios ni una que pueda satisfacerle. 3Dios le ha dado, por lo tanto, un Amigo mejor, Uno en Quien reside todo el poder de la tierra y del Cielo. 4Esa ilusión que tú consideras tu amigo te oculta la gracia y majestad de Aquél, e impide que le des la bienvenida con los brazos abiertos a Su amistad y a Su perdón. 5Aparte de Él no tienes amigos. 6No busques otro amigo para que ocupe Su lugar. 7No hay ningún otro. 8Lo que Dios dispuso no tiene substi­tuto, pues, ¿qué ilusión podría reemplazar a la verdad?

3. El que mora con sombras está ciertamente solo, y la soledad no es la Voluntad de Dios. 2¿Permitirías que una sombra usurpase el trono que Dios dispuso fuese para tu Amigo, si te dieses cuenta de que si ese trono está vacío el tuyo estaría vacío y desocupado? 3No hagas de una ilusión tu amigo, pues si lo haces, ocupará el lugar de Aquel que Dios te dio para que fuese tu Amigo. 4Y Él es el único Amigo que en realidad tienes. 5Él te trae regalos que no son de este mundo, y sólo Aquel a Quien se le confiaron puede asegu­rarse de que tú los recibas. 6Él los depositará ante tu trono, cuando hagas sitio para Él en el Suyo.

 

VII. Las leyes de la curación

1. Éste es un curso de milagros. 2Como tal, las leyes de la cura­ción deben entenderse antes de que se pueda alcanzar el propó­sito del curso. 3Repasemos los principios que hemos estudiado, y organicémoslos a modo de resumen de lo que debe ocurrir para que sea posible la curación. 4Pues una vez que es posible no puede sino tener lugar.

2. Toda enfermedad tiene su origen en la separación. 2Cuando se niega la separación, la enfermedad desaparece. 3Pues desaparece tan pronto como la idea que la produjo es sanada y reemplazada por la cordura. 4Al pecado y a la enfermedad se les considera causa y consecuencia respectivamente, en una relación que se mantiene oculta de la conciencia a fin de mantenerla excluida de la luz de la razón.

3. La culpabilidad clama por castigo, y se le concede su petición. 2No en la realidad, sino en el mundo de ilusiones y sombras que se erige sobre el pecado. 3El Hijo de Dios percibió lo que quería ver porque la percepción es un deseo colmado. 4La percepción cambia, pues fue concebida para sustituir el conocimiento inmu­table. 5Mas la verdad no ha cambiado. 6La verdad no se puede percibir, sino sólo conocerse. 7Lo percibido adopta muchas for­mas, pero ninguna de ellas significa nada. 8Si se lleva ante la ver­dad, su falta de sentido resulta muy evidente. 9Pero si se mantiene oculto de la verdad, parece tener sentido y ser real.

4. Las leyes de la percepción son lo opuesto a la verdad, y lo que es cierto con respecto al conocimiento no lo es con respecto a nada que se encuentre aparte de él. 2Aun así, Dios ha dado Su respuesta al mundo de la enfermedad, la cual es aplicable por igual a cualquier clase de enfermedad. 3Aunque la respuesta de Dios es eterna, opera en el tiempo, pues ahí es donde se necesita. 4Pero como procede de Dios, las leyes del tiempo no afectan su eficacia. 5La respuesta de Dios se encuentra en este mundo, pero no forma parte de él. 6Es real, y mora donde la realidad no puede sino estar. 7Las ideas no abandonan su fuente, y sus efectos sólo dan la impresión de estar separados de ellas. 8Las ideas pertene­cen al ámbito de la mente. 9Lo que se proyecta y parece ser externo a la mente, no se encuentra afuera en absoluto, sino que es un efecto de lo que está adentro y no ha abandonado su fuente.

5. La respuesta de Dios está allí donde se encuentra la creencia en el pecado, pues sólo allí se pueden cancelar sus efectos com­pletamente y dejárseles sin causa. 2Las leyes de la percepción tie­nen que ser invertidas, pues son una inversión de las leyes de la verdad. 3Las leyes de la verdad son eternamente ciertas y no se pueden invertir. aNo obstante, se pueden percibir al revés. 4Y esto debe corregirse allí donde se encuentra la ilusión de que han sido invertidas.

6. Es imposible que una sola ilusión sea menos receptiva a la ver­dad que las demás. 2Pero es posible que a algunas se les otorgue más valor, y que haya más renuencia a entregárselas a la verdad a fin de recibir ayuda y curación. 3Ninguna ilusión tiene ni un solo ápice de verdad en ella. 4Sin embargo, parece que algunas son más verdaderas que otras, aunque es claro que eso no tiene nin­gún sentido. 5Lo único que una jerarquía de ilusiones puede mos­trar son preferencias, no la realidad. 6¿Qué tienen que ver las preferencias con la verdad? 7Las ilusiones son ilusiones, y son fal­sas. 8Tus preferencias no les otorgan realidad. 9Ninguna de ellas es verdad desde ningún punto de vista, y todas cederán con igual facilidad ante la respuesta que Dios dio para todas ellas. 10La Voluntad de Dios es una. 11Y cualquier deseo que parezca ir en contra de Su Voluntad, no tiene fundamento alguno en la verdad.

7. El pecado no es ni siquiera un error, pues va más allá de lo que se puede corregir al ámbito de lo imposible. 2Pero la creencia de que es real ha hecho que algunos errores parezcan estar por siempre más allá de toda esperanza de curación y ser la eterna justificación del infierno. 3Si esto fuese cierto, lo opuesto al Cielo se opondría a él y sería tan real como él. 4Y así, la Voluntad de Dios estaría dividida en dos, y toda la creación sujeta a las leyes de dos poderes contrarios, hasta que Dios llegase al límite de Su paciencia, dividiese el mundo en dos y se pusiese a Sí Mismo a cargo del ataque. 5De este modo Él habría perdido el juicio, al proclamar que el pecado ha usurpado Su realidad y ha hecho que Su Amor se rinda finalmente a los pies de la venganza. 6Ante una imagen tan demente sólo se puede esperar una defensa igual­mente demente, pero ésta no puede establecer que la imagen sea verdad.

8. Nada puede hacer que lo que no tiene sentido lo tenga. 2Y la verdad no necesita defensas para ser la verdad. 3Las ilusiones no tienen ni testigos ni efectos. 4El que las contempla no hace sino engañarse a sí mismo. 5Perdonar es la única función que se puede tener aquí, y su propósito es llevarle la dicha que este mundo niega a cada aspecto del Hijo de Dios allí donde parecía reinar el pecado. 6Tal vez no comprendas el papel que juega el perdón en el proceso de poner fin a la muerte y a todas las creencias que surgen de las brumas de la culpabilidad. 7Los pecados son creen­cias que tú interpones entre tu hermano y tú. 8Los pecados hacen que estés limitado al tiempo y al espacio, y te conceden un pequeño lugar a ti y otro a él. 9En tu percepción, esta separación está simbolizada por el cuerpo, que claramente está separado y es algo aparte. 10Lo que este símbolo representa, no obstante, es tu deseo de estar aparte y separado.

9. El perdón elimina lo que se interpone entre tu hermano y tú. 2El perdón es el deseo de estar unido a él y no separado. 3Lo llamamos "deseo" porque todavía concibe otras opciones, y aún no ha transcendido enteramente el mundo de las alternativas. 4Aún así, está en armonía con el estado celestial y no se opone a la Voluntad de Dios. 5Y aunque no llega a darte toda tu herencia, elimina los obstáculos que has interpuesto entre el Cielo donde te encuentras, y el reconocimiento de dónde estás y de lo que eres. 6Los hechos no cambian. 7Sin embargo, se pueden negar y así desconocerse, si bien se conocían antes de que fueran negados.

 

LECCIÓN 297

 

El perdón es el único regalo que doy.

 

1. El perdón es el único regalo que doy, ya que es el único regalo que deseo. 2Y todo lo que doy, es a mí mismo a quien se lo doy. 3Ésta es la sencilla fórmula de la salvación. 4Y yo, que quiero salvarme, la adoptaré, para regir mi vida por ella en un mundo que tiene necesidad de salvación y que se salvará al aceptar yo la Expiación para mí mismo.

2. Padre, ¡cuán certeros son Tus caminos; cuán seguro su desenlace final y cuán fielmente se ha trazado y logrado cada paso de mi salvación mediante Tu Gracia! 2Gracias a Ti por Tus eternos regalos, y gracias a Ti también por mi Identidad.

 

24 DE OCTUBRE

10. La salvación, perfecta e íntegra, sólo pide que desees, aunque sea mínimamente, que la verdad sea verdad; que estés dispuesto, aunque no sea del todo, a pasar por alto lo que no existe; y que abrigues un leve anhelo por el Cielo como lo que prefieres a este mundo, donde la muerte y la desolación parecen reinar. 2Y la creación se alzará dentro de ti en jubilosa respuesta, para reem­plazar al mundo que ves por el Cielo, el cual es completamente perfecto e íntegro. 3¿Qué es el perdón, sino estar dispuesto a que la verdad sea verdad? 4¿Qué puede permanecer enfermo y sepa­rado de la Unidad que encierra dentro de Sí todas las cosas? 5El pecado no existe. 6Y cualquier milagro es posible en el instante en que el Hijo de Dios percibe que sus deseos y la Voluntad de Dios son uno.

11. ¿Qué dispone la Voluntad de Dios? 2Dispone que Su Hijo lo tenga todo. 3Y Él garantizó esto cuando lo creó para que fuese todo. 4Es imposible perder nada, si lo que tienes es lo que eres. 5Éste es el milagro mediante el cual la creación se convirtió en tu función, la cual compartes con Dios. 6Esto no se entiende estando separado de Él, y, por lo tanto, no tiene sentido en este mundo. 7Aquí el Hijo de Dios no pide mucho, sino demasiado poco, 8pues está dispuesto a sacrificar la identidad que comparte con todo, a cambio de su propio miserable tesoro. 9Mas no puede hacer esto sin experimentar una sensación de desolación, de pérdida y de soledad. 10Éste es el tesoro tras el que ha ido en pos. 11Y sólo puede tener miedo de ello. 12¿Es acaso el miedo un tesoro? 13¿Puede ser la incertidumbre tu deseo? 14¿O es simplemente que te has equi­vocado con respecto a lo que es tu voluntad y a lo que realmente eres?

12. Examinemos en qué consiste el error, a fin de que pueda ser corregido, no encubierto. 2El pecado es la creencia de que el ata­que se puede proyectar fuera de la mente en la que se originó la creencia. 3Aquí la firme convicción de que las ideas pueden aban­donar su fuente se vuelve real y significativa. 4Y de este error surge el mundo del pecado y del sacrificio. 5Este mundo es un intento de probar tu inocencia y, al mismo tiempo, de atribuirle valor al ataque. 6Su fallo estriba en que sigues sintiéndote culpa­ble, aunque no entiendes por qué. 7Los efectos se ven como algo aparte de su fuente, y no parece que puedas controlarlos o impe­dir que se produzcan. 8Y lo que de esta manera se mantiene aparte jamás se puede unir.

13. Causa y efecto no son dos cosas separadas, sino una sola. 2Dios dispone que aprendas lo que siempre ha sido verdad: que Él te creó como parte Sí Mismo y que esto no puede sino seguir siendo verdad porque las ideas no abandonan su fuente. 3Ésta es la ley de la creación: que cada idea que la mente conciba sólo sirva para aumentar su abundancia y nunca para disminuirla. 4Esto es tan cierto con respecto a lo que se desea vanamente como con res­pecto a lo que la voluntad dispone verdaderamente, ya que la mente puede desear ser engañada, pero no puede hacer de sí misma lo que no es. 5Y creer que las ideas pueden abandonar su fuente es tratar inútilmente de hacer que las ilusiones sean ver­dad. 6Pues nunca será posible engañar al Hijo de Dios.

14. El milagro es posible cuando causa y consecuencia se traen frente a frente, no cuando se mantienen aparte. 2Curar un efecto y no su causa tan sólo puede hacer que el efecto cambie de forma. 3Y esto no es liberación. 4El Hijo de Dios jamás se podrá contentar con nada que no sea la completa salvación y escape de la culpabi­lidad, 5pues, de otro modo, seguirá exigiéndose a sí mismo alguna clase de sacrificio, negando así que todo es suyo, y que no es sus­ceptible de sufrir ninguna clase de pérdida. 6Los efectos que pro­duce un pequeño sacrificio son iguales a los que produce toda la idea de sacrificio en sí. 7Si cualquier clase de pérdida fuese posi­ble, entonces el Hijo de Dios no sería pleno ni podría ser quien es. 8No podría tampoco conocerse a sí mismo ni reconocer su volun­tad. 9Habría abjurado de su Padre y de sí mismo, haciendo de Ambos sus enemigos acérrimos.

15. Las ilusiones apoyan el propósito para el que fueron concebi­das. 2Y cualquier significado que parezcan tener se deriva de ese propósito. 3Dios dio a todas las ilusiones que se concibieron, sea cual fuere su forma, otro propósito que justificase un milagro. 4En cada milagro radica la curación en su totalidad, pues Dios respondió a todas las ilusiones cual una sola. 5Y lo que es uno para Él, no puede sino ser todo lo mismo. 6Si tú crees que lo que es lo mismo es diferente, no haces sino engañarte a ti mismo. 7Lo que Dios considera uno solo, será eternamente uno solo y jamás estará dividido. 8Su Reino está unido: así fue creado y así será para siempre.

16. El milagro no hace sino invocar tu nombre ancestral, que reco­nocerás porque la verdad se encuentra en tu memoria. 2Y ése es el nombre que tu hermano invoca para su liberación y para la tuya. 3El Cielo refulge sobre el Hijo de Dios. 4No lo niegues, para que así puedas ser tú liberado. 5El Hijo de Dios renace en cada ins­tante, hasta que elige no volver a morir. 6En cada deseo de ataque elige la muerte en lugar de lo que la Voluntad de su Padre dis­pone para él. 7Mas cada instante le ofrece vida porque su Padre dispone que él viva.

17. La crucifixión se abandona en la redención porque donde no hay dolor ni sufrimiento no hay necesidad de curación. 2El per­dón es la respuesta a cualquier clase de ataque. 3De esta manera, se cancelan los efectos del ataque, y se responde al odio en nom­bre del amor. 4Gloria eterna a ti que se te ha encomendado salvar al Hijo de Dios de la crucifixión, del infierno y de la muerte. 5Pues tienes el poder de salvar al Hijo de Dios porque su Padre así lo dispuso. 6Y en tus manos yace la salvación, para ser ofre­cida y recibida como una.

18. Usar el poder que Dios te ha dado como Él quiere que se use es algo natural. 2No es arrogancia ser como Él te creó ni hacer uso de lo que te dio como respuesta a todos los errores de Su Hijo para así liberarlo. 3Pero sí es arrogancia despreciar el poder que Él te dio y elegir un nimio e insensato deseo en vez de lo que Su Voluntad dispone. 4El don que Dios te ha dado es ilimitado. 5No hay circunstancia en la que no se pueda usar como respuesta ni problema que no se resuelva dentro de su misericordiosa luz.

19. Mora en paz, donde Dios quiere que estés. 2Y sé el instrumento por el que tu hermano puede hallar la paz en la que tus deseos se ven colmados. 3Unámonos para derramar bendiciones sobre el mundo del pecado y de la muerte. 4Pues lo que puede salvar a cualquiera de nosotros puede salvarnos a todos. 5No hay diferen­cias entre los Hijos de Dios. 6La unidad que el especialismo* niega, los salvará a todos, pues en lo que es uno no hay cabida para el especialismo. 7Y todo les pertenece a todos por igual. 8Ningún deseo puede interponerse entre un hermano y lo que es semejante a él. 9Arrebatarle algo a uno de ellos es desposeerlos a todos. 10Mas bendecir a uno de ellos, es bendecirlos a todos cual uno solo.

20. Tu nombre ancestral es el nombre de todos ellos, tal como el de ellos es el tuyo. 2lnvoca el nombre de tu hermano y Dios te contes­tará, pues es a Él a Quien invocas. 3¿Podría Él negarse a contestar cuando ya ha contestado a todos los que lo invocan? 4Un milagro no puede cambiar nada en absoluto. 5Pero puede hacer que lo que siempre ha sido verdad sea reconocido por aquellos que lo desco­nocen; y mediante este pequeño regalo de verdad se le permite a lo que siempre ha sido verdad ser lo que es, al Hijo de Dios ser él mismo y a toda la creación ser libre para invocar el Nombre de Dios cual una sola.

 

LECCIÓN 298

 

Te amo, Padre, y amo también a Tu Hijo.

 

1. Mi gratitud hace posible que mi amor sea aceptado sin miedo. 2Y, de esta manera, se me restituye por fin mi Realidad. 3El perdón elimina todo cuanto se interponía en mi santa visión. 4Y me apro­ximo al final de todas las jornadas absurdas, las carreras locas y los valores artificiales. 5En su lugar, acepto lo que Dios establece como mío, seguro de que sólo mediante ello me puedo salvar, y de que atravieso el miedo para encontrarme con mi Amor.

2. Padre, hoy vengo a Ti porque no quiero seguir otro camino que no sea el Tuyo. 2Tú estás a mi lado. 3Tu camino es seguro. 4Y me siento agrade­cido por tus santos regalos: un santuario seguro y la escapatoria de todo lo que menoscabaría mi amor por Dios mi Padre y por Su santo Hijo.

 

LECCIÓN 299

 

La santidad eterna mora en mí

 

1. Mi santidad está mucho más allá de mi propia capacidad de comprender o saber lo que es. 2No obstante, Dios, mi Padre, Quien la creó, reconoce que mi santidad es la Suya. 3Nuestra Voluntad conjunta comprende lo que es. 4Y nuestra Voluntad conjunta sabe que así es.

2. Padre, mi santidad no procede de mí. 2No es mía para dejar que el pecado la destruya. 3No es mía para dejar que sea el blanco del ataque. 4Las ilusiones pueden ocultarla, pero no pueden extinguir su fulgor ni atenuar su luz. 5Se yergue por siempre perfecta e intacta. 6En ella todas las cosas sanan, pues siguen siendo tal como Tú las creaste. 7Y puedo conocer mi santidad, 8pues fui creado por la. Santidad Misma, y puedo conocer mi Fuente porque Tu Voluntad es que se Te conozca.

 

LECCIÓN 300

 

Este mundo dura tan sólo un instante.

 

1. Este pensamiento se puede utilizar para expresar que la muerte y el pesar es lo que le espera a todo aquel que viene aquí, pues sus alegrías desaparecen antes de que las pueda disfrutar o incluso tener a su alcance. 2Mas es también la idea que no permite que ninguna percepción falsa nos mantenga en su yugo, ni represente más que una nube pasajera en un firmamento eternamente despe­jado. 3Y es esta calma, clara, obvia y segura, lo que buscamos hoy.

2. Hoy vamos en busca de TU mundo santo. 2Pues nosotros, Tus amoro­sos Hijos, perdimos el rumbo por un momento. 3Mas al haber escuchado Tu Voz hemos aprendido exactamente lo que tenemos que hacer para que se nos restituya el Cielo y nuestra verdadera Identidad. 4Y damos gra­cias hoy de que el mundo dure tan sólo un instante. 5Queremos ir más allá de ese ínfimo instante y llegar a la eternidad.

 

27 DE OCTUBRE

VIII. La inminencia de la salvación

1. El único problema pendiente es que todavía ves un intervalo entre el momento en que perdonas y el momento en que recibes los beneficios que se derivan de confiar en tu hermano. 2Esto tan sólo refleja la pequeña distancia que aún deseas interponer entre vosotros para que os mantenga un poco separados. 3Pues el tiempo y el espacio son la misma ilusión, pero se manifiestan de forma diferente. 4Si se ha proyectado más allá de tu mente, pien­sas que es el tiempo. 5Cuanto más cerca se trae a tu mente, más crees que es el espacio.

2. Quieres conservar cierta distancia entre vosotros para que os mantenga separados, y percibes ese espacio como el tiempo por­que aún crees que eres algo externo a tu hermano. 2Eso hace que la confianza sea imposible. 3Y no puedes creer que la confianza podría resolver cualquier problema ahora mismo. 4Crees, por lo tanto, que es más seguro seguir siendo un poco cauteloso y conti­nuar vigilando lo que percibes como tus intereses separados. 5Desde esta perspectiva te es imposible concebir que puedas obte­ner lo que el perdón te ofrece ahora mismo. 6En el intervalo que crees que existe entre dar el regalo y recibirlo parece que tienes que sacrificar algo y perder por ello. 7Ves la salvación como algo que tendrá lugar en el futuro, pero no ves resultados inmediatos.

3. Sin embargo, la salvación es inmediata. 2A no ser que la perci­bas así, tendrás miedo de ella, creyendo que, entre el momento en que aceptas su propósito como el tuyo propio y el momento en que sus efectos llegan hasta ti, el riesgo de pérdida es inmenso. 3De esta manera, el error que da lugar al miedo sigue oculto. 4La salvación eliminaría la brecha que todavía percibes entre vosotros y permitiría que os convirtieseis en uno instantáneamente. 5Y es ésto lo que crees que supondría una pérdida. 6No proyectes este temor en el tiempo, pues el tiempo no es el enemigo que tú perci­bes. 7El tiempo es tan neutral como el cuerpo, salvo en lo que respecta al propósito que le asignas. 8Mientras todavía quieras conservar un pequeño espacio entre vosotros, querrás tener un poco más de tiempo en el que aún puedas negar el perdón. 9Y esto no podrá sino hacer que el intervalo que transcurre entre el momento en que niegas el perdón y el momento en que lo otor­gas parezca peligroso, y el terror, justificado.

4. Mas el espacio que hay entre vosotros es evidente sólo en el presente, ahora mismo, y no se puede percibir en el futuro. 2Tam­poco es posible pasarlo por alto, excepto en el presente. 3No es lo que puedas perder en el futuro lo que temes. 4Lo que te aterroriza es unirte en el presente. 5¿Quién puede sentir desolación, excepto en el momento presente? 6Una causa futura aún no tiene efectos. 7Por lo tanto, eso quiere decir que si sientes temor, su causa se encuentra en el presente. 8Y es esa causa la que necesita correc­ción, no un estado futuro.

5. Todos los planes que haces para tu seguridad están centrados en el futuro, donde no puedes planear. 2Todavía no se le ha asig­nado ningún propósito al futuro, y lo que va a ocurrir aún no tiene causa. 3¿Quién puede predecir efectos que no tienen causa? 4¿Y quién podría tener miedo de dichos efectos a no ser que pen­sase que éstos ya han sido causados y los juzgase como desastro­sos ahora? 5La creencia en el pecado da lugar al miedo, y, al igual que su causa, mira hacia adelante y hacia atrás, pero pasa por alto lo que se encuentra aquí y ahora. 6Su causa, sin embargo, sólo puede estar aquí y ahora si sus efectos ya se han juzgado como temibles. 7Mas cuando se pasa esto por alto se protege la causa y se la mantiene alejada de la curación. 8Pues el milagro es algo que es ahora. 9Se encuentra ya aquí, en gracia presente, dentro del único intervalo de tiempo que el pecado y el miedo han pasado por alto, pero que, sin embargo, es el único tiempo que hay.

6. Llevar a cabo la corrección en su totalidad no requiere tiempo en absoluto. 2Pero aceptar que la corrección se puede llevar a cabo parece prolongarse una eternidad. 3El cambio de propósito que el Espíritu Santo le brindó a tu relación encierra en sí todos los efectos que verás. 4Éstos se pueden ver ahora. 5¿Por qué espe­rar a que se manifiesten en el transcurso del tiempo, temiendo que tal vez no se den, cuando ya se encuentran aquí? 6Se te ha dicho que todo lo que procede de Dios es para el bien. 7Sin embargo, parece como si no fuera así. 8No es fácil dar crédito de antemano al bien que se presenta en forma de desastre, 9ni es ésta una idea que tenga sentido.

7. ¿Por qué habría de aparecer el bien en forma de mal? 2¿Y no sería un engaño si lo hiciese? 3Su causa está aquí, si es que apa­rece en absoluto. 4¿Por qué, entonces, no son evidentes sus efec­tos? 5¿Por qué razón se ven en el futuro? 6Y procuras contentarte con suspirar y "razonar" que no entiendes esto ahora, pero que algún día lo entenderás 7y que su significado te resultará claro entonces. 8Esto no es razonar, pues es injusto, y alude claramente al castigo hasta que el momento de la liberación sea inminente. 9Pero puesto que el propósito de la relación ha cambiado ahora para el bien, no hay razón para un intervalo en que azote el desastre, el cual se percibirá algún día como algo "bueno", aun­que ahora se perciba como doloroso. 10Esto es un sacrificio del ahora, que no puede ser el precio que el Espíritu Santo exige por lo que ha dado gratuitamente.

8. Esta ilusión, no obstante, tiene una causa que, aunque falsa, tiene que estar en tu mente ahora. 2Y esta ilusión es tan sólo un efecto que tu mente engendra y una forma de percibir su resul­tado. 3Este intervalo de tiempo, en el que se percibe la represalia como la forma en la que se presenta el "bien", es sólo un aspecto de la diminuta brecha que hay entre vosotros, la cual todavía no se ha perdonado.

9. No te contentes con la idea de una felicidad futura. 2Eso no significa nada ni es tu justa recompensa. 3Pues hay causa para ser libre ahora. 4¿De qué sirve la libertad en forma de aprisiona­miento? 5¿Por qué habría de disfrazarse de muerte la liberación? 6La demora no tiene sentido, y el "razonamiento" que mantiene que los efectos de una causa presente se tienen que posponer hasta un momento futuro, es simplemente una negación del hecho de que causa y consecuencia tienen que darse simultánea­mente. 7No es del tiempo de lo que te tienes que liberar, sino de la diminuta brecha que existe entre vosotros. 8Y no dejes que ésta se disfrace de tiempo, y que de este modo se perpetúe, ya que al haber cambiado de forma no se puede reconocer como lo que es. 9El propósito del Espíritu Santo es ahora el tuyo. 10¿No debería ser Su felicidad igualmente tuya?

 

9. ¿Qué es el Segundo Advenimiento?

 

1. El Segundo Advenimiento de Cristo, que es tan seguro como Dios, es simplemente la corrección de todos los errores y el resta­blecimiento de la cordura. 2Es parte de la condición que reins­taura lo que nunca se perdió y re-establece lo que es eternamente verdad. 3Es la invitación que se le hace a la Palabra de Dios para que ocupe el lugar de las ilusiones: la señal de que estás dis­puesto a dejar que el perdón descanse sobre todas las cosas sin excepción y sin reservas.

2. La naturaleza totalmente inclusiva del Segundo Advenimiento de Cristo es lo que le permite envolver al mundo y mantenerte a salvo en su dulce llegada, la cual abarca a toda cosa viviente junto contigo. 2La liberación a la que el Segundo Advenimiento da lugar no tiene fin, pues la creación de Dios es ilimitada. 3La luz del perdón ilumina el camino del Segundo Advenimiento porque refulge sobre todas las cosas a la vez y cual una sola. 4Y así, por fin, se reconoce la unidad.

3. El Segundo Advenimiento marca el fin de las enseñanzas del Espíritu Santo, allanando así el camino para el juicio Final, en el que el aprendizaje termina con un último resumen que se exten­derá más allá de sí mismo hasta llegar a Dios. 2En el Segundo Advenimiento todas las mentes se ponen en manos de Cristo, para serle restituidas al espíritu en el nombre de la verdadera creación y de la Voluntad de Dios.

4. El Segundo Advenimiento es el único acontecimiento en el tiempo que el tiempo mismo no puede afectar. 2Pues a todos los que vinieron a morir aquí o aún han de venir, o a aquellos que están aquí ahora, se les libera igualmente de lo que hicieron. 3En esta igualdad se reinstaura a Cristo como una sola Identidad, en la Cual los Hijos de Dios reconocen que todos ellos son uno solo. 4Y Dios el Padre le sonríe a Su Hijo, Su única creación y Su única dicha.

5. Ruega, pues, por que el Segundo Advenimiento tenga lugar pronto, pero no te limites a eso. 2Pues necesita tus ojos, tus oídos, tus manos y tus pies. 3Necesita tu voz. 4Pero sobre todo, necesita tu buena voluntad. 5Regocijémonos de que podamos hacer la Vo­luntad de Dios y unirnos en Su santa luz. 6¡Pues mirad!, el Hijo de Dios es uno solo en nosotros, y podemos alcanzar el Amor de nuestro Padre a través de él.

 

LECCIÓN 301

 

Y Dios Mismo enjugará todas las lágrimas.

 

1. Padre, a menos que juzgue no puedo sollozar. 2Tampoco puedo experi­mentar dolor o sentirme abandonado o creer que no se me necesita en este mundo. 3Éste es mi hogar porque no lo juzgo, y, por lo tanto, es únicamente lo que Tú quieres que sea. 4Hoy lo quiero contemplar sin condenarlo, a través de ojos felices que el perdón haya liberado de toda distorsión. 5Hoy quiero ver Tu mundo en lugar del mío. 6Y me olvidaré de todas las lágrimas que he derramado, pues su fuente ha desaparecido. 7Padre, hoy no juzgaré Tu mundo.              `

2. El mundo de Dios es un mundo feliz. 2Los que lo contemplan pueden tan sólo sumar a él su propia dicha y bendecirlo por ser causa de una mayor dicha para ellos. 3Llorábamos porque no entendíamos. 4Pero hemos aprendido que el mundo que veíamos era falso, y hoy vamos a contemplar el de Dios.

 

28 DE OCTUBRE

IX. Pues Ellos han llegado

1. ¡Cuán santo debes ser tú, que desde ti la Voz de Dios llama amorosamente a tu hermano para que puedas despertar en él la Voz que contesta tu llamada! 2¡Y cuán santo debe ser tu hermano cuando en él reside tu propia salvación, junto con su libertad! 3Por mucho que lo quieras condenar, Dios mora en él. 4Pero mientras ataques Su hogar elegido y luches con Su huésped, no podrás saber que Dios mora igualmente en ti. 5Mira a tu hermano con dulzura. 6Contempla amorosamente a aquel que lleva a Cristo dentro de sí, para que puedas ver su gloria y regocijarte de que el Cielo no esté separado de ti.

2. ¿Sería mucho pedir que tuvieses un poco de confianza en aquel que te trae a Cristo para que todos tus pecados te sean perdona­dos, sin excluir ni uno solo que todavía quisieras valorar? 2No olvides que una sola sombra que se interponga entre tu hermano y tú nubla la faz de Cristo y el recuerdo de Dios. 3¿E intercambia­rías Éstos por un odio inmemorial? 4El suelo que pisas es tierra santa por razón de Aquellos que, al estar ahí contigo, la han ben­decido con Su inocencia y con Su paz.

3. La sangre del odio desaparece permitiendo así que la hierba vuelva a crecer con fresco verdor, y que la blancura de todas las flores resplandezca bajo el cálido sol de verano. 2Lo que antes era un lugar de muerte ha pasado a ser ahora un templo viviente en un mundo de luz. 3Y todo por Ellos. 4Es Su Presencia la que ha elevado nuevamente a la santidad para que ocupe su lugar ances­tral en un trono ancestral. 5Y debido a Ellos los milagros han bro­tado en forma de hierba y flores sobre el terreno yermo que el odio había calcinado y dejado estéril. 6Lo que el odio engendró Ellos lo han des-hecho. 7Y ahora te encuentras en tierra tan santa que el Cielo se inclina para unirse a ella y hacerla semejante a él. 8La sombra de un viejo odio ya no existe, y toda desolación y aridez ha desaparecido para siempre de la tierra a la que Ellos han venido.

4. ¿Qué son cien años para Ellos, o mil, o cientos de miles? 2Cuando Ellos llegan, el propósito del tiempo se consuma. 3Lo que nunca tuvo lugar desaparece en la nada cuando Ellos llegan. 4Lo que el odio reivindicaba se entrega ahora al amor, y la liber­tad ilumina toda cosa viviente y la eleva hasta el Cielo, donde las luces se encienden con mayor fulgor a medida que cada una vuelve al hogar. 5Lo incompleto se vuelve completo de nuevo, y el gozo del Cielo aumenta porque lo que era suyo le ha sido restituido. 6La tierra ha quedado limpia de toda mancha de sangre, y los dementes se han desprendido de sus vestimentas de demen­cia para unirse a Ellos en el lugar donde tú te encuentras.

5. El Cielo se siente agradecido por este regalo que por tanto tiempo le había sido negado. 2Pues Ellos han venido a congregar a los Suyos. 3Lo que se había clausurado se abre; lo que se mante­nía oculto de la luz se le entrega a ésta para que pueda iluminarlo sin dejar ningún espacio o distancia entre la luz del Cielo y el mundo.

6. El más santo de todos los lugares de la tierra es aquel donde un viejo odio se ha convertido en un amor presente. 2Y Ellos acu­den sin demora al templo viviente, donde se les ha preparado un hogar. 3No hay un lugar en el Cielo que sea más santo. 4Y Ellos han venido a morar en el templo que se les ha ofrecido para que sea Su lugar de reposo, así como el tuyo. 5Lo que el odio le ha entregado al amor, se convierte en la luz más brillante de todo el resplandor del Cielo. 6Y el fulgor de todas las luces celestiales cobra mayor intensidad, como muestra de gratitud por lo que se les ha restituido.

7. Los ángeles revolotean amorosamente a tu alrededor, a fin de mantener alejado de ti todo sombrío pensamiento de pecado y asegurarse de que la luz permanezca allí donde ha entrado. 2Las huellas de tus pasos iluminan el mundo, pues por donde tú cami­nas el perdón te acompaña jubilosamente. 3No hay nadie en la tierra que deje de dar gracias a aquel que ha restaurado su hogar, protegiéndolo, así del crudo invierno y del gélido frío. 4¿Y cómo podrían el Señor, de los Cielos y Su Hijo dar menos como muestra de agradecimiento cuando han recibido mucho más?

8. Ahora el templo del Dios viviente ha sido reconstruido de nuevo para ser el anfitrión de Aquel que lo creó. 2Donde Él mora, Su Hijo mora con Él y nunca están separados. 3Y dan gracias de que finalmente se les haya dado la bienvenida. 4Donde antes se alzaba una cruz, se alza ahora el Cristo resucitado, y en Su visión las viejas cicatrices desaparecen. 5Un milagro inmemorial ha venido a bendecir y a reemplazar una vieja enemistad, cuyo fin era la destrucción. 6Con dulce gratitud Dios el Padre y el Hijo regresan a lo que es Suyo, y a lo que siempre lo será. 7Ahora se ha consumado el propósito del Espíritu Santo. 8Pues Ellos han lle­gado. 9¡Por fin han llegado!

 

X. El fin de la injusticia

1. ¿Qué es, entonces, lo que aún hay que deshacer para que pue­das darte cuenta de Su Presencia? 2Solamente esto: la distinción que todavía haces con respecto a cuando está justificado atacar y cuando es injusto y no se debe permitir. 3Cuando percibes un ataque como injusto, crees que reaccionar con ira está justificado. 4Y así, ves lo que es lo mismo como si fuese diferente. 5La confu­sión no es parcial. 6Si se presenta, es total. 7Y su presencia, en la forma que sea, ocultará la Presencia de Ellos, 8pues a Ellos o se les conoce claramente o no se les conoce en absoluto. 9Una per­cepción confusa obstruye el conocimiento. 10Y no es cuestión de cuán grande es la confusión o de cuánto interfiere. 11Su mera pre­sencia impide la de Ellos y los mantiene afuera donde no se les puede conocer.

2. ¿Qué puede significar el hecho de que percibes algunas formas de ataque como si fuesen injusticias contra ti? 2Significa que tiene que haber otras que tú consideras justas. 3Pues de otro modo, ¿cómo se podrían juzgar algunas como injustas? 4Por lo tanto, a algunas se les atribuye significado y se perciben como sensatas. 5Y sólo otras se consideran insensatas. 6Y esto niega el hecho de que todas carecen de sentido, de que están desprovistas por igual de causa o consecuencias y de que no pueden tener efectos de ninguna clase. 7Su Presencia se nubla con cualquier velo que se interponga entre Su radiante inocencia y tu conciencia de que dicha inocencia es la tuya propia y de que le pertenece por igual a toda cosa viviente junto contigo. 8Dios no pone límites. 9Y lo que tiene límites no puede ser el Cielo. 10Por lo tanto, tiene que ser el infierno.

3. La injusticia y el ataque son el mismo error, y están tan estre­chamente vinculados que donde uno se percibe el otro se ve tam­bién. 2Tú no puedes ser tratado injustamente. 3La creencia de que puedes serlo es sólo otra forma de la idea de que es otro, y no tú, quien te está privando de algo. 4La proyección de la causa del sacrificio es la raíz de todo lo que percibes como injusto y no como tu justo merecido. 5Sin embargo, eres tú quien se exige esto a sí mismo, cometiendo así una profunda injusticia contra el Hijo de Dios. 6Tú eres tu único enemigo, y eres en verdad enemigo del Hijo de Dios porque no reconoces que él es lo que tú eres. 7¿Qué podría ser más injusto que privarlo de lo que él es, negarle el derecho a ser él mismo y pedirle que sacrifique el Amor de su Padre y el tuyo por ser algo que no le corresponde?

4. Cuídate de la tentación de percibirte a ti mismo como que se te está tratando injustamente. 2Desde este punto de vista, tratas de encontrar inocencia únicamente en ti y no en ellos, a expensas de la culpabilidad de otro. 3¿Puedes acaso comprar la inocencia des­cargando tu culpabilidad sobre otro? 4¿Y no es acaso la inocencia lo que tratas de conseguir cuando lo atacas? 5¿No será la represa­lia por tu propio ataque contra el Hijo de Dios lo que buscas? 6¿No te hace sentir más seguro creer que eres inocente con res­pecto a eso, y que has sido una víctima a pesar de tu inocencia? 7No importa cómo se juegue el juego de la culpabilidad, alguien siempre tiene que salir perdiendo. 8Y alguien siempre tiene que perder su inocencia para que otro pueda apropiarse de ella, y hacerla suya.

5. Crees que tu hermano es injusto contigo porque crees que uno de vosotros tiene que ser injusto para que el otro pueda ser ino­cente. 2Y en ese juego percibes el único propósito que le adscribes a tu relación. 3Y eso es lo que le quieres añadir al propósito que ya se le ha asignado. 4El propósito del Espíritu Santo es que la Presencia de tus santos Invitados te sea conocida. 5A ese propó­sito no se le puede añadir nada, pues el mundo no tiene otro propósito que ése. 6Añadirle o quitarle algo a esa única finalidad es privar al mundo y privarte a ti mismo de todo propósito. 7Y toda injusticia que el mundo parezca cometer contra ti, tú la has cometido contra el mundo al privarlo de su propósito y de la función que el Espíritu Santo ve en él. 8Y de este modo, se le ha negado la justicia a toda cosa viviente sobre la faz de la tierra.

6. No puedes ni siquiera imaginarte los efectos que esa injusticia tiene sobre ti que juzgas injustamente y que ves tal como has juzgado. 2El mundo se vuelve sombrío y amenazante, y no pue­des percibir ni rastro de la feliz chispa que la salvación brinda para alumbrar tu camino. 3Y así, te ves a ti mismo privado de la luz, abandonado en las tinieblas e injustamente desposeído de todo propósito en un mundo fútil. 4El mundo es justo porque el Espíritu Santo ha llevado la injusticia ante la luz interna, y ahí toda injusticia ha quedado resuelta y reemplazada con justicia y amor. 5Si percibes injusticias en cualquier parte, sólo necesitas decir:

6Con esto niego la Presencia del Padre y la del Hijo. 7Mas prefiero conocerlos a Ellos que ver injusticias, las cuales se desvanecen ante la luz de Su Presencia.

 

LECCIÓN 302

 

Donde antes había tinieblas ahora contemplo la luz.

 

1. Padre, por fin estamos abriendo los ojos. 2Tu santo mundo nos espera, pues por fin hemos recobrado la visión y podemos ver. 3Pensábamos que estábamos sufriendo. 4Pero era que nos habíamos olvidado del Hijo que Tú creaste. 5Ahora vemos que las tinieblas son el producto de nuestra propia imaginación y que la luz está ahí para que la contemplemos. 6La visión de Cristo transforma las tinieblas en luz, pues el miedo no puede sino desaparecer ante la llegada del amor. 7Déjame perdonar hoy Tu santo mundo, para poder contemplar su santidad y entender que no es sino el reflejo de la mía.

2. Nuestro Amor nos espera conforme nos dirigimos a Él y, al mismo tiempo, marcha a nuestro lado mostrándonos el camino. 2No puede fracasar en nada. 3Él es el fin que perseguimos, así como los medios por los que llegamos a Él.

 

29 DE OCTUBRE

Capítulo 27

LA CURACIÓN DEL SUEÑO

 

I. El cuadro de la crucifixión

1. El deseo de ser tratado injustamente es un intento de querer transigir combinando el ataque con la inocencia. 2¿Quién podría combinar lo que es totalmente incompatible y formar una unidad de lo que jamás puede unirse? 3Si recorres el camino de la bon­dad, no tendrás miedo del mal ni de las sombras de la noche. 4Mas no pongas símbolos de terror en tu senda, pues, de lo con­trario, tejerás una corona de espinas de la que ni tu hermano ni tú os podréis escapar. 5No puedes crucificarte sólo a ti mismo. 6Y si eres tratado injustamente, tu hermano no puede sino pagar por la injusticia que tú percibes. 7No puedes sacrificarte sólo a ti mismo, 8pues el sacrificio es total. 9Si de alguna manera el sacrifi­cio fuese posible, incluiría a toda la creación de Dios y al Padre junto con Su Hijo bienamado.

2. En tu liberación del sacrificio se pone de manifiesto la de tu hermano, haciéndose así evidente que tu liberación es la suya. 2Mas cada vez que sufres ves en ello la prueba de que él es culpa­ble por haberte atacado. 3De esta manera, te conviertes en la prueba de que él ha perdido su inocencia y de que sólo necesita contemplarte para darse cuenta de que ha sido condenado. 4Mas la justicia se encargará de que él pague por todas las injusticias cometidas contra ti. 5La injusta venganza por la que tú estás pagando ahora es él quien debería pagar por ella, y cuando recaiga sobre él, tú te liberarás. 6No desees hacer de ti mismo un símbolo viviente de su culpabilidad, pues no te podrás escapar de la sentencia de muerte a la que lo condenes. 7Mas en su ino­cencia hallarás la tuya.

3. Siempre que consientes sufrir, sentir privación, ser tratado injustamente o tener cualquier tipo de necesidad, no haces sino acusar a tu hermano de haber atacado al Hijo de Dios. 2Presentas ante sus ojos el cuadro de tu crucifixión, para que él pueda ver que sus pecados están escritos en el Cielo con tu sangre y con tu muerte, y que van delante de él, cerrándole el paso a la puerta celestial y condenándolo al infierno. 3Mas esto sólo está escrito así en el infierno, no en el Cielo, donde te encuentras a salvo del ataque y eres la prueba de su inocencia. 4La imagen que de ti le ofreces, te la muestras a ti mismo y le impartes toda tu fe. 5El Espíritu Santo, en cambio, te ofrece una imagen de ti mismo en la que no hay dolor ni reproche alguno para que se la ofrezcas a tu hermano. 6Y aquello de lo que se hizo un mártir para que diese testimonio de su culpabilidad se convierte ahora en el perfecto testigo de su inocencia.

4. El poder de un testigo transciende toda creencia debido a la convicción que trae consigo. 2Se le cree porque apunta más allá de sí mismo hacia lo que representa. 3Tu sufrimiento y tus enferme­dades no reflejan otra cosa que la culpabilidad de tu hermano, y son los testigos que le presentas no sea que se olvide del daño que te ocasionó, del que juras jamás escapará. 4Aceptas esta lamenta­ble y enfermiza imagen siempre que sirva para castigarlo. 5Los enfermos no sienten compasión por nadie e intentan matar por contagio. 6La muerte les parece un precio razonable si con ello pueden decir: "Mírame hermano, por tu culpa muero". 7Pues la enfermedad da testimonio de la culpabilidad de su hermano, y la muerte probaría que sus errores fueron realmente pecados. 8La enfermedad no es sino una "leve" forma de muerte, una forma de venganza que todavía no es total. 9No obstante, habla con certeza en nombre de lo que representa. 10La amarga y desolada imagen que le has presentado a tu hermano, tú la has contemplado con pesar. 11Y has creído todo lo que dicha imagen le mostró porque daba testimonio de su culpabilidad, la cual tú percibiste y amaste.

5. Ahora el Espíritu Santo deposita, en las manos que mediante su contacto con Él se han vuelto mansas, una imagen de ti muy dife­rente. 2Sigue siendo la imagen de un cuerpo, pues lo que real­mente eres no se puede ver ni imaginar. 3No obstante, esta imagen no se ha usado para atacar, y, por lo tanto, jamás ha experimen­tado sufrimiento alguno. 4Da testimonio de la eterna verdad de que nada te puede herir, y apunta más allá de sí misma hacia tu inocencia y la de tu hermano. 5Muéstrale esto, y él se dará cuenta de que toda herida ha sanado y de que todas las lágrimas han sido enjugadas felizmente y con amor. 6Y tu hermano contemplará su propio perdón allí, y con ojos que han sanado mirará más allá de la imagen hacia la inocencia que ve en ti. 7He aquí la prueba de que nunca pecó; de que nada de lo que su locura le ordenó hacer jamás ocurrió ni tuvo efectos de ninguna clase; 8de que ningún reproche que haya albergado en su corazón estuvo jamás justifi­cado y de que ningún ataque podrá jamás hacerle sentir el vene­noso e inexorable aguijón del temor.

6. Sé un testigo de su inocencia y no de su culpabilidad. 2Tu cura­ción es su consuelo y su salud porque demuestra que las ilusiones no son reales. 3El factor motivante de este mundo no es la volun­tad de vivir, sino el deseo de morir. 4El único propósito que tiene es probar que la culpabilidad es real. 5Ningún pensamiento, acto o sentimiento mundano tiene otra motivación que ésa. 6Éstos son los testigos que se convocan para que se crea en ellos y para que corroboren el sistema que representan y en favor del cual hablan. 7Y cada uno de ellos tiene muchas voces, y os hablan a ti y a tu hermano en diferentes lenguas. 8Sin embargo, el mensaje que os dan a ambos es el mismo. 8Engalanar el cuerpo es una forma de mostrar cuán hermosos son los testigos de la culpabilidad. 10Preo­cuparte por el cuerpo demuestra cuán frágil y vulnerable es tu vida; cuán fácilmente puede quedar destruido lo que amas. 11La depresión habla de muerte, y la vanidad, de tener un gran interés por lo que no es nada.

7. La enfermedad, no importa en qué forma se manifieste, es el testigo más convincente de la futilidad y el que refuerza a todos los demás y les ayuda a pintar un cuadro en el que el pecado está justificado. 2Los enfermos creen que todas sus extrañas necesida­des y todos sus deseos antinaturales están justificados. 3Pues ¿quién podría amar una vida que queda truncada tan pronto, y no atribuirle valor a los gozos pasajeros? 4¿Qué placer hay que sea duradero? 5¿No tienen los débiles el derecho de creer que cada migaja de placer robado constituye su justa retribución por la bre­vedad de sus vidas? 6Pues pagarán con su muerte por todos sus placeres tanto si disfrutan de ellos como si no. 7A la vida siempre le llega su final, sea cual sea la forma en que ésta se viva. 8Por lo tanto, se deleitan con lo pasajero y con lo efímero.

8. Nada de esto es un pecado, sino un testigo de la absurda creencia de que el pecado y la muerte son reales, y de que tanto la inocencia como el pecado acabarán igualmente en la tumba. 2Si esto fuese cierto, tendrías ciertamente motivos para contentarte con ir en pos de gozos pasajeros y disfrutar de cada pequeño placer siempre que tuvieses la oportunidad. 3No obstante, en este cuadro no se percibe al cuerpo como algo neutral y desprovisto de un objetivo intrínseco. 4Pues se convierte en el símbolo del reproche y en la prueba de la culpabilidad, cuyas consecuencias aún están ahí a la vista, de modo que la causa jamás se pueda negar.

9. Tu función consiste en mostrarle a tu hermano que el pecado carece de causa. 2¡Cuán fútil tiene que ser verte a ti mismo como la prueba fehaciente de que lo que tu función es, jamás tendrá lugar! 3La imagen que te ofrece el Espíritu Santo no convierte al cuerpo en algo que éste no es. 4Lo único que hace es purificarlo de todo vestigio de acusación y reproche. 5Al representársele como algo carente de propósito, no se le puede considerar ni enfermo ni saludable, ni bueno ni malo. 6No da lugar a que se le pueda juzgar en modo alguno. 7No tiene vida, pero tampoco está muerto. 8Cualquier experiencia de amor o de miedo le es ajena. 9Pues ahora no da testimonio de nada, al no tener ningún propósito y al encontrarse la mente libre otra vez para determinar cuál debe ser su propósito. 10Ahora el cuerpo no está condenado, sino en espera de que se le confiera un propósito de modo que pueda llevar a cabo la función que se le encomiende.

10. En este espacio vacío, del que el objetivo del pecado ha sido erradicado, se puede recordar el Cielo. 2Ahora su paz puede des­cender hasta aquí y la perfecta curación reemplazar a la muerte. 3El cuerpo puede convertirse en un símbolo de vida, en una pro­mesa de redención y en un hálito de inmortalidad para aquellos que están cansados de respirar el fétido hedor de la muerte. 4Deja que su propósito sea sanar. 5De esta manera, pregonará el men­saje que recibió y, mediante su salud y belleza, proclamará la verdad y el valor de lo que representa. 6Deja que reciba el poder de representar la vida eterna, por siempre a salvo del ataque. 7Y deja que su mensaje para tu hermano sea: "Contémplame her­mano, gracias a ti vivo".

11. La manera más fácil de dejar que esto se logre es simplemente ésta: no permitas que el cuerpo tenga ningún propósito proce­dente del pasado, cuando estabas seguro de que sabías que su propósito era fomentar la culpabilidad. 2Pues esto -afirma tu imagen enfermiza- es un símbolo duradero de lo que el cuerpo representa. 3Y ello impide que se le pueda conferir una perspec­tiva diferente, un propósito distinto. 4Tú no sabes cuál es su pro­pósito. 4No hiciste sino darle la ilusión de un propósito a una cosa que concebiste para ocultar de ti mismo tu función. 6Esta cosa sin propósito no puede ocultar la función que el Espíritu Santo te encomendó. 7Deja, pues, que el propósito del cuerpo y tu función se reconcilien finalmente y se consideren la misma cosa.

 

LECCIÓN 303

 

Hoy nace en mí el Cristo santo.

 

1. Velad conmigo, ángeles, velad conmigo hoy. 2Que todos los santos Pensamientos de Dios me rodeen y permanezcan muy que­dos a mi lado mientras nace el Hijo del Cielo. 3Que se acallen todos los sonidos terrenales y que todos los panoramas que estoy acostumbrado a ver desaparezcan. 4Que a Cristo se le dé la bien­venida allí donde Él está en Su hogar, 5y que no oiga otra cosa que los sonidos que entiende y vea únicamente los panoramas que reflejan el Amor de Su Padre. 6Que Cristo deje de ser un extraño aquí, pues hoy Él renace en mí.

2. Le doy la bienvenida a tu Hijo, Padre. 2Él ha venido a salvarme del malvado ser que fabriqué. 3Tu Hijo es el Ser que Tú me has dado. 4Él es lo que yo soy en verdad. 5Él es el Hijo que Tú amas por sobre todas las cosas. 6Él es mi Ser tal como Tú me creaste. 7No es Cristo quien puede ser crucificado. 8A salvo en Tus Brazos, déjame recibir a Tu Hijo.

 

30 DE OCTUBRE

II. El temor a sanar

1. ¿Es atemorizante sanar? 2Sí, para muchos lo es. 3Pues la acusa­ción es un obstáculo para el amor, y los cuerpos enfermos son ciertamente acusadores. 4Obstruyen completamente el camino de la confianza y de la paz, proclamando que los débiles no pueden tener confianza y que los lesionados no tienen motivos para gozar de paz. 5¿Quién que haya sido herido por su hermano podría amarlo aún y confiar en él? 6Pues su hermano lo atacó y lo volverá a hacer. 7No lo protejas, ya que tu cuerpo lesionado demuestra que es a ti a quien se debe proteger de él. 8Tal vez perdonarlo sea un acto de caridad, pero no es algo que él se merezca. 9Se le puede compadecer por su culpabilidad, pero no puede ser eximido. 10Y si le perdonas sus transgresiones, no haces sino añadir otro fardo más a la culpabilidad que realmente ya ha acumulado.

2. Los que no han sanado no pueden perdonar. 2Pues son los tes­tigos de que el perdón es injusto. 3Prefieren conservar las conse­cuencias de la culpabilidad que no reconocen. 4No obstante, nadie puede perdonar un pecado que considere real. 5Y lo que tiene consecuencias tiene que ser real porque lo que ha hecho está ahí a la vista. 6El perdón no es piedad, la cual no hace sino tratar de perdonar lo que cree que es verdad. 7No se puede devolver bondad por maldad, pues el perdón no establece primero que el pecado sea real para luego perdonarlo. 8Nadie que esté hablando en serio diría: "Hermano, me has herido. aSin embargo, puesto que de los dos yo soy el mejor, te perdono por el dolor que me has ocasionado". 9Perdonarle y seguir sintiendo dolor es imposi­ble, pues ambas cosas no pueden coexistir. 10Una niega a la otra y hace que sea falsa.

3. Ser testigo del pecado y, al mismo tiempo, perdonarlo es una paradoja que la razón no puede concebir. 2Pues afirma que lo que se te ha hecho no merece perdón. 3Y si lo concedes, eres clemente con tu hermano, pero conservas la prueba de que él no es real­mente inocente. 4Los enfermos siguen siendo acusadores. 5No pueden perdonar a sus hermanos, ni perdonarse a sí mismos. 6Nadie sobre quien el verdadero perdón descanse puede sufrir, 7pues ya no exhibe la prueba del pecado ante los ojos de su her­mano. 8Por lo tanto, debe haberlo pasado por alto y haberlo eli­minado de su propia vista. 9El perdón no puede ser para uno y no para el otro. 10El que perdona se cura. 11Y en su curación radica la prueba de que ha perdonado verdaderamente y de que no guarda traza alguna de condenación que todavía pudiese uti­lizar contra sí mismo o contra cualquier cosa viviente.

4. El perdón no es real a menos que os brinde curación a tu her­mano y a ti. 2Debes dar testimonio de que sus pecados no tienen efecto alguno sobre ti, y demostrar así que no son reales. 3¿De qué otra manera podría ser él inocente? 4¿Y cómo podría estar justificada su inocencia a menos que sus pecados careciesen de los efectos que confirmarían su culpabilidad? 5Los pecados están más allá del perdón simplemente porque entrañarían efectos que no podrían cancelarse ni pasarse por alto completamente. 6En el hecho de que puedan cancelarse radica la prueba de que son sim­plemente errores. 7Permite ser curado para que de este modo puedas perdonar y ofrecer salvación a tu hermano y a ti.

5. Un cuerpo enfermo demuestra que la mente no ha sanado. 2Un milagro de curación prueba que la separación no tiene efectos. 3Creerás en aquello que le quieras probar a tu hermano. 4El poder de tu testimonio procede de tus creencias. 5Y todo lo que dices, haces o piensas no hace sino dar testimonio de lo que le enseñas a él. 6Tu cuerpo puede ser el medio para demostrar que nunca ha sufrido por causa de él. 7Y al sanar puede ofrecerle un mudo testimonio de su inocencia. 8Este testimonio es el que puede hablar con más elocuencia que mil lenguas juntas, 9pues le prueba que ha sido perdonado.

6. Un milagro no le puede ofrecer menos a él de lo que te ha dado a ti. 2De esta manera, tu curación demuestra que tu mente ha sanado y que ha perdonado lo que tu hermano no hizo. 3Y así, él se convence de que jamás perdió su inocencia y sana junto con­tigo. 4El milagro deshace de este modo todas las cosas que, según el mundo, jamás podrían deshacerse. 5Y la desesperanza y la muerte no pueden sino desaparecer ante el ancestral clarín que llama a la vida. 6Esta llamada es mucho más poderosa que las débiles y miserables súplicas de la muerte y la culpabilidad. 7La ancestral llamada que el Padre le hace a Su Hijo, y el Hijo a los suyos, será la última trompeta que el mundo jamás oirá. 8Hermano, la muerte no existe. 9Y aprenderás esto cuando tu único deseo sea mostrarle a tu hermano que él jamás te hirió. 10Él cree que tiene las manos manchadas de tu sangre, y, por lo tanto, que está condenado. 11Mas se te ha concedido poder mostrarle, mediante tu curación, que su culpabilidad no es sino la trama de un sueño absurdo.

7. ¡Cuán justos son los milagros! 2Pues os otorgan a ti y a tu her­mano el mismo regalo de absoluta liberación de la culpabilidad. 3Tu curación os evita dolor a ti y a él, y sanas porque le deseaste el bien. 4Ésta es la ley que el milagro obedece: la curación no ve diferencias en absoluto. 5No procede de la compasión, sino del amor. 6Y el amor quiere probar que todo sufrimiento no es sino una vana imaginación, un absurdo deseo sin consecuencia alguna. 7Tu salud es uno de los resultados de tu deseo de no ver a tu hermano con las manos manchadas de sangre, ni de ver culpabilidad en su corazón apesadumbrado por la prueba del pecado. 8Y lo que deseas se te concede para que lo puedas ver.

8. El "costo" de tu serenidad es la suya. 2Este es el "precio" que el Espíritu Santo y el mundo interpretan de manera diferente. 3El mundo lo percibe como una afirmación del "hecho" de que con tu salvación se sacrifica la suya. 4El Espíritu Santo sabe que tu curación da testimonio de la suya y de que no puede hallarse aparte de ella en absoluto. 5Mientras tu hermano consienta sufrir, tú no podrás sanar. 6Mas tú le puedes mostrar que su sufrimiento no tiene ningún propósito ni causa alguna. 7Muéstrale que has sanado, y él no consentirá sufrir por más tiempo. 8Pues su inocencia habrá quedado clara ante sus propios ojos y ante los tuyos. 9Y la risa reemplazará a vuestros lamentos, pues el Hijo de Dios habrá recordado que él es el Hijo de Dios.

9. ¿Quién tiene, entonces, miedo de sanar? 2Sólo aquellos para quienes el sacrificio y el dolor de su hermano representan su pro­pia serenidad. 3Su propia impotencia y debilidad sirven de base para justificar el dolor de su hermano. 4El constante aguijón de culpabilidad que su hermano experimenta sirve para probar que él es un esclavo, pero que ellos son libres. 5El constante dolor que sufren es la prueba de que ellos son libres porque pueden mantener cautivo a su hermano. 6Y desean la enfermedad para evitar que la balanza del sacrificio se incline a favor de aquél. 7¿Cómo se podría persuadir al Espíritu Santo para que se detuviese por un instante, o incluso menos, a razonar con semejantes argumentos en favor de la enfermedad? 8¿Y es acaso menester demorar tu curación porque te detengas a escuchar a la demencia?

 

LECCIÓN 304

 

Que mi mundo no nuble la visión de Cristo.

 

1. Sólo puedo nublar mi santa vista si permito que mi mundo se entrometa en ella. 2Y no puedo contemplar los santos panoramas que Cristo contempla a menos que utilice Su visión. 3La percep­ción es un espejo, no un hecho. 4Y lo que contemplo es mi propio estado de ánimo reflejado afuera. 5Quiero bendecir el mundo con­templándolo a través de los ojos de Cristo. 6Y veré las señales inequívocas de que todos mis pecados me han sido perdonados.

2. Tú me conduces de las tinieblas a la luz y del pecado a la santidad. 2Déjame perdonar y así recibir la salvación del mundo. 3Ése es Tu regalo, Padre mío, que se me concede para que yo se lo ofrezca a Tu santo Hijo, de manera que él pueda hallar Tu recuerdo, y el de Tu Hijo tal como Tú lo creaste.

 

31 DE OCTUBRE

10. Tu función no es corregir. 2La función de corregir le corres­ponde a Uno que conoce la justicia, no la culpabilidad. 3Si asu­mes el papel de corrector, ya no puedes llevar a cabo la función de perdonar. 4Nadie puede perdonar hasta que aprende que corregir es tan solo perdonar, nunca acusar. 5Por tu cuenta, no podrás percatarte de que son lo mismo, y de que, por lo tanto, no es a ti a quien corresponde corregir. 6ldentidad y función son una misma cosa, y mediante tu función te conoces a ti mismo. 7De modo que si confundes tu función con la función de Otro, es que estás confundido con respecto a ti mismo y con respecto a quién eres. 8¿Qué es la separación sino un deseo de arrebatarle a Dios Su función y negar que sea Suya? 9Mas si no es Su función, tam­poco es la tuya, pues no puedes por menos que perder aquello de lo que te apoderas.

11. En una mente escindida, la identidad no puede sino dar la impresión de que está dividida. 2Nadie puede percibir que una función está unificada, si ésta tiene propósitos conflictivos y obje­tivos diferentes. 3Para una mente tan dividida como la tuya, corre­gir no es sino una manera de castigar a otro por los pecados que tú crees son tus propios pecados. 4Y de este modo, el otro se con­vierte en tu víctima, no en tu hermano, diferente de ti por el hecho de ser más culpable, y tener, por lo tanto, necesidad de que lo corrijas, al ser tú más inocente que él. 5Esto separa su función de la tuya, y os da a ambos un papel diferente. 6Y así, no podéis ser percibidos como uno y con una sola función, lo cual querría decir que compartís una misma identidad y un solo objetivo.

12. La corrección que tú quisieras llevar a cabo no puede sino cau­sar separación, ya que ésa es la función que tú le otorgaste. 2Cuando percibas que la corrección es lo mismo que el perdón, sabrás también que la Mente del Espíritu Santo y la tuya son una. 3Y de esta manera, habrás hallado tu propia Identidad. 4No obs­tante, Él tiene que operar con lo que se le da, y tú sólo le permites ocupar la mitad de tu mente. 5Y así, Él representa la otra mitad, y parece tener un propósito diferente de aquel que tú abrigas y crees que es el tuyo. 6De este modo, tu función parece estar divi­dida, con una de sus mitades en oposición a la otra. 7Esas dos mitades parecen representar la separación de un ser que se percibe dividido en dos.

13. Observa cómo esta percepción de ti mismo no puede sino extenderse, y no pases por alto el hecho de que todo pensamiento se extiende porque ése es su propósito debido a lo que realmente es. 2De la idea de que el ser se compone de dos partes, surge necesariamente el punto de vista de que su función está dividida entre las dos. 3Pero lo que quieres corregir es solamente la mitad del error, que tú crees que es todo el error. 4Los pecados de tu hermano se convierten, de este modo, en el blanco central de la corrección, no vaya a ser que tus errores y los suyos se vean como el mismo error. 5Los tuyos son equivocaciones, pero los suyos son pecados y, por ende, no son como los tuyos. 6Los suyos merecen castigo, mientras que los tuyos, si vamos a ser justos, deberían pasarse por alto.

14. De acuerdo con esta interpretación de lo que significa corregir no podrás ver tus propios errores. 2Pues habrás trasladado el blanco de la corrección fuera de ti mismo, sobre uno que no puede ser parte de ti mientras esa percepción perdure. 3Aquel al que se condena jamás puede volver a formar parte del que lo acusa, quien lo odiaba y todavía lo sigue odiando por ser un símbolo de su propio miedo. 4He aquí a tu hermano, el blanco de tu odio, quien no es digno de formar parte de ti, y es, por lo tanto, algo externo a ti: la otra mitad, la que se repudia. 5Y sólo lo que se deja privado de su presencia se percibe como todo lo que tú eres. 6El Espíritu Santo tiene que representar esta otra mitad hasta que tú reconozcas que es la otra mitad. 7Y Él hace esto asig­nándoos a ti y a tu hermano la misma función y no una diferente.

15. Corregir es la función que se os ha dado a ambos, pero no a ninguno de vosotros por separado. 2Y cuando la lleváis a cabo reconociendo que es una función que compartís, no puede sino corregir los errores de ambos. 3No puede dejar errores sin corre­gir en uno y liberar al otro. 4Eso sería un propósito dividido, que, por lo tanto, no se podría compartir. aY así, no puede ser el obje­tivo en el que el Espíritu Santo ve el Suyo Propio. 5Y puedes estar seguro de que Él no llevará a cabo una función que no vea y reconozca como Propia. 6Pues sólo así puede Él mantener la vuestra intacta, a pesar de vuestros diferentes puntos de vistas con respecto a lo que es vuestra función. 7Si Él apoyase una fun­ción dividida, estaríais ciertamente perdidos. 8La incapacidad del Espíritu Santo de ver Su objetivo dividido y como algo distinto para cada uno de vosotros, te impide ser consciente de una fun­ción que no es la tuya. 9De esta manera, la curación se os concede a los dos.

16. La corrección debe dejarse en manos de Uno que sabe que la corrección y el perdón son lo mismo. 2Cuando sólo se dispone de la mitad de la mente, esto es incomprensible. 3Deja, pues, la corrección en manos de la Mente que está unida y que opera como una sola porque su propósito es indiviso y únicamente puede con­cebir como suya una sola función. 4He aquí la función que se le dio, concebida para que fuese la suya propia y no algo aparte de aquello que su Dador todavía conserva precisamente porque es una función que se ha compartido. 5En el hecho de que Él acepte esta función residen los medios a través de los cuales tu mente se uni­fica. 6Este único propósito unifica las dos mitades de ti que tú percibes como separadas. 7Y cada uno perdona al otro, a fin de poder aceptar su otra mitad como parte de sí mismo.

 

LECCIÓN 305

 

Hay una paz que Cristo nos concede.

 

1. El que sólo utiliza la visión de Cristo encuentra una paz tan profunda y serena, tan imperturbable y completamente inaltera­ble, que no hay nada en el mundo que sea comparable. 2Las com­paraciones cesan ante esa paz. 3Y el mundo entero parte en silencio a medida que esta paz lo envuelve y lo transporta dulce­mente hasta la verdad, para ya nunca volver a ser la morada del temor. 4Pues el amor ha llegado, y ha sanado al mundo al conce­derle la paz de Cristo.

2. Padre, la paz de Cristo se nos concede porque Tu Voluntad es que nos salvemos. 2Ayúdanos hoy a aceptar únicamente Tu regalo y a no juz­garlo. 3Pues se nos ha concedido para que podamos salvarnos del juicio que hemos emitido acerca de nosotros mismos.

 

LECCIÓN 306

 

El regalo de Cristo es lo único que busco hoy.

 

1. ¿Qué otra cosa sino la visión de Cristo querría utilizar hoy cuando me puede conceder un día en el que veo un mundo tan semejante al Cielo que un viejo recuerdo vuelve a aflorar en mi conciencia? 2Hoy puedo olvidarme del mundo que fabriqué. 3Hoy puedo ir más allá de todo temor, y ser restaurado al amor, a la santidad y a la paz. 4Hoy soy redimido, y vuelvo a nacer en un mundo misericordioso y solícito; un mundo lleno de bondad en el que reina la paz de Dios.

2. Y de esta manera, Padre nuestro, regresamos a Ti, recordando que nunca nos ausentamos; recordando los santos dones con los que nos has agraciado. 2 Venimos llenos de gratitud y aprecio, con las manos vacías y con nuestras mentes y corazones abiertos, pidiendo tan sólo lo que Tú concedes. 3Ninguna ofrenda que podamos hacer es digna de Tu Hijo. 4Pero en Tu Amor se le concede el regalo de Cristo.

 

LECCIÓN 307

 

Abrigar deseos conflictivos no puede ser mi voluntad.

 

1. Padre, Tu Voluntad es la mía, y nada más lo es. 2No hay otra volun­tad que yo pueda tener. 3Que no trate de forjar otra, pues sería absurdo y únicamente me haría sufrir. 4Sólo Tu Voluntad me puede hacer feliz,: y sólo Tu Voluntad existe. 5Si he de tener aquello que sólo Tú puedes dar, debo aceptar lo que Tu Voluntad dispone para mí y alcanzar una paz en la que el conflicto es imposible, Tu Hijo es uno Contigo en ser y en voluntad, y nada contradice la santa verdad de que aún soy tal como Tú me creaste.

2. Y con esta plegaria nos sumergimos silenciosamente en un estado en el que el conflicto es imposible, pues hemos unido nues­tra santa voluntad a la de Dios, en reconocimiento de que son una y la misma.

 

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