CORAJE:

LA ALEGRÍA DE VIVIR PELIGROSAMENTE

INTRODUCCIÓN

No lo llames incertidumbre, llámalo prodigio.
No lo llames inseguridad, llámalo libertad.

No estoy aquí para darte un dogma. Un dogma te da seguridad. No estoy aquí para hacerte una promesa para el futuro, cualquier promesa para el futuro te da seguridad. Simplemente estoy aquí para que estés despierto y seas consciente, es decir, para que estés aquí y ahora con toda la inseguridad que tiene la vida, con toda la incertidumbre que tiene la vida, con todo el peligro que tiene la vida.
Sé que has venido aquí buscando certidumbres, credos, algún “ismo”, algún sitio al que pertenecer, alguien en quien confiar. Vienes aquí a consecuencia de tu miedo. Estás buscando una especie de hermosa prisión para poder vivir sin conciencia.
Me gustaría darte más inseguridad, más incertidumbre, porque la vida es así, Dios es así. La única forma de responder cuando hay más inseguridad y peligro es con conciencia.
Hay dos posibilidades. O cierras los ojos y te vuelves dogmático: católico, hinduista o musulmán… entonces, te conviertes en un avestruz. Eso no cambia tu vida, simplemente te tapa los ojos. Te vuelve estúpido, te vuelves poco inteligente. Con tu poca inteligencia te sientes seguro; todos los idiotas se sienten seguros. De hecho, sólo los idiotas se sienten seguros. Un hombre realmente vivo siempre se sentirá inseguro. ¿Qué seguridad puede tener?
La vida no es un proceso mecánico, no puede ser segura. Es un misterio impredecible. Nadie sabe qué va pasar en el momento siguiente. Ni siquiera Dios, que supones que está por ahí en el Séptimo Cielo, ni siquiera él -—si es que está por ahí—, ¡ni siquiera él sabe lo que va a pasar! … Porque si supiera lo que va a pasar la vida sería falsa, todo estaría escrito de antemano, y todo estaría determinado de antemano. Si el futuro no está determinado, ¿cómo puede saber lo que va a ocurrir a continuación? Si Dios supiese lo que iba a ocurrir en el momento siguiente, la vida sólo sería un proceso mecánico, inerte. No habría libertad, ¿y cómo puede existir la vida sin libertad? No habría ninguna posibilidad de crecer, ni de no crecer. Si todo está predestinado de antemano, no habrá gloria ni grandeza. Entonces sólo seréis robots.
No, no hay nada seguro. Este es mi mensaje. No puede haber nada seguro porque una vida segura es peor que la muerte. No hay nada seguro. La vida está llena de incertidumbres, llena de sorpresas, ¡esa es su belleza! Nunca llegas a un punto en el que puedas decir. “Ahora, estoy seguro”. Cuando dices que estás seguro estás proclamando tu muerte; te has suicidado.
La vida continúa con mil y una incertidumbres. Eso es libertad. No lo llames inseguridad.
Puedo entender porqué la mente llama “inseguridad” a la libertad… ¿Has estado alguna vez en la cárcel durante unos meses o unos años? Si un prisionero está unos cuantos años en la cárcel, cuando llega el día de su libertad, empieza a sentirse inseguro acerca del futuro. En la cárcel todo estaba garantizado; todo era una rutina sin vida. Le servían la comida, la daban protección; no tenía miedo de pasar hambre al día siguiente y que no hubiera comida; nada de eso, todo estaba garantizado. Ahora, de repente, después de tantos años, cuando llega el carcelero y le dice, “Ahora serás puesto en libertad”, empieza a temblar. Al salir de los muros de la prisión volverá a tener incertidumbres; tendrá que volver a buscar y rebuscar; tendrá que volver a vivir en libertad.
La libertad da miedo. La gente habla de la libertad, pero tiene miedo. Y un ser humano no será un ser humano mientras siga teniendo miedo a la libertad. Os doy libertad, no os doy seguridad. Os doy comprensión, no os doy conocimiento. El conocimiento te dará seguridad. Si te doy una fórmula, una fórmula determinada: que hay un Dios, un Espíritu Santo y su único hijo, Jesús; que hay un Cielo y un Infierno, que estas acciones están bien y esas están mal; si cometes un pecado irás al Infierno, si haces lo que llamo buenas acciones irás al Cielo —¡y se acabó!— entonces, estarás seguro. Por eso hay tantas personas que han decidido ser cristianos, musulmanes o jainistas, porque no quieren ser libres, quieren una fórmula fija.

De repente, se estaba muriendo un hombre tras un accidente de coche. Nadie sabía que era judío, de modo que llamaron a un sacerdote católico. El sacerdote se reclinó junto al hombre —el hombre se estaba muriendo, eran los últimos estertores de la muerte— y el sacerdote dijo: —¿Crees en la Santa Trinidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo?
El hombre abrió los ojos y dijo: —Estoy aquí a punto de morirme… y ¡él está jugando a los acertijos!

Cuando la muerte llama a tu puerta, todas tus convicciones no serán más que absurdos acertijos. No te aferres a ninguna convicción. La vida es incierta, la misma naturaleza de la vida es la incertidumbre. Y la persona inteligente siempre está insegura.
La propia disposición de mantenerse en la incertidumbre es valentía. Esta disposición de estar en la incertidumbre es confianza. Una persona inteligente es aquella que permanece alerta en cualquier situación, que responde a las situaciones con todo su corazón. No es que sepa lo que va a ocurrir; no es que sepa, “si haces esto sucederá aquello”. La vida no es una ciencia; no es una cadena de causa y efecto. Cuando calientas agua hasta los 100º, se evapora, eso está garantizado. Pero en la vida real, no hay nada tan seguro como eso.
Cada individuo es una libertad, una libertad desconocida. Es imposible predecirlo, imposible imaginárselo. Hay que vivir estando despiertos y con comprensión.
Vienes a verme en busca de conocimiento, quieres fórmulas fijas para poder aferrarte a ellas. Yo no te las doy. En realidad, si tienes alguna, ¡te la quito! Poco a poco, voy destruyendo tus convicciones y, poco a poco, te voy volviendo cada vez más indeciso; poco a poco te voy volviendo más inseguro. Eso lo único que hay que hacer. ¡Esto es lo único que tiene que hacer un Maestro! Dejarte completamente libre. Totalmente libre, con todas las posibilidades abiertas, sin nada fijo… tendrás que estar despierto, no puedes hacer nada más.
Esto es lo que llamo comprensión. Si comprendes, la inseguridad es una parte intrínseca a la vida, y está bien que sea así, porque transforma la vida en libertad, la convierte en una sorpresa constante. Nunca se sabe lo que va a suceder. Te mantiene permanentemente maravillado. No lo llames incertidumbre, llámalo prodigio. No lo llames inseguridad, llámalo libertad.

¿Qué es el coraje?

En principio no hay mucha diferencia entre una persona cobarde

y una valiente. La única diferencia es que el cobarde escucha

sus miedos y se deja llevar por ellos, mientras que la

persona valiente los aparta y continúa su camino. La persona

valiente se adentra en lo desconocido a pesar de todos los miedos.

 

 

VALENTÍA es adentrarse en lo desconocido a pesar de todos los miedos. La valentía no es falta de miedo. La falta de miedo surge cuando cada vez te vuelves más valiente. La falta de miedo es la experiencia absoluta de la valentía; es la fragancia de la valentía cuando ésta es absoluta. Pero, en principio, no hay tanta diferencia entre una persona cobarde y una valiente. La única diferencia es que el cobarde presta atención a sus miedos y se deja llevar por ellos, mientras que la persona valiente los aparta y sigue su camino. La persona valiente se adentra en lo desconocido a pesar de todos sus miedos. Conoce el miedo, sabe que está ahí.

Cuando te adentras en un mar desconocido, como hizo Colón, tienes miedo, un miedo terrible, porque nunca sabes lo que puede suceder. Abandonas la orilla de la seguridad. En cierto sentido, estabas perfectamente, pero te faltaba una cosa: la aventura. Te emociona adentrarte en lo desconocido. El corazón empieza a latir de nuevo, estás vivo de nuevo, totalmente vivo. Todas las células de tu ser están vivas porque has aceptado el desafío de lo desconocido.

Aceptar el desafío de lo desconocido, a pesar de todos los miedos, es valentía. Los miedos están ahí pero, si sigues aceptando el reto, poco a poco, esos miedos irán desapareciendo. La experiencia de felicidad que nos produce lo desconocido, el gran éxtasis que empieza a suceder con lo desconocido, te vuelve más fuerte, te da integridad, agudiza tu inteligencia. Por primera vez, empiezas a sentir que la vida no es sólo aburrimiento, sino aventura. Después, poco a poco irán desapareciendo los miedos y siempre estarás buscando alguna aventura.

Pero, básicamente, la valentía es arriesgar lo conocido por lo desconocido, lo familiar por lo no familiar, lo cómodo por lo incómodo, una ardua peregrinación a un destino desconocido. Uno nunca sabe si será capaz de conseguirlo o no. Es apostar, y sólo los jugadores saben lo que es la vida.

EL TAO DEL CORAJE

La vida no escucha tus razonamientos; va por su propio camino sin detenerse. Tú tienes que escuchar a la vida, la vida no va a escuchar tus razonamientos, no le interesan tus disquisiciones.

Cuándo vas por la vida, ¿qué te encuentras? Se acerca una gran tormenta, y los árboles grandes se caen. Deberían sobrevivir, según Charles Darwin, porque son los más aptos, los más fuertes, los más poderosos. Fíjate en un viejo árbol de ocho metros de altura y trescientos años. La misma presencia del árbol da fuerza, da sensación de fuerza y poder. Hay millones de raíces que se han extendido por la tierra, profundizando para que el árbol esté de pie con todo su poder. El árbol, por supuesto, lucha, no quiere claudicar, no quiere rendirse... pero cae durante la tormenta, muere, ya no está vivo y toda la fuerza que tenía se ha ido. La tormenta ha sido demasiado, la tormenta siempre es demasiado, porque viene de la totalidad y el árbol sólo es individual.

También hay plantas pequeñas y hierba corriente; cuando llega la tormenta la hierba cede, por eso la tormenta no puede hacerle daño. Como mucho la limpiará bien, nada más; arrastrará toda la tierra que se haya ido acumulando sobre la hierba. La tormenta le da una buena ducha, y cuando se acaba, las pequeñas plantas y las hierbas están de nuevo bailando felices. La hierba casi no tiene raíces, hasta un niño la puede arrancar, pero ha vencido a la tormenta. ¿Qué ha ocurrido?

La hierba ha seguido el camino del Tao, el camino de Lao Tzu, y el árbol ha seguido el camino de Charles Darwin El gran árbol era muy racional: intentó resistirse, intentó demostrar su fuerza. Si intentas demostrar tu fuerza, serás derrotado. Todos los Hitlers, Napoleones y Alejandros son árboles grandes, fuertes. Serán derrotados. Los Lao Tzus son pequeñas plantas: nadie las puede derrotar porque siempre están dispuestas a ceder. ¿Cómo vas a derrotar a alguien si está dispuesto a ceder, si dice: «Ya me has derrotado», si dice: «Señor, disfrute de su victoria, no hace falta que se moleste, ya me ha vencido»? Incluso un Alejandro se sentiría inútil delante de un Lao Tzu no podría hacer nada. Esto es exactamente lo que sucedió...

En la época de Alejandro había un sannyasin, un místico que se llamaba Dandamis; en esa época Alejandro estaba en India. Cuando se iba a marchar a India, los amigos le dijeron que a la vuelta debía traerles un sannyasin, ya que esa rara flor sólo florecía en India. —Trae un sannyasin —le dijeron—. Vas a traer muchas cosas pero no te olvides de traemos un sannyasin, queremos conocer el fenómeno del sannyas, qué es, qué es exactamente un sannyasin.

Estaba tan entregado a las guerras y las luchas que estuvo a punto de olvidarse; pero al regresar, justo en la frontera de India, de repente se acordó. Cuando estaba a punto de abandonar el último pueblo, le pidió a sus soldados que fuesen al pueblo y preguntasen si había algún sannyasin por los alrededores. Dio la casualidad de que allí, al lado del río, estaba Dandamis, y la gente dijo: —Has preguntado en el momento oportuno, has llegado en el momento oportuno. Hay muchos sannyasins, pero siempre es raro encontrar un verdadero sannyasin, y ahora está aquí. Puedes recibir darshan*, puedes visitarle.

Alejandro se rió y dijo: —No he venido aquí para recibir darshan, irán mis soldados a buscarle. Me lo llevaré a la capital de mi país.

—No va a ser tan fácil —dijeron los aldeanos.

Alejandro no podía creerlo, ¿qué dificultad podía haber? Había conquistado a emperadores y grandes reyes, ¿qué dificultad podía tener con un pobre mendigo, un sannyasin? Los soldados fueron a encontrarse con el tal Dandamis que estaba desnudo en la orilla DELrío. —Alejandro Magno te invita a acompañarle a su país —le dijeron—. Tendrás todas las comodidades y te proporcionará todo lo que necesites. Serás huésped del rey.

El faquir desnudo se rió y dijo: —Decidle a vuestro amo que quien se llama a sí mismo magno no puede ser magno. Y nadie me puede llevar a ningún sitio... un sannyasin se mueve como las nubes, con libertad absoluta. No soy esclavo de nadie.

—Debes haber oído hablar de Alejandro Magno, es un hombre peligroso. Si le dices que no, no te hará caso, simplemente te cortará la cabeza —le dijeron.

El sannyasin dijo: —Es mejor que le digáis a vuestro maestro que venga, quizá pueda entender lo que estoy diciendo.

Alejandro tuvo que ir, porque los soldados volvieron y le dijeron: —Es un hombre extraño, luminoso, emana algo del más allá. Está desnudo, pero en su presencia no lo notas, sólo te das cuenta después. Es tan poderoso que en su presencia te olvidas de todo el mundo. Es magnético, y está rodeado de un enorme silencio; es como si los alrededores gozasen con su presencia. Vale la pena verle, pero parece que el pobre hombre va a tener problemas, porque dice que nadie le puede llevar a ningún sitio, que no es esclavo de nadie.

Alejandro fue a verle con la espada desenvainada. Dandamis se rió y dijo: —Baja tu espada, aquí no te servirá de nada. Vuelve a envainar la espada; aquí no te servirá de nada porque sólo puedes herir mi cuerpo, y hace tiempo que lo abandoné. Tu espada no me puede herir, por tanto vuelve a guardarla; no seas infantil.

Y se dice que ésta es la primera vez que Alejandro obedeció las órdenes de alguien, porque en presencia de este hombre no podía recordar quién era. Volvió a guardar la espada en su vaina y dijo:

—Nunca he conocido a un hombre tan bello. —Cuando volvió a su campamento dijo—: Es difícil matar a un hombre que está dispuesto a morir, no tiene sentido hacerlo. Puedes matar a alguien que se resiste, entonces, tiene algún sentido; pero no puedes matar a alguien que te está diciendo: «Ésta es mi cabeza, córtamela.»

Y Dandamis realmente dijo: —Ésta es mi cabeza, córtamela. Cuando caiga, verás cómo rueda por la arena, y yo también veré cómo cae en la arena, porque no soy el cuerpo. Soy un testigo.

Alejandro tuvo que comunicárselo a sus amigos: —Podía haber traído algunos sannyasins, pero no eran sannyasins. Luego me encontré con un hombre que era realmente extraño; teníais razón en lo que decíais, es una rara flor, pero nadie le puede obligar porque no tiene miedo a la muerte. Si una persona no tiene miedo a la muerte, ¿cómo puedes obligarle a hacer algo?

Tu miedo es lo que te esclaviza, es tu miedo. Si no tienes miedo ya no eres un esclavo; de hecho, tu miedo te obliga a esclavizar a los demás antes de que ellos te esclavicen a ti.

La persona que no tiene miedo, no le tendrá miedo a nadie y nadie le temerá—. El miedo desaparece completamente.

EL CAMINO DEL CORAZÓN

La palabra «coraje» es muy interesante. Proviene de la raíz latina, cor, que quiere decir corazón. La palabra coraje proviene de la raíz cor —cor quiere decir corazón—, por tanto, ser valiente significa vivir con corazón. Los cobardes y sólo los cobardes viven con la cabeza; están atemorizados, se rodean de la seguridad de la razón. Atemorizados, cierran todas las ventanas y las puertas y se esconden detrás.

El camino del corazón es el camino del coraje. Es vivir en la inseguridad, es vivir con amor, con confianza; es adentrarse en lo desconocido. Es renunciar al pasado y permitir el futuro. Coraje es adentrarse por caminos peligrosos. La vida es peligrosa, y sólo los, cobardes pueden evitar el peligro, pero entonces, ya estarán muertos. La persona que está viva, realmente viva, vital, siempre se aventurará a lo desconocido. Allí encontrará peligros, pero se arriesgará. El corazón siempre está dispuesto a arriesgarse, al corazón le gusta apostar. La cabeza es un hombre de negocios. La cabeza siempre hace cálculos, es astuta. El corazón no es calculador.

La palabra inglesa courage es muy bonita, muy interesante. Vivir a través del corazón es descubrir el significado. El poeta vive a través del corazón y, poco a poco, empieza a sentir en su corazón los sonidos de lo desconocido. La cabeza no puede escucharlos, está demasiado lejos de lo desconocido. La cabeza está llena de lo conocido.

¿Qué es tu mente? Es todo lo que has conocido. Es el pasado, lo que ha muerto, lo que se ha ido. La mente no es más que pasado acumulado, memoria. El corazón es futuro; el corazón es esperanza, el corazón siempre está en algún lugar del futuro. La cabeza piensa en el pasado, el corazón sueña con el futuro.

El futuro está por venir. El futuro todavía no existe. El futuro todavía tiene una posibilidad, llegará, ya está llegando. En cada momento, el futuro se convierte en presente y el presente se convierte en pasado. El pasado no tiene ninguna oportunidad, ya ha sido utilizado. Ya te has alejado de él, se ha extinguido, está muerto, es como una tumba. El futuro es como una semilla; está por venir, siempre está por venir, siempre llega y se encuentra con el presente. Siempre estás cambiando. El presente no es más que un cambio hacia el futuro. Es el paso que ya has dado; es ir hacia el futuro.

TODO EL MUNDO QUIERE SER AUTÉNTICO, porque ser auténtico da mucha alegría y mucha felicidad, ¿por qué deberíamos ser falsos? Tienes que tener el valor de profundizar un poco más: ¿Por qué tienes miedo? ¿Qué te puede hacer el mundo? La gente se puede reír de ti; les sentará bien, la risa siempre es una medicina, es saludable. La gente puede pensar que estás loco... pero no te vuelves loco simplemente porque ellos piensen que estás loco.

Si tu alegría, tus lágrimas y tu baile son auténticos, antes o después habrá gente que empezará a entenderte, quizá se sumen a tu caravana. Yo mismo empecé mi camino solo, después la gente empezó a llegar y ¡se convirtió en una caravana mundial! No he invitado a nadie, sólo he hecho lo que sentía que venía de mi corazón.

Sólo respondo ante mi corazón y ante nadie más. Tú sólo debes responder ante tu persona. No vayas contra ti mismo, porque hacerlo es cometer un suicidio, es destruirte. Y, ¿qué puedes ganar? Aunque la gente te respete y piensen que eres una persona muy seria, respetable y honrada, eso no va a enriquecerte. Estas cosas no te van a proporcionar una mayor comprensión de la vida y de su enorme belleza.

¿Cuántos millones de personas han vivido sobre la Tierra antes que tú? Ni siquiera sabes sus nombres; no te afecta en absoluto si han vivido o no. Ha habido santos y ha habido pecadores, ha habido gente muy respetable y ha habido toda clase de excéntricos y locos, pero todos ellos han desaparecido, no ha quedado ni rastro de ellos sobre la Tierra.

Sólo deberías preocuparte de cuidar y proteger las cualidades que podrás llevarte contigo cuando la muerte aniquile tu cuerpo y tu mente, porque estas cualidades serán tu única compañía. Son los únicos valores verdaderos, y sólo las personas que lo consiguen están vivas; el resto finge estar vivo.

Una noche oscura la KGB llama a la puerta de Yussel FinkeIstein. Yussel abre la puerta. El hombre de la KGB ruge: —¿Vive aquí Yussel FinkeIstein?

—No—responde Yussel en la puerta con su pijama raído.

—¿No? Entonces, ¿cómo te llamas?

—Yussel FinkeIstein.

El hombre de la KGB le derriba de un golpe y dice: —¿No acabas de decir que no vivías aquí?

Yussel le responde: —¿Y a esto le llamas vida?

 

Vivir no siempre es vida. Fíjate en tu vida. ¿Podrías decir que es una bendición? ¿Podrías decir que es un regalo, un obsequio de la existencia? ¿Te gustaría que te tocara esta vida una y otra vez?

 

NO HAGAS CASO DE LAS ESCRITURAS, haz caso a tu corazón. Ésa es la única escritura que yo recomiendo: escucha atentamente, muy conscientemente, y nunca te equivocarás. Escuchando a tu propio corazón nunca estarás dividido. Escuchando a tu propio corazón, empezarás a ir en la dirección correcta, sin tener que pensar en lo que está bien o está mal.

La nueva humanidad tendrá una habilidad que consistirá en el secreto de escuchar al corazón conscientemente, vigilando, atentamente. Síguele adondequiera que te lleve. Sí, a veces te llevará a algún peligro, pero recuerda que esos peligros son necesarios para que madures. A veces te confundirá, pero esas confusiones son parte del crecimiento. Caerás muchas veces; vuelve a levantarte, porque cayéndote y levantándote es como vuelves a recobrar fuerzas. Así es como uno se equilibra.

Pero no obedezcas las reglas que vienen impuestas desde el exterior. Las reglas impuestas nunca estarán bien, ¡porque las ha inventado alguien que quiere dominarte! Sí, en el mundo también ha habido grandes iluminados: un Buda, un Jesús o un Mahoma. No han dado reglas para el mundo, han dado su amor. Pero, antes o después, sus discípulos se reúnen y empiezan a marcar las normas de conducta. Cuando el maestro ya no está, cuando la luz se ha ido y están en la oscuridad, empiezan a buscar a tientas determinadas normas que obedecer, porque ahora ya no está la luz que les alumbraba. Ahora tienen que depender de las normas.

Jesús hizo lo que le susurró el corazón, pero los cristianos no están haciendo lo que les susurra su corazón. Son imitadores y, en cuanto imitas, estás insultando a la humanidad, estás insultando a tu Dios.

No seas un imitador, sé original siempre. No te conviertas en una copia. Eso es lo que pasa en todo el mundo, copias y más copias.

Si eres original la vida realmente es un baile, y ser original es tu destino. Fíjate en lo diferente que es Krishna de Buda. Si Krishna hubiese imitado a Buda, habríamos perdido uno de los hombres más hermosos de esta Tierra. O si Buda hubiese imitado a Krishna sólo habría sido una imitación barata. ¡Imagínate a Buda tocando la flauta! Habría desvelado a todo el mundo, no era un flautista. Imagínate a Buda bailando; es ridículo, es absurdo.

Y lo mismo pasa con Krishna Sentado debajo de un árbol sin una flauta sin corona ni plumas de pavo real, sin bellos atuendos, sentado debajo de un árbol con los ojos cerrados como si fuese un mendigo, sin gente bailando a su alrededor, sin baile, sin música... Krishna parecería pobre, estaría empobrecido. Un Buda es un Buda, un Krishna es un Krishna, y tú eres tú. Y tú no eres, de ninguna manera, menos que los demás. Respétate, respeta tu voz interior y obedécela.

Ten en cuenta que no te estoy garantizando que esto te vaya a conducir siempre a lo correcto. Muchas veces te conducirá a lo equivocado, porque para llegar a la puerta correcta hay que llamar primero a muchas puertas equivocadas. Es así. Si te encuentras con la puerta correcta de golpe, no sabrás reconocer que era la correcta. Por tanto, recuerda que en el balance final los esfuerzos nunca sobran; todos los esfuerzos contribuyen al desarrollo final de tu crecimiento.

No seas indeciso, no te preocupes demasiado de equivocarte. Éste es uno de los problemas: se ha enseñado a la gente a no equivocarse, y entonces se vuelven tan indecisos, tan cobardes y temerosos de hacer algo mal, que se quedan paralizados. No pueden moverse por si pasa algo malo. Se convierten en rocas, pierden la movilidad.

Comete todas las equivocaciones que puedas, y recuerda sólo una cosa: no vuelvas a cometer el mismo error. Entonces, estarás creciendo. Parte de tu libertad consiste en equivocarte, incluso el ir en contra de Dios forma parte de tu dignidad. Así empezarás a tener una columna vertebral; por otro lado, hay millones de personas sin columna vertebral.

Olvídate de todo lo que te han dicho: «Esto está bien y eso está mal.» La vida no es estática. Lo que hoy está bien puede estar mal mañana, lo que está mal en este momento puede estar bien en el momento siguiente. La vida no se puede encasillar, no se puede etiquetar tan fácilmente: «Esto está bien y aquello está mal.» La vida no es una farmacia donde cada botella tiene su etiqueta y sabes cuál es cuál. La vida es un misterio: en un momento determinado utilizas una cosa y está bien, y en otro momento, habrá pasado tanta agua por el Ganges, que ya no servirá y estará mal.

¿Cuál es mi definición de lo que está bien? Está bien aquello que está en armonía con la existencia, y lo que no está en armonía con la existencia está mal. Tendrás que estar muy despierto en todo momento, porque tienes que decidir espontáneamente. No puedes contar con respuestas premeditadas para lo que está bien y lo que está mal. Sólo los estúpidos cuentan con las respuestas premeditadas, porque de ese modo no necesitan tener inteligencia, no les hace falta. Ya saben lo que está bien y lo que está mal, pueden aprenderse la lista de memoria; no es muy larga.

Los Diez Mandamientos —¡qué sencillo!— sabes lo que está bien y lo que está mal. Pero la vida cambia constantemente. Si volviese Moisés, no creo que volviera a daros los mismos diez mandamientos, no podría. ¿Cómo os va a dar los mismos mandamientos tres mil años más tarde? Tendría que inventar algo nuevo.

Pero ésta es mi conclusión: siempre que hay unos mandamientos, la gente se encuentra con dificultades, porque en el momento que se divulgan ya se han quedado anticuados. La vida va muy rápido; es dinámica, no es estática. No es una charca estancada, es el Ganges, está fluyendo. Nunca es el mismo río en dos instantes consecutivos. Una cosa puede estar bien en un momento, y no estar bien en el momento siguiente.

¿Qué podemos hacer? La única posibilidad es que la gente sea tan consciente que pueda decidir cómo responder a la vida cambiante.

Una historia zen:

Había dos templos rivales. Los dos maestros —probablemente sólo se trataba de supuestos maestros; en realidad, debían ser sacerdotes estaban tan en contra el uno del otro que le dijeron a sus seguidores que no debían mirar nunca hacia el otro templo.

Cada sacerdote tenía un niño a su servicio para traerle cosas o hacer los recados. El sacerdote del primer templo le dijo a su niño sirviente: —No hables nunca con el otro chico. Esa gente es peligrosa.

Pero los niños son niños. Un día se encontraron en la carretera, y el niño del primer templo le preguntó al otro: ¿Adónde vas?

El otro le dijo: —A donde me lleve el viento. —Probablemente, debía haber escuchado grandes cuestiones zen en el templo; —A donde me lleve el viento —dijo. Una gran declaración, Tao puro.

Pero el primer niño estaba muy avergonzado y ofendido porque no había encontrado ninguna respuesta a esto. Estaba triste y enfadado, y también le remordía la conciencia... —Mi maestro me ha dicho que no debía hablar con esa gente. Esa gente es realmente peligrosa. Pero ¿qué clase de respuesta es ésa? Me ha humillado.

Fue a su maestro y le dijo lo que había ocurrido: —Siento haber hablado con él. Tenías razón, son raros. ¿Qué clase de respuesta es ésa? Yo le pregunté: «¿Adónde vas?» —una pregunta sencilla, normal— y sabía que estaba yendo al mercado igual que yo. Pero me contestó: «A donde me lleve el viento.»

El maestro le dijo: —Te había advertido, pero no me has hecho caso. Mira, mañana te vuelves a colocar en el mismo sitio. Cuando llegue él, le preguntas: «¿Adónde vas?», y él dirá: «A donde me lleve el viento.>~ Entonces, tú también tienes que ser un poco más filosófico y decirle: «¿Y si no tienes piernas?» —porque el alma es incorpórea y el viento no se puede llevar al alma a ningún sitio«entonces, ¿qué harás?»

El niño quería estar absolutamente preparado; se pasó toda la noche repitiéndolo. A la mañana siguiente se marchó muy pronto hacia el lugar, se colocó en el mismo sitio, y a la misma hora volvió a aparecer el otro niño. Estaba muy contento, ahora te iba a enseñar qué es la verdadera filosofía. Así que le preguntó: —¿Adónde vas? —Y se quedó esperando...

Pero el niño dijo: —Voy al mercado a comprar verduras.

Y ahora, ¿de qué le servía la filosofía que había aprendido?

La vida es así. No puedes prepararte, no puedes estar listo. Ésa es su belleza, ése es el misterio, que siempre te coge de sorpresa, siempre llega de sorpresa. Si tienes ojos, te darás cuenta de que cada momento es una sorpresa y no se puede aplicar una respuesta premeditada.

EL CAMINO DE LA INTELIGENCIA

La inteligencia es vivacidad, es espontaneidad. Es apertura, es vulnerabilidad. Es imparcialidad, es valor para actuar sin buscar resultados. Y ¿por qué digo que es valor? Es valor porque cuando actúas para lograr un resultado, el resultado te protege; el resultado te da confianza, te da seguridad. Lo conoces bien, sabes cómo conseguirlo, eres muy eficiente. Actuar sin un resultado es actuar inocentemente. No tienes ninguna seguridad, puedes equivocarte, puedes perderte.

La persona que está lista para salir a explorar lo que se llama verdad, también tiene que estar lista para cometer muchos errores, equivocaciones, tiene que ser capaz de arriesgar. Puedes perderte, pero es la forma de llegar. Al perderte muchas veces, aprendes a no perderte. Al cometer muchos errores aprendes lo que es un error, y cómo no cometerlo. Sabiendo lo que es un error, te vas acercando más a la verdad. Es una exploración individual; no puedes depender de las conclusiones de los demás.

 

TÚ HAS NACIDO COMO NO—MENTE. Permite que esto cale dentro tu corazón todo lo posible, porque de este modo, se abrirá una puerta. Si has nacido como no—mente, significa que la mente es producto de la sociedad. No es natural, es cultivada. Te lo han ido amontonando encima. En el fondo sigues siendo libre, puedes salirte de ahí. No puedes salirte de la naturaleza, pero siempre que lo decidas puedes salirte de lo artificial.

La existencia precede al pensamiento. De modo que la existencia no es un estado mental, es un estado ulterior. La manera de conocer lo fundamental es ser, no pensar. Ciencia quiere decir pensar, filosofía quiere decir pensar, teología quiere decir pensar. Religiosidad no quiere decir pensar. La perspectiva religiosa es una perspectiva de no—pensamiento. Es más íntima, te acerca más a la realidad. Hace que caiga todo lo que te obstaculiza, te desbloquea; empiezas a fluir en la vida. No piensas que estás separado, mirando. No crees que eres un observador, al margen, distante. Te encuentras, te mezclas y te fundes con la realidad.

Pero hay otra forma de saber. No se puede llamar «conocimiento». Es más parecida al amor y menos parecida al conocimiento. Es tan íntima que la palabra «conocimiento» no es suficiente para expresarla. Es más adecuada la palabra «amor», más expresiva.

En la historia de la conciencia humana, lo primero que evolucionó fue la magia. La magia era una combinación de ciencia y religión. La magia tenía algo de la mente y algo de la no—mente. De la magia surgió la filosofía. Después, de la filosofía nació la ciencia. La magia era a la vez no—mente y mente. La filosofía sólo era mente. Y después, la mente más la experimentación se convirtieron en ciencia. La religiosidad es un estado de no—mente.

La religiosidad y la ciencia son dos perspectivas de la realidad. La ciencia aborda la realidad a través de lo secundario; la religiosidad va directamente. La ciencia tiene una perspectiva indirecta; la ciencia tiene una perspectiva inmediata. La ciencia da vueltas y vueltas; la religiosidad simplemente penetra el corazón de la realidad.

Algunas cosas más... El pensamiento sólo puede pensar acerca de lo conocido... mascar lo que ya está mascado. El pensamiento nunca puede ser original. ¿Cómo puedes pensar acerca de lo desconocido? Cualquier cosa que consigas pensar pertenecerá a lo conocido. Sólo puedes pensar porque sabes. El pensamiento, como mucho, puede crear nuevas combinaciones. Puedes imaginarte un caballo que vuela, hecho de oro, pero nada de esto es nuevo. Sabes que hay pájaros que vuelan, sabes que existe el oro, sabes que hay caballos; combinas las tres cosas juntas. El pensamiento, como mucho, puede imaginarse nuevas combinaciones, pero no puede conocer lo desconocido. Lo desconocido está más allá. El pensamiento va en círculos, vuelve a conocer lo conocido una y otra vez. Vuelve a mascar lo mascado. El pensamiento nunca es original.

Encontrarse con la realidad originalmente, de raíz, encontrarse con la realidad sin intermediarios —encontrarse con la realidad como si fueses el primer hombre que ha existido— es liberador. La misma novedad de esto te libera.

 

LA VERDAD ES UNA EXPERIENCIA, NO UNA CREENCIA. La verdad nunca se conoce estudiándola; hay que encontrar la verdad, hay que hacerle frente. Quien estudia el amor es como quien estudia el Himalaya viendo un mapa de las montañas. ¡El mapa no es la montaña! Si te obsesionas demasiado con el mapa, no verás la montaña. Si te obsesionas demasiado con el mapa, puedes tener la montaña delante de ti, pero seguirás sin ser capaz de verla.

Y es así. La montaña está delante de ti, pero tus ojos están llenos de mapas, mapas de la montaña, mapas de esa misma montaña hechos por diversos exploradores. Unos han escalado la montaña por la cara Norte, otros por el Este. Han hecho distintos mapas: el Corán, la Biblia, el Gita... diferentes mapas de la misma verdad. Pero tú estás tan lleno de mapas, tan agobiado por su peso que no puedes moverte ni un centímetro. No puedes ver que la montaña está delante de ti, las cumbres de nieve inmaculada brillando como el oro bajo el sol de la mañana. No tienes ojos para verlo.

El ojo que tiene prejuicios está ciego, el corazón lleno de conclusiones está muerto. Demasiadas suposiciones a priori y tu inteligencia empezará a perder rapidez, belleza, intensidad. Se enturbia. muy frío, frío, absolutamente indiferente. Y la indiferencia mata el misterio.

Si realmente quieres tener la experiencia de lo misterioso, tendrás que abrir una nueva puerta en tu ser. No estoy diciendo que dejes de ser científico, sólo estoy diciendo que la ciencia puede convertirse en una actividad periférica para ti. Cuando estás en el laboratorio sé un científico, pero cuando salgas del laboratorio, olvídate de la ciencia. Escucha los pájaros, ¡y no de una forma científica! Mira las flores, y no de una forma científica, porque cuando miras una rosa de una forma científica, estás mirando otra cosa completamente distinta. No es la misma rosa que experimenta el poeta.

La experiencia no depende del objeto, la experiencia depende del experimentador, de la capacidad de experimentación.

 

OBSERVANDO UNA FLOR, CONVIÉRTETE EN ELLA; baila a su alrededor, canta una canción. El aire es fresco y tonificante, el sol da calor y la flor está en su mejor momento. La flor está bailando con el viento, regocijándose, cantando una canción, cantando aleluya. ¡Participa con ella! Abandona la indiferencia, la objetividad, el distanciamiento. Abandona todas tus actitudes científicas. Fluye un poco más, fúndete un poco más, mézclate un poco más. Deja que la flor le hable a tu corazón, deja que la flor se introduzca dentro de tu persona. Invítala, ¡es un huésped! Entonces, podrás percibir el misterio.

Es el primer paso hacia lo misterioso y el último paso es éste: si puedes participar un momento, tendrás la llave, el secreto. Participa en todo lo que estás haciendo. Al andar, no lo hagas mecánicamente, no te quedes observándolo, sé eso. Al bailar, no lo hagas técnicamente, la técnica es irrelevante. Puedes ser técnicamente.

La inteligencia obtusa es lo que se denomina intelecto. Los así llamados intelectuales no son realmente inteligentes, sólo son intelectuales. El intelecto es un cadáver. Puedes decorarlo, puedes decorarlo con grandes perlas, diamantes, esmeraldas, pero un cadáver sigue siendo un cadáver.

Estar vivo es una cuestión completamente distinta.

 

LA CIENCIA ES SER EXACTO, ser absolutamente exacto sobre los hechos. Si eres muy exacto sobre los hechos no podrás sentir el misterio, cuanto más exacto eres, más se evapora el misterio. El misterio necesita una cierta vaguedad; el misterio necesita algo no determinado, sin demarcar. La ciencia es objetiva; el misterio no es objetivo, es existencial.

Un hecho sólo es una parte de la existencia, una pequeña parte; la ciencia trata de las partes porque es más sencillo tratar de las partes. Son más pequeñas, puedes analizarlas; no te superan porque puedes tenerlas en las manos. Puedes diseccionarlas, puedes etiquetarlas, puedes estar absolutamente seguro de sus características, cantidades, posibilidades, pero en ese mismo proceso estás matando el misterio. La ciencia es el asesinato del misterio.

Si quieres experimentar lo misterioso tendrás que entrar por otra puerta, desde otra dimensión completamente distinta. La dimensión de la mente es la dimensión de la ciencia, y la dimensión de la meditación es la dimensión de lo milagroso, lo misterioso.

La meditación hace que todo sea indefinido. La meditación te lleva a lo desconocido, lo inexplorado. La meditación te lleva, poco a poco, a un tipo de disolución donde el observador y lo observado se vuelven uno. Pero eso no es posible para la ciencia. El observador debe ser el observador, y lo observado debe ser lo observado, y tiene que haber una distinción clara en cada momento. No debes olvidarte de ti mismo ni un instante; no debes interesarte, disolverte, sumergirte, ser pasional o amoroso con el objeto de tu investigación. Tienes que permanecer imparcial, tienes que ser correcto y, sin embargo, perderte la alegría de hacerlo. Disuélvete en la danza, conviértete en la danza, olvídate del bailarín.

Cuando empieza a haber una unidad tan profunda en muchos aspectos de tu vida, cuando los que están a tu alrededor empiezan a tener grandiosas experiencias de desaparición, de ausencia de ego, de inexistencia... cuando la flor está ahí pero tú no estás, cuando el arco iris está ahí pero tú no estás... cuando las nubes están vagando por el cielo en el interior y el exterior, y tú no estás... cuando hay un silencio absoluto en lo que a ti respecta; cuando dentro de ti no hay nadie, sólo puro silencio, silencio inmaculado, imperturbable, sin alterarse por el razonamiento, el pensamiento, la emoción, el sentimiento..., este es el momento de meditación.

La mente ha desaparecido, y cuando desaparece la mente aparece el misterio.

EL CAMINO DE LA CONFIANZA

La confianza es la mayor inteligencia. ¿Por qué no confían las personas? Porque no confían en su inteligencia. Tienen miedo, tienen miedo de ser engañados. Tienen miedo; por eso dudan. La duda surge del miedo. La duda surge de una especie de inseguridad en tu propia inteligencia. No estás tan seguro como para confiar y actuar desde la confianza. La confianza precisa de una gran inteligencia, coraje, integridad. Para poder entrar, necesita que haya un gran corazón. Si no eres demasiado inteligente, te proteges con la duda.

Si eres inteligente estás preparado para penetrar en lo desconocido, porque sabes que, aunque desaparezca todo el mundo conocido y estés en lo desconocido, serás capaz de instalarte ahí. Confías en tu inteligencia. La duda está en guardia; la inteligencia se mantiene abierta porque sabe que «pase lo que pase, será capaz de aceptar el desafío, será capaz de responder de una forma adecuada». La mente mediocre no tiene esa confianza en sí misma. El conocimiento es mediocre.

Estar en un estado de no—saber es inteligencia, es atención, y no es acumulativo. Todo lo que sucede en cada momento, desaparece y no deja rastro, no deja un rastro existencial. Vuelves a encontrarte en estado puro, vuelves a ser inocente, vuelves a ser un niño.

No intentes comprender la vida. ¡Vívela! No intentes comprender el amor. Instálate en el amor. Entonces sabrás, y ese saber surgirá de tu experiencia. Ese saber no destruirá el misterio: cuanto más sepas, más sabrás que queda mucho por saber.

La vida no es un problema. Si la consideras un problema estás dando un paso equivocado. La vida es un misterio que tienes que vivir, amar, experimentar.

En realidad, la mente que busca explicaciones es una mente miedosa. Debido a este miedo, quiere buscar explicaciones a todo. No puede hacer nada si no se lo han explicado antes. Gracias a las explicaciones, siente que es un terreno familiar, conoce la zona, y ahora se puede mover con el mapa, la guía y el programa. No está dispuesta a adentrarse en un terreno desconocido, inexplorado, sin tener un mapa, sin tener una guía. Pero la vida es así, y no puede haber un mapa porque la vida va cambiando. Todos los momentos son ahora. No hay nada viejo bajo el sol, y créeme, todo es nuevo. Hay un tremendo dinamismo, un movimiento absoluto. Sólo el cambio es permanente, lo único que no cambia es el cambio.

El resto siempre cambia, por eso no puedes tener un mapa; cuando consigas tener el mapa listo ya estará anticuado. Cuando esté disponible el mapa ya será inútil, la vida habrá cambiado de trayectoria. La vida habrá empezado a jugar otro juego. En la vida no puedes arreglártelas con un mapa, porque no es mensurable; en la vida no puedes arreglártelas consultando una guía, porque las guías sólo existen cuando las cosas están estancadas. La vida no está estancada, es dinámica, es un proceso. No puedes hacer un mapa de la vida. No es mensurable, es un misterio inconmensurable. No busques explicaciones.

Y esto es lo que llamo madurez mental: cuando alguien llega a un punto en el que mira la vida sin hacer preguntas, y se sumerge en ella con coraje y sin miedo.

 

EL MUNDO ESTÁ LLENO DE PERSONAS PSEUDO—RELIGIOSAS, iglesias, templos, gurudwaras*, mezquitas, está lleno de personas religiosas. Y ¿no te das cuenta que el mundo es absolutamente irreligioso? ¿El mundo es irreligioso con tantas personas religiosas? ¿Qué milagro es éste? Todo el mundo es religioso, sin embargo, la suma total es irreligiosidad. La religión es falsa. La gente ha «cultivado» la confianza. La confianza se ha convertido en una creencia y no en una experiencia. Se les ha enseñado a creer, no se les ha enseñado a saber; en esto se ha equivocado la humanidad.

No creas nunca. Si no puedes confiar es mejor que dudes, porque a través de la duda, antes o después, podrá surgir la posibilidad de la confianza. No puedes vivir eternamente con la duda. La duda es una enfermedad; es una dolencia. Si dudas nunca estarás satisfecho; si dudas siempre tendrás miedo, si dudas siempre estarás angustiado, dividido e indeciso. Si dudas estarás viviendo una pesadilla. De modo que algún día empezarás a intentar salir de ella. Por eso digo que es mejor ser un ateo antes que ser un teísta, un pseudoteísta.

Te han enseñado a creer desde la infancia, han condicionado la mente de todo el mundo para creer: creer en Dios, creer en el alma, creer en esto y aquello. La creencia te ha calado hasta los huesos y la sangre, sin embargo, sigue siendo una creencia, no has sabido. Y, no te liberarás a menos que sepas. El conocimiento libera, sólo el conocimiento. Todas las creencias son prestadas; te han sido dadas por otros, no son tus flores. ¿Cómo es posible que algo prestado te conduzca a la realidad, la realidad absoluta? Olvídate de todo lo que has tomado de los demás. Es mejor ser un mendigo que ser rico, no rico a costa de tu ahorro, sino a costa de lo que has robado; rico a costa de lo que te han prestado, rico a costa de la tradición, rico a costa de la herencia. No, es mejor ser un mendigo pero estar por tu cuenta. Esa pobreza tiene riqueza en su interior porque es auténtica, y la riqueza de tu creencia es muy pobre. Las creencias nunca pueden calar demasiado hondo; permanecen a flor de piel. Si rascas un poco, aparecerá la incredulidad.

Crees en Dios; si, de repente, quiebra tu empresa, aparecerá la incredulidad. Dirás: «No creo, no puedo creer en Dios.» Si crees en Dios y se muere tu amada, surgirá la incredulidad. Crees en Dios ¿y basta que se muera tu amada para destruir tu creencia? No tiene demasiado valor. La confianza no se puede destruir nunca, una vez que está ahí, no habrá nada que la pueda destruir. No la puede destruir nada, absolutamente nada.

Recuerda que hay una gran diferencia entre confianza y creencia. La confianza es personal; la creencia es social. Tienes que desarrollar la confianza; seas lo que seas, puedes seguir creyendo, y pueden imponerte creencias. Abandona las creencias. Tendrás miedo, porque cuando abandonas las creencias, surge la duda. Cada creencia obliga a la duda a esconderse en alguna parte, reprime las dudas. No te preocupes por eso, deja que surjan dudas. Todo el mundo tiene que pasar por la noche oscura antes de que llegue el amanecer. Todo el mundo tiene que pasar por la duda. El camino es largo, la noche es oscura. Pero, cuando llega el día después de un largo viaje y una noche oscura, entonces, sabrás que ha valido la pena. La confianza no se puede «cultivar», no intentes cultivarla nunca; esto es lo que toda la humanidad ha estado haciendo. La confianza cultivada se convierte en creencia. Descubre la confianza dentro de ti mismo, no la cultives. Profundiza más en tu ser, ve hasta el centro de tu ser y descúbrela.

PARA INVESTIGAR ES PRECISO QUE HAYA CONFIANZA porque vas a adentrarte en lo desconocido. Es preciso que haya una enorme confianza y coraje, porque vas a alejarte de lo convencional y lo tradicional, vas a alejarte de la multitud. Vas a sumergirte en mar abierto sin saber si existe la otra orilla.

 

No podría mandarte a hacer esta investigación sin prepararte para confiar. Parecerá contradictorio, pero ¿qué puedo hacer? La vida es así. Sólo una persona que tenga una gran confianza será capaz de tener grandes dudas, de investigar algo así.

 

Una persona que tiene poca confianza dudará poco. La persona que no tiene confianza sólo finge que duda. No puede investigar en profundidad. La profundidad llega con la confianza, y hay que tomar algún riesgo.

Antes de mandarte al mar desconocido, tengo que prepararte para ese enorme viaje en el que tienes que ir solo, pero puedo acompañarte hasta el barco. Antes, tendrás que conocer la belleza de la confianza, el éxtasis del camino del corazón, para que cuando estés en el mar abierto de la realidad tengas bastante coraje para continuar. Pase lo que pase, tendrás confianza en ti mismo.

Imagínatelo: ¿cómo puedes confiar en nada o en nadie si no confías en ti mismo? Es imposible. Si dudas de ti, ¿cómo vas a confiar? Tú eres el que tiene que confiar, pero si no confías en ti, ¿cómo vas a confiar en la confianza' Es absolutamente necesario que el corazón se abra antes de que el Intelecto se transforme en inteligencia. Ésta es la diferencia entre intelecto e inteligencia.

La inteligencia es el intelecto en armonía con tu corazón.

El corazón sabe cómo confiar.

El intelecto sabe cómo buscar e indagar.

Hay un antiguo cuento oriental:

Dos mendigos vivían a las afueras de un pueblo. Uno era ciego y el otro no tenía piernas. Un día ardió el bosque que estaba cerca del pueblo donde vivían los dos mendigos. Por supuesto, competían entre ellos —tenían la misma profesión, mendigaban de la misma gente— y estaban constantemente enfadados el uno con el otro. No eran amigos, eran enemigos.

Dos personas que tienen la misma profesión no pueden ser amigas. Es muy complicado porque es una cuestión de competencia, de clientes, puedes quitarle el cliente al otro. Los mendigos clasifican a sus clientes: «Recuerda que este hombre es mío; no le molestes.» Tú no sabes a qué mendigo perteneces, quién es el mendigo que te posee, pero en la calle hay un mendigo al que tú perteneces. Probablemente, ha luchado y ha ganado la batalla, y ahora tú eres su posesión...

Cerca de la universidad solía haber un mendigo; un día me lo encontré en la calle. Siempre estaba ahí, cerca de la universidad, porque los jóvenes son más generosos; las personas más mayores se van volviendo miserables, miedosas. La muerte se aproxima y, aparentemente, el dinero es lo único que les puede ayudar. Si tienen dinero, los demás les podrán ayudar; si no tienen dinero, ni sus hijos ni sus hijas se preocuparán por ellos. Pero los jóvenes pueden derrochar. Son jóvenes, pueden ahorrar—, la vida está ahí, tienen toda la vida por delante.

Era un mendigo rico gracias a los universitarios... En India, un estudiante sólo llega a la universidad si pertenece a una familia rica, si no, es un esfuerzo demasiado grande. Algunos pobres también llegan a la universidad, pero es difícil, es duro. Yo también pertenecía a una familia pobre. Por las noches trabajaba de editor en un periódico, y durante el día iba a la universidad. Durante años, no pude dormir más de tres o cuatro horas; lo hacía cuando encontraba un momento a lo largo del día o por la noche.

Este mendigo era muy fuerte. Ningún otro mendigo podía entrar en la calle de la universidad, estaba prohibida incluso la entrada. Todo el mundo sabía a quién pertenecía la universidad: ¡a ese mendigo! Un día, de repente, vi a un hombre joven; el viejo ya no estaba allí. —¿Qué ha ocurrido? ¿Dónde está el viejo? —le pregunté.

—Es mi suegro —me contestó—. Me ha regalado la universidad.

La universidad no sabía que había cambiado su dueño, que tenía un nuevo dueño. El hombre joven dijo: —Me he casado con su hija.

En India, cuando te casas con la hija de alguien recibes una dote. No basta con casarte con ella, tu suegro, si es muy rico, te tiene que dar un coche, una casita. Si no es tan rico te tendrá que dar, por lo menos, una moto, y si no, una bicicleta, pero te tiene que dar algo: un equipo de radio, un transistor, un televisor... y algo de dinero. Si es realmente rico, entonces te dará la oportunidad de viajar al extranjero, estudiar y convertirte en una persona más instruida, un médico, un ingeniero... él correrá con los gastos.

La hija de este mendigo se había casado, y la dote que había recibido el joven era toda la universidad. —A partir de hoy, esta calle y esta universidad me pertenecen —dijo— Y mi suegro me ha dicho quiénes son mis clientes.

Me encontré con el viejo en la calle y le dije: —¡Magnífico! Has hecho bien en darle una dote.

—Sí —dijo él—. Sólo tenía una hija y quería hacer algo por mi yerno. Le he dado el mejor sitio para mendigar. Ahora estoy aquí de nuevo, intentando arreglar mi monopolio en la calle. Es un trabajo duro porque hay muchos mendigos, y son veteranos que ya tienen sus clientes. Pero no pasa nada, lo conseguiré; echaré a unos cuantos mendigos de aquí. —Y lo hizo.

De modo que cuando ardió el bosque, los dos mendigos se pararon a pensar un momento. Eran enemigos, ni siquiera se hablaban, pero se trataba de una emergencia. El ciego le dijo al que no tenía piernas: —La única manera que tenemos de escapar, es que tú te sientes encima de mis hombros; usa mis piernas y yo usaré tus ojos. Es la única manera de salvarnos.

Lo entendió inmediatamente. No hubo ningún problema. El hombre que no tenía piernas no podía' escaparse, no podía atravesar el bosque... estaba ardiendo. Se podía haber desplazado un poco, pero habría sido inútil. Había que encontrar una salida rápido. El ciego también estaba seguro de que no podría salir. No sabía dónde estaba el fuego, dónde estaba la carretera, dónde se estaban quemando los árboles y dónde no. Era ciego... se perdería. Pero los dos eran inteligentes; se olvidaron de su enemistad, se hicieron amigos y salvaron la vida.

Es una fábula oriental. Trata de tu intelecto y tu corazón. No tiene nada que ver con los mendigos, tiene que ver contigo. No tiene nada que ver con el bosque en llamas, tiene que ver contigo... porque tú estás en llamas.

Tú estás quemándote, sufriendo, triste y angustiado en todo momento. Sólo tu intelecto está ciego. Tiene piernas, puede correr, puede ir rápido, pero como está ciego no puede escoger la dirección adecuada. Inevitablemente, se tropezará constantemente, se caerá, se hará daño y sentirá que la vida no tiene sentido. Por eso; los intelectuales de todo el mundo dicen: «La vida no tiene sentido.»

El motivo por el que la vida les parece un sinsentido es que el intelecto ciego está intentando ver la luz, pero es imposible.

Dentro de ti hay un corazón que ve, que siente, pero que no tiene piernas; no puede correr. Se queda ahí donde está, latiendo, esperando... algún día el intelecto lo entenderá y será capaz de usar los ojos del corazón.

Cuando digo la palabra confianza me refiero a los ojos del corazón.

Cuando digo la palabra duda me refiero a las piernas de vuestro intelecto.

Ambas pueden salir juntas del fuego sin ningún problema. Pero recuerda, el intelecto tiene que aceptar llevar al corazón sobre sus hombros. Tiene que hacerlo. El corazón no tiene piernas, sólo ojos, y el intelecto tiene que escuchar al corazón y obedecer sus indicaciones.

En manos del corazón, el intelecto se vuelve inteligente. Es una transformación, una transformación absoluta de energía. Ahora la persona no se vuelve intelectual, simplemente se vuelve sabia.

La sabiduría nace del encuentro del corazón y el intelecto. Y cuando has aprendido el arte de sincronizar los latidos de tu corazón con el funcionamiento de tu intelecto, tendrás el secreto en tus manos, la llave maestra que abre todos los misterios.

EL CAMINO DE LA INOCENCIA

La cuestión fundamental no es el coraje, la cuestión fundamental es que lo conocido es lo muerto, y lo desconocido es lo vivo. Agarrarse a lo conocido es como agarrarse a un cadáver. No necesitas tener valor para dejar de agarrarte, en realidad, necesitas tener valor para seguir agarrado. Fíjate simplemente... ¿Qué te ha dado lo que es familiar para ti, lo que has vivido? ¿Hasta dónde has llegado? ¿No sigues estando vacío? ¿No sientes un gran descontento, una frustración profunda y sin sentido? De alguna forma lo consigues, sigues escondiendo la verdad e inventas mentiras para seguir estando comprometido, implicado.

Ésta es la cuestión: ver con claridad que todo lo que conoces pertenece al pasado, ya no existe; está en el cementerio. ¿Quieres estar en la tumba o estar vivo? Y esta pregunta no surge sólo hoy, sino que mañana y pasado mañana seguirá apareciendo. Seguirá estando hasta tu último aliento.

Todo lo que conoces, todo lo que acumulas —información, conocimientos, experiencia— se termina en cuanto lo investigas. Acarrear palabras vacías, acarrear ese peso muerto, es oprimir tu vida; es una carga en tu vida que te impide adentrarte en un ser vivo, lleno de júbilo, que te espera en cada instante.

El hombre de comprensión muere al pasado en cada instante y vuelve a nacer al futuro. Su presente siempre está transformándose, es un renacimiento, una resurrección. No es cuestión de valentía en absoluto, esto es lo primero que hay que entender. Es cuestión de claridad, de tener claro qué es qué.

En segundo lugar, siempre que realmente se trata de una cuestión de valentía, nadie te la puede dar. No es algo que te puedan regalar. Es algo con lo que naces, pero no lo has dejado crecer, no has dejado que se asiente.

 

LA INOCENCIA ES CORAJE Y CLARIDAD, AMBAS COSAS. Si eres inocente no necesitas tener coraje. Tampoco necesitas tener claridad, porque no hay nada tan claro y tan transparente como la inocencia. La cuestión es cómo proteger nuestra propia inocencia.

La inocencia no es algo que tengas que alcanzar. No es algo que tengas que aprender. No es un talento: pintura, música, poesía, escultura. No es ninguna de estas cosas. Es más parecido a la respiración, es algo con lo que naces.

La inocencia es la naturaleza de todo el mundo. Todo el mundo es inocente al nacer.

¿Cómo puedes nacer y no ser inocente? El nacimiento significa que entras en el mundo como una tabula rasa, no hay nada escrito. Sólo tienes futuro, no tienes pasado. Ése es el significado de inocencia. Primero intenta comprender todos los significados de inocencia.

El primero es: no hay pasado, sólo hay futuro.

El pasado te corrompe porque provoca memorias, experiencias, expectativas. Las cuales, combinadas entre sí, te vuelven listo pero no claro. Te vuelven astuto, pero no inteligente. Pueden ayudarte a triunfar en el mundo, pero en el fondo de tu ser, serás un fracasado. Todo el éxito en el mundo no se puede comparar con el fracaso que tendrás que enfrentar finalmente, porque al final sólo te quedas con tu ser interno. Se pierde todo: tu gloria, tu poder, tu nombre, tu fama... empiezan a desaparecer como si fuesen sombras.

Al final sólo te queda lo que tenías al principio. Sólo te puedes llevar de este mundo lo que trajiste.

En India, la sabiduría popular dice que el mundo es como la sala de espera de una estación; no es tu casa. No te vas a quedar en la sala de espera para siempre. Ninguna de las cosas que hay en la sala de espera te pertenecen: los muebles, los cuadros de las paredes... Los usas —miras los cuadros, te sientas en la silla, descansas en la cama— pero nada te pertenece. Sólo te quedas unos minutos, o como mucho, unas horas, y después te irás.

Sí, te volvieras a llevar lo que has traído a la sala de espera, es tuyo ¿Qué has traído al mundo? El mundo es sin duda una sala de espera. Tal vez la espera no sea en segundos, en minutos, en horas, en días, quizá sea en años; pero ¿qué diferencia hay entre estar esperando siete horas o setenta años?

Quizá, al cabo de setenta años, te olvides de que estabas en una sala de espera. Podrías empezar a pensar que eres el dueño, que has construido esa casa. Y pondrás una placa con tu nombre en la sala de espera.

Hay personas —yo lo he visto, porque he viajado mucho— que escriben su nombre en el lavabo o en la sala de espera. La gente graba su nombre en los muebles de la sala de espera. Puede parecer una tontería, pero es como lo que hace la gente en la vida.

Hay una historia muy significativa en las antiguas escrituras jainistas. En India se cree que si alguien se convirtiese en el emperador del mundo recibiría el nombre de chakravartin. La palabra chakra significa rueda. En la antigua India había una forma de evitar luchas y violencia innecesarias: una carroza, una carroza de oro muy valiosa, con hermosos y fuertes caballos iba de un reino a otro, y si el otro reino no podía impedirle el paso, quería decir que ese reino había aceptado la superioridad del dueño de esta carroza. No había necesidad de luchar.

La carroza se movía de este modo, y cuando la gente le obstruía el paso había una guerra. Si no era detenida, esto demostraba la superioridad del rey sin necesidad de que hubiera una guerra: el rey se convertía en chakravartin, aquel cuya rueda ha dado vueltas y vueltas sin que nadie la detenga. Éste es el deseo de todos los reyes: convertirse en chakravartin.

Evidentemente, hay que tener más poder que Alejandro Magno. Mandar solamente tu carroza... eso requiere un enorme poder. Tener la certeza absoluta de que si se le obstruye el paso a la carroza habrá una matanza masiva. Esto significa que ya habían reconocido al rey; cuando éste quiere conquistar a alguien no hay ninguna forma de impedírselo.

Pero es una forma simbólica, es más civilizado. No es necesario atacar, no es necesario matar, sólo se envía un mensaje simbólico. La carroza irá hacia allí con la bandera del rey, y si el otro rey cree que no tiene sentido resistirse —la lucha sólo supondría una derrota y una violencia innecesaria—, le da la bienvenida a la carroza, y en su ciudad le lanzan flores.

Esto es mucho más civilizado que lo que hacen países como la Unión Soviética y EE.UU. Mandar una bella carroza, pero eso significa que debes estar muy seguro de tu fuerza; y no sólo tú, sino todos los demás. Sólo entonces podrá valer un símbolo como éste. De modo que todos los reyes deseaban convertirse en un chakravartin algún día.

La historia es que un hombre se convirtió en un chakravartin y esto sólo sucede una vez cada miles de años. Ni siquiera Alejandro Magno conquistó el mundo; quedaron muchas zonas por conquistar. Y se murió muy joven, sólo tenía treinta y tres años: no era tiempo suficiente para conquistar el mundo. ¡Y ni siquiera se conocía el mundo entero! Se desconocía la mitad del mundo, y ni siquiera había logrado conquistar la mitad que se conocía. Este hombre, del que os voy a contar la historia, se convirtió en chakravartin.

Se dice que cuando muere un chakravartin —porque sólo aparece un chakravartin cada miles de años, es un ser excepcional— al morir le reciben en el Cielo con alabanzas y le llevan a un sitio especial.

En la mitología jainista en el Cielo hay unas montañas paralelas al Himalaya. El Himalaya sólo está hecho de piedras, tierra y hielo.

 

El paralelo del Himalaya en el Cielo recibe el nombre de Sumeru. Sumeru es la montaña suprema; no hay nada más alto que eso, nada mejor que eso. Es oro macizo; en vez de piedras hay diamantes, rubíes y esmeraldas.

Cuando un chakravartin muere es conducido al monte Sumeru para grabar su nombre en él. Es una rara oportunidad, sólo sucede una vez cada miles de años. Este hombre, por supuesto, estaba enormemente emocionado porque iba a escribir su nombre en el monte Sumeru. Es el catálogo supremo de todos los grandes que han existido, y también es el catálogo de los que serán. Este emperador iba a pertenecer a un linaje de superhombres.

El guardián le dio los instrumentos para grabar su nombre. Quería llevarse consigo a algunos de sus hombres; éstos se habían suicidado porque su emperador se estaba muriendo, y no podían imaginar vivir sin él. Su mujer, su primer ministro, su comandante en jefe y todas las grandes personalidades que le rodeaban se habían suicidado, por eso iban con él.

El emperador quería que el guardián dejase entrar a todos para que vieran cómo grababa su nombre, ¿cuál es el placer de ir solo y grabar tu nombre si no hay nadie que lo vea? La verdadera alegría es que lo vea todo el mundo.

El guardián le dijo: —Escucha mi consejo, he heredado esta profesión. Mi padre era guardián, su padre era guardián, hemos sido los guardianes del monte Sumeru desde hace siglos. Escucha mi consejo, no dejes que vayan contigo, si no, te arrepentirás.

El emperador no entendía, pero no podía ir contra su consejo, ¿qué interés iba a tener ese hombre en impedírselo?

El guardián dijo: —Si quieres que lo vean, vete, graba tu nombre y después vienes a buscarlos y, si quieres, se lo enseñas. No tengo ninguna objeción en que te los lleves, pero si decides hacerlo después ya no podrás cambiar de opinión... ya estarán contigo. Vete solo. —Era un consejo muy sensato.

El emperador dijo: —Está bien. Iré solo, grabaré mi nombre y volveré a buscarlos.

El guardián dijo: —Estoy completamente de acuerdo.

El emperador fue y vio el monte Sumeru brillando bajo miles de soles —porque el cielo no puede ser tan pobre como para tener sólo un sol— hay miles de soles, y una montaña dorada mucho más grande que el Himalaya... ¡y el Himalaya tiene casi tres mil kilómetros de longitud! No pudo abrir los ojos durante unos instantes porque le deslumbraba la luz. Después empezó a buscar un sitio, el sitio adecuado, pero se sorprendió porque no había sitio, la montaña estaba llena de nombres grabados.

No lo podía creer. Por primera vez se dio cuenta de lo que era. Hasta ahora había creído que era un superhombre de los que sólo nacen cada miles de años. Pero el tiempo ha existido desde la eternidad; incluso miles de años no tienen importancia, y ha habido muchos chakravartins. No había espacio en la montaña más grande de todo el universo para escribir su pequeño nombre.

Regresó, ahora comprendió que el guardián tenía razón cuando le dijo que no llevara a su mujer, a su comandante en jefe, a su primer ministro y otros amigos íntimos. Era mejor que no vieran esta situación. Seguirían pensando que su emperador era un ser excepcional.

Fue al guardián y le dijo: —No había espacio.

El guardián le contestó: —Eso es lo que te quería decir. Lo que tienes que hacer es borrar algunos nombres y después escribir el tuyo. Es lo que se ha hecho siempre, toda mi vida he visto hacerlo, mi padre solía decir que se hacía. El padre de mi padre... nadie ha visto el Sumeru vacío, con espacio vacío.

»Siempre que llega un chakravartin tiene que borrar varios nombres para escribir el suyo. De modo que aquí no están todos los chakravartins. Se han borrado nombres muchas veces y se han vuelto a grabar otros. Haz tu trabajo y si se lo quieres enseñar a tus amigos, puedes traerlos.

El emperador le dijo:—No, no quiero enseñárselo y ni siquiera quiero escribir mi nombre. ¿Qué sentido tiene? Algún día llegará alguien y lo borrará.

»Toda mi vida es un sinsentido absoluto. Ésta era mi única esperanza: que el monte Sumeru, la montaña dorada del cielo, tuviera mi nombre. He vivido para esto, era mi único interés en la vida; estaba dispuesto a matar a todo el mundo para conseguirlo. Ahora cualquier persona puede borrar mi nombre y escribir el suyo. ¿Qué sentido tiene escribirlo? No voy a hacerlo. —El guardián se rió—. ¿Por qué te ríes?—dijo el emperador.

—Es curioso —respondió el guardián—, pero es lo mismo que había oído contar a mis abuelos: al ver toda la historia los chakravartins se van sin escribir nada. No es una novedad, cualquiera que tenga un poco de inteligencia haría lo mismo.

¿Qué puedes obtener en este mundo? ¿Qué puedes llevarte contigo? ¿Tu nombre, tu prestigio, tu respetabilidad? ¿Tu dinero, tu poder... qué? ¿Tu erudición? No puedes llevarte nada. Tendrás que dejarlo todo aquí. Y en ese momento comprenderás que todo lo que poseías no era tuyo; la misma idea de posesión es errónea. Las posesiones te han corrompido.

Para aumentar tus posesiones —para tener más dinero, más poder, para conquistar más tierras— estabas haciendo cosas que ni tú puedes decir que están bien. Estabas mintiendo, no eras honrado. Tenías cientos de caras. No eras sincero con los demás o contigo mismo ni un solo instante; no podías serlo. Tenías que ser falso, mentir, Fingir, porque éstas son las cosas que te ayudan a triunfar en el mundo. La autenticidad no te va a ayudar. La honradez no te va a ayudar. La sinceridad no te va ayudar.

Sin posesiones, sin éxito, sin fama, ¿quién eres? No lo sabes. Eres tu nombre, eres tu fama, eres tu prestigio, eres tu poder. Pero, aparte de eso, ¿quién eres? Tus posesiones se han convertido en tu identidad. Te dan un sentido de identidad falso. Eso es el ego.

El ego no es algo misterioso, es un fenómeno muy sencillo. No sabes quién eres, y es imposible vivir sin saber quién eres. Si no sé quién soy, entonces ¿qué estoy haciendo aquí? Haga lo que haga, dejará de tener sentido. Lo primero y primordial es saber quién soy. Después, tal vez pueda hacer algo de acuerdo con mi naturaleza, que me dé satisfacción, que me lleve a casa.

Pero si no sé quién soy y sigo haciendo cosas, ¿cómo puedo llegar a donde debería ir mi naturaleza, a donde ésta me conduce? He estado yendo de aquí para allá pero nunca podré decir: «He llegado, éste es el lugar que estaba buscando.»

No sabes quién eres, necesitas sustituirlo con otra identidad falsa. Tus posesiones te dan esa falsa identidad.

Llegas al mundo como un observador inocente. Todo el mundo llega de la misma manera, con conciencia de la misma calidad. Pero empiezas a tratar con el mundo de los adultos. Ellos te pueden dar muchas cosas; tú sólo tienes una cosa para dar, y es tu integridad, tu amor propio. No tienes muchas cosas, sólo una, puedes llamarlo como quieras: inocencia, inteligencia, autenticidad. Sólo tienes una cosa.

Naturalmente, al niño le interesa mucho todo lo que ve. Quiere tener esto y aquello; es parte de la naturaleza humana. Si te fijas en un niño pequeño, incluso en un recién nacido, verás que sus manos están buscando a ciegas; intentan encontrar algo. Ha empezado su viaje.

Se perderá en este viaje, porque en esta vida no conseguirás nada sin pagar. Pero el pobre niño no sabe que lo que está dando es tan valioso, que si se pusiera todo el mundo en un lado de la balanza, y en el otro lado su integridad, ésta pesaría más, tendría más valor. El niño no tiene forma de saberlo. Éste es el problema, porque tiene lo que tiene, pero lo da por hecho.

Os voy a contar una historia que lo aclarará:

Había un hombre rico, muy rico, que al final era muy infeliz, lo cual es resultado natural del éxito. No hay mayor fracaso que el éxito. El éxito sólo tiene importancia si tu vida es un fracaso. Cuando lo alcanzas te das cuenta de que todo el mundo te ha engañado, toda la gente, la sociedad. Este hombre tenía todas las riquezas pero no estaba en paz consigo mismo. Empezó a buscar esa paz.

Esto es lo que está sucediendo en Norteamérica. En Norteamérica hay más personas que en ningún otro lugar que buscan la paz mental. En India nunca me he encontrado con nadie que busque la paz mental. Primero necesitas tener paz en el estómago, la paz mental está demasiado lejos. La mente está a millones de kilómetros del estómago.

Pero en Norteamérica todo el mundo busca la paz mental, y cuando estás buscando, encuentras a gente que está lista para dártela. Es una ley básica de la economía: donde hay demanda hay oferta. No importa si necesitas o no lo que estás pidiendo. Y a nadie le importa lo que te van a proporcionar: si se trata de una publicidad falsa, una propaganda, o si realmente hay algo sustancial.

Las personas astutas y avispadas, conociendo este principio básico —donde hay demanda hay oferta— han dado un nuevo paso. Ahora dicen: «No hace falta esperar a que haya demanda, la puedes crear.» Y éste es el arte de la publicidad: crear la demanda.

Antes de leer un anuncio no tenías esa necesidad, nunca habías sentido esa necesidad. Pero, al leerlo, de repente sientes: «Dios mío, me lo he estado perdiendo. Soy tan tonto que ni siquiera sabía que existía algo parecido.»

Antes de empezar a manufacturar algo, a producir algo, incluso varios años antes —dos, tres o cuatro años se empieza a anunciar el producto. Todavía no está en el mercado, porque antes tiene que llegar la demanda del producto a la mente de las personas. Cuando haya una necesidad, ya estará preparado el suministro.

Bernard Shaw decía que cuando empezó a escribir y publicó su primer libro no había demanda, por supuesto, nadie había oído hablar de George Bernard Shaw. Entonces, ¿cómo puedes decir «quiero el libro de Bernard Shaw, la obra de teatro»? Lo que solía hacer siempre era... publicaba el libro, él mismo era el editor, ponía el dinero, y después iba de una librería a otra preguntando:

—¿Tienen el libro de George Bernard Shaw?

—¿Bernard Shaw? —preguntaban—. Nunca le hemos oído mencionar.

—Qué extraño —decía él— Tienes una librería y ¿nunca has oído hablar de un hombre tan importante? ¿No estás al día o qué pasa? Lo primero que deberías hacer es conseguir el libro de George Bernard Shaw. —Sólo había publicado un libro pero anunciaba varios, porque ya que estaba dando vueltas, ¿por qué anunciar sólo un libro? Y un libro no convierte a un hombre en un gran escritor.

Se vestía de forma diferente, a veces llevaba un sombrero, a veces llevaba gafas. La gente empezó a acudir a su casa. Por la calle, le preguntaba a la gente: —Habéis oído hablar... porque me han hablado mucho de un libro escrito por un tal George Bernard Shaw. La gente dice que está muy bien, que es fantástico. ¿Habéis oído algo?

—No —le contestaban—, no hemos oído hablar de él.

—Es extraño —les decía—. Creía que en Londres había cultura. —Iba a librerías y clubes, y a todos los sitios donde hubiera posibilidad de crear una demanda. Vendió su libro —normalmente se dedicaba a eso—, y finalmente se convirtió en uno de los grandes escritores de su época. Había motivado la demanda.

Pero si triunfas no necesitas que nadie cree una necesidad de paz mental. Si triunfas perderás la paz mental por el camino. Este es el curso natural. El éxito te quita toda esa paz mental. El éxito extrae todo lo significativo de la vida: la paz, el silencio, la alegría, el amor. Te va quitando todo. Al final, tus manos están llenas de cosas inútiles, y se pierde todo lo que tenía valor. Y de repente, te das cuenta de que necesitas paz mental.

Inmediatamente, aparecen quienes te la pueden suministrar, que no saben nada de la mente y no saben nada de la paz. He leído un libro que se titula Paz mental escrito por un rabino, Joshua Liebman. He leído todo el libro, y este hombre no sabe nada de la paz ni de la mente. Pero es un negociante. Ha hecho un buen trabajo sin saber nada de la paz o de la mente.

Su libro es uno de los más vendidos, porque quien quiere encontrar paz mental, tarde o temprano, se encontrará con el libro de Joshua Liebman. Está muy bien escrito. Es un buen escritor, muy claro, extraordinario; te influenciará. Pero, después de leer este libro, tu paz mental seguirá estando tan lejos como antes, o incluso más.

De hecho, si una persona sabe qué es la paz y qué es la mente, no podría escribir un libro que se llamara Paz mental, porque la mente es el origen de la falta de paz, de la inquietud. Cuando no hay mente hay paz. Paz mental... ese producto no existe.

Si hay mente, entonces no hay paz. Si hay paz, entonces no hay mente. Pero si escribes un libro que se llame Paz de la no—mente... no lo va a comprar nadie. He estado considerándolo... pero creo que nadie va a comprar un libro que se llame Paz de la no—mente. No tendrá sentido para ellos, aunque es la auténtica realidad.

Un niño no se da cuenta de todo lo que lleva consigo. Este hombre rico estaba en la misma situación. Tenía todas las riquezas del mundo, pero buscaba la paz mental. Fue de un sabio a otro y todos le dieron grandes consejos, pero los consejos no sirven para nada.

De hecho, sólo los tontos dan consejos, y sólo los tontos escuchan los consejos. Las personas sabias son contrarias a dar consejos porque evidentemente un hombre sabio sabe que lo único que se da gratis en el mundo son los consejos, y nadie los escucha, ¿para qué molestarse?

Un hombre sabio primero te prepara para que puedas escuchar su consejo. No sólo te da consejo, sino que te prepara. Puede costar años preparar el terreno para sembrar la semilla. El que echa semillas encima de las piedras sin preocuparse de gastarlas es tonto.

Todos estos sabios le dieron consejos pero no sirvió de nada. Finalmente, un hombre al que no le había preguntado y que no era ni mucho menos famoso; al contrario, creían que era el tonto del pueblo... un día le paró en la carretera y le dijo: —Estás perdiendo el tiempo inútilmente, ninguno de ellos es sabio. Los conozco perfectamente pero como soy idiota nadie me cree. Probablemente, tú tampoco me creas, pero conozco a un sabio.

»Al verte constantemente tan atormentado buscando la paz mental, pensé que sería mejor que te indicase la persona adecuada. Aparte de esto soy idiota, nadie me pide consejo y yo nunca le doy consejo a nadie. Pero esto es demasiado, te veo tan triste y abatido que he tenido que romper mi silencio. Vete a ver a este hombre en el pueblo de al lado.

El hombre rico fue inmediatamente montado en su hermoso caballo con una bolsa llena de preciosos diamantes. Llegó y vio al hombre: los sufies le conocían como Mulla Nasruddin.

Le preguntó a Mulla:

—¿Puedes ayudarme a alcanzar la paz mental?

Mulla dijo:

—¿Ayudarte? Yo te la puedo dar.

El hombre rico pensó: —Qué extraño, primero el idiota me sugirió... y como estaba tan desesperado pensé que no habría ningún peligro, por eso he venido. Pero éste parece todavía más idiota, está diciendo: «Yo te la puedo dar.»

El hombre rico dijo: —Tú me la puedes dar? He estado con todo tipo de sabios, todos me han dado consejos: haz esto, haz lo otro, ten disciplina, ejerce la caridad, ayuda a los pobres, construye hospitales, esto y aquello. Dicen todas estas cosas, y además las he hecho, pero no sirve de nada. En realidad, tengo más problemas. ¿Y tú dices que me puedes dar paz mental?

Mulla respondió: —Es muy sencillo. Bájate del caballo. —El hombre rico se bajó del caballo. Estaba sujetando su bolsa cuando Mulla le preguntó: —¿Qué llevas en la bolsa apretado contra el corazón?

—Son preciosos diamantes —dijo él—, pero si me das paz te la daré. —Antes de que se diera cuenta de lo que estaba sucediendo, ¡Mulla agarró la bolsa y salió corriendo!

El hombre rico se sobresaltó durante un rato; ni siquiera sabía qué hacer. Después se puso a perseguirle. Pero se trataba del pueblo de Mulla, él conocía todas las calles y los atajos, y además estaba corriendo. El hombre rico no había corrido en toda su vida y estaba gordo... Gritaba y resoplaba, y le caían las lágrimas por las mejillas. —¡Me han engañado totalmente! Este hombre me ha quitado el trabajo de toda mi vida, todos mis ahorros; se lo ha llevado todo —dijo.

Empezó a seguirle una multitud, y todos se estaban riendo. —¿Sois todos idiotas? ¿Este pueblo está lleno de idiotas? —dijo—. Estoy completamente arruinado, y en vez de atrapar al ladrón, estáis riéndoos.

—No es un ladrón, es un hombre muy sabio —dijeron.

El hombre rico dijo: —¡El idiota del pueblo es quien me ha metido en este lío! —Pero, corriendo y sudando, persiguió a Mulla. Mulla llegó al árbol bajo el que todavía estaba el caballo. Se sentó bajo el árbol con la bolsa, y el hombre rico llegó gritando y llorando. Mulla dijo: —Toma la bolsa. —El hombre rico se la apretó contra el corazón. —¿Qué sientes? —le dijo Mulla—. ¿Tienes paz mental?

El hombre rico dijo: —Sí, siento mucha paz. Eres un hombre extraño, y usas métodos extraños.

—No son métodos extraños —dijo Mulla—, es matemática pura. Empiezas a dar por sentado todo lo que tienes. Sólo necesitas que te den una oportunidad de perderlo para que te des cuenta inmediatamente de lo que has perdido. No has ganado nada nuevo; es la misma bolsa que tenías antes sin paz mental. Ahora tienes la misma bolsa junto a tu corazón y todo el mundo puede ver lo tranquilo que estás, ¡un sabio perfecto! Vete a casa, y no te preocupes de la gente.

Éste es el problema del niño, porque llega lleno de inocencia y está dispuesto a comprar cualquier cosa a cambio de su inocencia. Está dispuesto a comprar cualquier porquería a cambio de su coraje. Está dispuesto a comprar juguetes —y aparte de juguetes, ¿qué más hay?— y a perder su claridad. Sólo lo entenderá cuando tenga en su poder todos esos juguetes pero no le hagan feliz, no sea un logro, no le satisfaga. Entonces, se dará cuenta de lo que ha perdido; se ha perdido a sí mismo.

En un mundo mejor, las familias aprenderán de los niños. Tenéis mucha prisa por enseñarles. Aparentemente, nadie aprende nada de ellos, pero os pueden enseñar muchas cosas. Y vosotros no tenéis nada que enseñarles.

Como eres más viejo y tienes más poder, los empiezas a convertir en algo exactamente igual que tú, sin pararte a pensar en lo que eres, lo que has alcanzado, cuál es tu estatus en el mundo interior. Eres un mendigo, ¿eso es lo que quieres para tu hijo?

Pero nadie piensa; si no, la gente aprendería de los niños. Los niños aportan muchas cosas del otro mundo porque están recién llegados. Todavía llevan consigo el silencio del útero, el silencio de la existencia en sí.

 

RECUERDA SIEMPRE, CONFÍA EN LO DESCONOCIDO. Lo conocido es la mente. Lo desconocido no puede ser la mente. Será otra cosa pero no la mente. Lo único seguro es que la mente es una acumulación de lo conocido. Por ejemplo, si llegas a una bifurcación en el camino y la mente dice, «vamos por aquí, me suena familiar», eso es la mente. Si escuchas a tu ser, querrá ir a lo que no es familiar, a lo desconocido. El ser siempre es un aventurero. La mente es muy ortodoxa, muy conservadora. Quiere andar por la senda, por el camino trillado una y otra vez, el camino de menor resistencia.

Escucha siempre a lo desconocido. Y reúne valor para adentrarte en lo desconocido.

Es necesario ser muy valiente para desarrollar tu destino, no hay que tener miedo. Las personas que están llenas de miedo no pueden ir más allá de lo conocido. Lo conocido da una especie de comodidad, seguridad, confianza, porque lo conoces. Estás perfectamente informado, sabes cómo abordarlo. Puedes estar casi dormido y seguir haciéndolo, no necesitas estar despierto; es la ventaja que tiene lo conocido.

En cuanto atraviesas la frontera de lo conocido surge el miedo, porque ahora estarás en la ignorancia, no sabrás qué debes hacer y qué no. No estarás seguro de ti mismo, podrás equivocarte; podrás perderte, Este miedo es lo que mantiene a la gente maniatada, y una persona que está imposibilitada para lo nuevo está muerta.

Sólo se puede vivir la vida peligrosamente, no hay otra forma de vivirla. La vida sólo alcanza la madurez y el crecimiento a través del peligro. Tienes que ser un aventurero, siempre dispuesto a arriesgar lo conocido por lo desconocido. Y en cuanto hayas probado la alegría que produce la libertad y la ausencia de miedo, nunca te arrepentirás, porque sabrás qué significa vivir al máximo. Sabrás qué significa quemar la antorcha de tu vida por los dos extremos. Un solo instante de esa intensidad es más gratificante que toda una eternidad de vida mediocre.

 


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