EL ADIESTRAMIENTO DE LA MENTE

Se afirma, en el dzogchen, que lo principal es tomar una decisión definitiva concerniente a que ninguna experiencia se halla desconectada del estado natural de la mente. Sin embargo, para poder adoptar cualquier decisión en ese sentido, primeramente debemos determinar qué es la mente, el pensamiento, la experiencia y el mismo estado natural. No podemos contentarnos con una respuesta superficial, leída o escuchada a este respecto sino que debemos tener una experiencia directa del asunto. Podría decirse que todos los métodos clásicos de análisis de la vacuidad del yo y de los fenómenos, tal como se practican, por ejemplo, en la tradición del Sutra forman parte de esta investigación de la mente. Lo mismo podemos afirmar de los métodos del mahamudra que llevan a la percepción directa de la verdadera naturaleza de la mente. En este sentido, quien se halle interesado en este particular debería acudir a dichas tradiciones en busca de información más precisa.En lo que concierne específicamente a la tradición del dzogchen, se trata, en primer lugar, de determinar contemplativamente la procedencia, la permanencia y la disolución del pensamiento. ¿De dónde vienen los pensamientos? ¿Dónde permanecen? ¿Adónde se dirigen? La respuesta no ha de ser intelectual sino una captación directa del asunto. Eso sería el primer paso a dar en el dzogchen, es decir, localizar la base de los pensamientos. El lenguaje excesivamente mental del budismo puede dar lugar en ocasiones a confusiones e inducir a la creencia de que la contemplación sólo tiene que ver con la mente o, dicho en términos budistas, la conciencia e incluso la conciencia de la conciencia. Pero la contemplación del dzogchen no se hace sólo con la conciencia, sino también con los conceptos, la percepción, las sensaciones y la forma. No es un mero ejercicio mental. Es la vacuidad realizada en todos los estratos del ser.Al principio, para focalizar el pensamiento, suele utilizarse la fijación de la mente en la sílaba tibetana A, que representa el estado primordial. Tras alcanzar la debida estabilidad mental, uno pasa a buscar la conciencia, el sujeto o la mente que está concentrándose en dicha sílaba. Tanto en las anteriores meditaciones como en la presente, lo que ocurre es que, tras buscar infatigablemente una y otra vez es imposible encontrar al pensamiento ni a quien lo busca. Se comienza a comprender entonces que la mente es tan vacía como el espacio del cielo. Sin embargo, y no nos cansaremos de repetirlo, no se trata de una comprensión intelectual o una cuestión de mera aceptación o de ciega devoción. La investigación de la naturaleza de la mente debe ser tan minuciosa como alguien que tratara de moler un hueso hasta reducirlo al polvo. Todas las posibilidades deben ser agotadas.Primeramente es necesario buscar de dónde proceden, dónde permanecen y dónde van los pensamientos, las sensaciones, las percepciones, etcétera. Es necesario investigar hasta determinar completamente y sin lugar a dudas que los pensamientos proceden del estado vacío y claro carente de pensamientos, permanecen en él y se disuelven en él. Cuando arribamos a ese reconocimiento, ya no hace falta seguir buscando ni analizando los pensamientos, sino tan sólo permanecer en dicho estado. No hay que cambiar nada ni seguir investigando. También se dice que hay que observar el espacio que aparece naturalmente entre los pensamientos. Es de ese espacio de dónde surgen todas nuestras experiencias. No se trata de forzar esos intervalos que tienen lugar naturalmente, sino que cuando dejamos que los pensamientos discurran libremente, aparecen naturalmente pausas. Ese estado de vacuidad y no-pensamiento no es, por supuesto, el objetivo del dzogchen, sino que constituye lo que se denomina la base.La metaexperiencia del estado natural no es fruto directo de la búsqueda ni del esfuerzo. Es absurdo afirmar que uno practica dzogchen. El estado natural, no lo olvidemos, es impracticable, aunque el agotamiento es uno de los medios para propiciar el claro mental necesario para su reconocimiento.

Otro de los medios —no sólo posible sino imprescindible— para que tenga lugar ese claro mental es la devoción. El agotamiento está muy relacionado con la rendición. En palabras de Lopön Tenzin Rinpoche, el dzogchen sin devoción es un entretenimiento intelectual. Cualquier camino sin corazón es un camino amputado. Tradicionalmente, la devoción ha ocupado un lugar central en este sistema. Pero hay que comprender bien en qué consiste la devoción, la cual nada tiene que ver, por supuesto, con el culto a la personalidad.





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